El rey Felipe VI ha encargado la investidura a Alberto Núñez Feijóo. Pero el líder del PP no tiene la aritmética de su lado. Si suman los 137 diputados del PP a los 33 de la extrema derecha y a los dos de Coalición Canaria y UPN suman un total de 172 votos favorables. En frente tendrían 178 votos negativos. Mientras Feijóo comparecía diciendo que representaba a una mayoría de 11,4 millones de españoles que querían un cambio se olvidaba de los 12,5 millones que votarían en su contra. Su única esperanza (por llamarlo de alguna forma) es un PNV que ya le ha expresado de diferentes formas y en numerosas ocasiones que de ninguna manera votarán a favor de una investidura de Feijóo. Y de la misma forma, Junts se encuentra a años luz de un PP cuyo único socio con el que podría sacar adelante una legislatura es un partido de extrema derecha que fantasea con ilegalizarlos. Feijóo no tiene los números y ni siquiera puede soñar con ellos.
Feijóo corre el riesgo de dilapidar su imagen de presidenciable ante los españoles y fomentar la sensación de que es una apuesta agotada que tampoco funcionaría en una repetición electoral.
Pero tampoco necesitamos especular con escenarios hipotéticos. El bloque progresista y el bloque conservador ya se vieron las caras y el primer encontronazo de Feijóo con la realidad fue la votación para elegir presidente del Congreso de los Diputados. Su candidata, Cuca Gamarra, logró 139 votos mientras que la candidata del PSOE, Francina Armengol, logró 178 votos favorables y, por lo tanto, la presidencia de la cámara. No es necesario especular sobre posibles pactos o sumas de última hora. El ensayo de la investidura ya se produjo en la votación para la presidencia del Congreso y quedó claro que el PP no tiene números para articular una mayoría en el Congreso. Por lo menos de manera honesta. Precisamente por eso a partir de esa evidente incapacidad de Feijóo para aglutinar una mayoría se ha hablado mucho sobre la última posibilidad de que el líder popular lograse gobernar a través del apoyo de algún diputado socialista comprado. Concretamente necesitarían cuatro. Y siendo que las listas han sido bien custodiadas desde el entorno del Presidente del Gobierno y que, además, la campaña entera se ha orquestado en torno a la idea de acabar con el legado “sanchista”, es radicalmente imposible que eso ocurriese. Y, de ocurrir, sería el mayor escándalo de la democracia española hasta la fecha. No hay presidente que pudiese construir su mandato serio sobre una corrupción tan profunda y desastrosa como la compra de diputados electos en democracia. Sin PNV, sin Junts y, evidentemente, sin el PSOE ni Sumar, Feijóo sigue tan solo como el primer día y la posibilidad de que sea investido como presidente del Gobierno sigue siendo inexistente.
Precisamente por eso es un gran error para Feijóo presentarse. Solamente mostrará ante todos los españoles la inviabilidad de su camino. Se verá que está cortado, que su gobierno se estrella incluso antes de volar y que no hay lugar para avanzar por ahí. Y por lo tanto solo quedarán dos opciones: o una vía progresista similar a la ya ensayada en la votación para la presidencia del Congreso o directamente una convocatoria de elecciones que caerían en la segunda semana de enero de 2024. Y siendo que a Feijóo seguramente no le hace mucha gracia que lo mismo que le ocurrió en la mesa del Congreso le ocurra con la presidencia del Gobierno, se sobreentiende que lo que pretende es una repetición electoral como una especie de segunda oportunidad en la que lograr lo que no alcanzó la primera. De todas formas, es una estrategia arriesgada. Primero porque ningún partido cuyo mejor ofrecimiento a la sociedad española sea una repetición electoral va a tener grandes expectativas en las urnas. Y segundo porque tras una más que probable investidura fallida, el candidato popular corre el riesgo de dilapidar su imagen de presidenciable ante los españoles y fomentar la sensación de que es una apuesta agotada que tampoco funcionaría en una repetición electoral.
Pero Feijóo ve problemas más cercanos y acechantes dentro de su partido y por eso deja esos problemas para más adelante. De momento la lógica que está utilizando es la de que no le muevan el sillón. Porque tras el fracaso de expectativas del 23J y la humillación pública de la votación para la mesa en la que solo consiguieron 139 votos frente a los 178 del PSOE, su figura como líder del Partido Popular empezaba a entrar en barrena y a ser seriamente cuestionada tanto de puertas para dentro como para afuera. Es decir, Feijóo va a la investidura pensando más en el interior de su partido que en la gobernabilidad de España. No va a ganar, solo a guardar su sitio y a apostar por la única bala que tiene: intentar una repetición electoral lo antes posible. Sin duda dos opciones muy poco atractivas para los españoles.
El rey Felipe VI ha encargado la investidura a Alberto Núñez Feijóo. Pero el líder del PP no tiene la aritmética de su lado. Si suman los 137 diputados del PP a los 33 de la extrema derecha y a los dos de Coalición Canaria y UPN suman un total de 172 votos favorables. En frente tendrían 178 votos negativos. Mientras Feijóo comparecía diciendo que representaba a una mayoría de 11,4 millones de españoles que querían un cambio se olvidaba de los 12,5 millones que votarían en su contra. Su única esperanza (por llamarlo de alguna forma) es un PNV que ya le ha expresado de diferentes formas y en numerosas ocasiones que de ninguna manera votarán a favor de una investidura de Feijóo. Y de la misma forma, Junts se encuentra a años luz de un PP cuyo único socio con el que podría sacar adelante una legislatura es un partido de extrema derecha que fantasea con ilegalizarlos. Feijóo no tiene los números y ni siquiera puede soñar con ellos.