¿Puede prohibirse a los musulmanes rezar en la mezquita de Córdoba?

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He escuchado recientemente la entrevista de Manuel Pérez Moya, deán del Cabildo Catedral de Córdoba en el Foro Económico & Sociedad, organizado por ASFACO, con la financiación del Instituto Municipal de Desarrollo Económico. En ella vierte una serie de opiniones que no resisten el análisis histórico y religioso y que, lejos de tender puentes entre el islam y el cristianismo, contribuyen a fomentar su confrontación. Subraya las diferencias, a su juicio insalvables, entre el islam y el cristianismo, sin reconocimiento alguno de las afinidades profundas como corresponde a su pertenencia a la misma familia de las religiones monoteístas.

Hace afirmaciones que se encuentran en las antípodas de la búsqueda de caminos de encuentro entre religiones, espiritualidades y culturas. Defiende la propiedad y la gestión únicas de la Mezquita-Catedral por parte de la Iglesia católica. Califica despectivamente a los movimientos que están en contra de la propiedad y gestión eclesiásticas únicas de autoalimentarse “de ideología”, de ser “producto de una ideología y fantasía que busca votos” y de tener poco recorrido.   

“El uso compartido [de la Mezquita-Catedral de Córdoba] con los musulmanes no se contempla nunca”, afirma. Cuatro son las razones que aporta para tan contundente negativa. La primera, porque “adoramos a un Dios único y verdadero y a su hijo Jesucristo y lo tenemos en el Sagrario”. Precisamente las diferencias son enriquecedoras y nunca pueden ser motivo de exclusión de los espacios religiosos, abiertos a la pluriversidad. Los musulmanes adoran también al Dios único, reconocen a Jesús de Nazaret como profeta y se muestran respetuosos con las prácticas del cristianismo que no coinciden con las suyas. 

La segunda razón del deán para oponerse a la oración de los musulmanes en el recinto sagrado cordobés es porque “la catedral es un cementerio, porque tiene sepulturas” y las personas musulmanas “no suelen rezar en los cementerios”. El hecho de que la Mezquita-Catedral tenga tumbas, como las tienen muchos templos católicos, no significa que sea un cementerio. Me parece un argumento peregrino para prohibir el rezo de los musulmanes. El tercer argumento para su negativa es porque “un musulmán, cuando reza es una forma de apropiarse de esa tierra y si le dejo rezar entiende que es suya”. En absoluto, señor deán, no pretende apropiarse de nada, solo practicar la oración, uno de los cinco pilares del islam. Lo manifestó en 2006 así Mansur Escudero, presidente de la Junta islámica de España, cuando escribió al Papa Benedicto XVI pidiéndole rezar en el interior de la Mequita. Se le negó y rezó en la puerta, justificándolo de esta guisa: “El rezo era para dar testimonio de que no reivindicamos la propiedad del templo ni hacer una liturgia compartida, sino que tenemos la sincera pretensión de que se convierta en un centro ecuménico en el que puedan rezar todos los creyentes”

La cuarta razón que alega el deán es que “no puedo compartir el culto con una religión que no tiene nada que ver con el cristianismo en ningún aspecto” (la cursiva es mía). Esta afirmación, junto con la negativa total a compartir el uso de la Mezquita-Catedral con la comunidad musulmana, es, sin duda, la más infundada y la que demuestra un desconocimiento o, peor aún, un falseamiento total de la identidad de ambas religiones que comparten aspectos fundamentales comunes, entre los que cabe destacar los siguientes: su origen abrahámico, su consideración de reveladas, su monoteísmo ético, ser religiones proféticas, ser anti-idolátricas y tener dos libros considerados sagrados, la Biblia y el Corán, que recogen la revelación divina en continuidad.

Hay varios precedentes de oración en común de musulmanes y cristianos en los orígenes del islam. Uno fue el protagonizado por el propio Profeta Mahoma Se encontraba el Profeta orando en la mezquita de Medina, cuando llegó a visitarlo un grupo de personas cristianas. No se atrevieron a molestarlo en el rezo y se quedaron fuera esperando que terminara su oración. Informado de que estaban esperándole unas personas cristianas para entrevistarse con él, Mahoma les invitó a rezar juntos en la mezquita, a lo que ellos se opusieron alegando las diferencias religiosas que les separaban. ¿Diferencias religiosas?, preguntó el Profeta. Unos y otros reconocemos y rezamos al mismo Dios. ¿Qué dificultad hay, entonces, para que recemos juntos?

Otro precedente tuvo lugar unos años después, ya fallecido Mahoma. Umar, el segundo califa, que dirigió la comunidad musulmana de 634 a 644, visitó Jerusalén y recorrió la ciudad acompañado por el patriarca cristiano. En su visita a Belén rezó en el templo de la Natividad de Jesús y entregó al patriarca instrucciones sobre la forma de entrar los musulmanes en el templo cristiano: de uno en uno y reconociendo la preferencia de los cristianos en la entrada al lugar donde, según los Evangelios de Mateo (2,1) y Lucas (2,4), nació Jesús.

El uso de cristianos y musulmanes de la Mezquita-Catedral es, a mi juicio, un paso necesario en el trabajo por la paz, al que las religiones pueden contribuir de manera muy eficaz

Espero que, tras leer estas reflexiones, el deán —con quien me encantaría tener un diálogo abierto— revise su postura y facilite el uso del recinto cívico-religioso cordobés para la oración de cristianos y musulmanes y para el común disfrute de la ciudadanía que desee visitarlo gratuitamente y gozar de su belleza sin par. Me parece la actitud más coherente con la historia. De lo contrario, la historia juzgará tamaña exclusión muy críticamente y, en dicho juicio, implicará no solo a los responsables actuales de la Mezquita, sino al conjunto de la Iglesia institucional española.

Por favor, señor deán, no desacredite más al cristianismo, que bastante descreditado está por el voraz neoliberalismo episcopal que inmatriculó la Mezquita de Córdoba por 30 euros en uno de los mayores pelotazos urbanísticos de nuestra historia —si no el mayor—, una de las operaciones eclesiásticas más antievangélicas acogiéndose a una ley de la dictadura actualizada durante el primer Gobierno de Aznar para favorecer a la Iglesia católica, lo que es más escandaloso todavía.   

El uso de cristianos y musulmanes de la Mezquita-Catedral es, a mi juicio, un paso necesario en el trabajo por la paz, al que las religiones pueden contribuir de manera muy eficaz, y en la construcción de una sociedad interreligiosa, intercultural e interétnica, tarea fundamental de toda la ciudadanía, sea religiosa o no. Prohibir a la comunidad musulmana orar en la Mezquita de Córdoba no es ni siquiera un desahucio; es expulsarla lisa y llanamente de su propia casa.  

He escuchado recientemente la entrevista de Manuel Pérez Moya, deán del Cabildo Catedral de Córdoba en el Foro Económico & Sociedad, organizado por ASFACO, con la financiación del Instituto Municipal de Desarrollo Económico. En ella vierte una serie de opiniones que no resisten el análisis histórico y religioso y que, lejos de tender puentes entre el islam y el cristianismo, contribuyen a fomentar su confrontación. Subraya las diferencias, a su juicio insalvables, entre el islam y el cristianismo, sin reconocimiento alguno de las afinidades profundas como corresponde a su pertenencia a la misma familia de las religiones monoteístas.

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