Dicen que lo que no se nombra no existe y esa fue la máxima que intentó aplicar Núñez Feijóo el lunes por la noche. Ana Pastor le pidió al líder popular que explicara ante todas las mujeres preocupadas y con miedo que veían el debate los pactos de gobierno a los que el PP está llegando con Vox, un partido que hace alarde de un peligroso discurso negacionista. Esa misma mañana se había producido otra imagen de la vergüenza. Y ya van unas cuantas. En el minuto de silencio por la última mujer asesinada por su pareja en Antella, la presidenta de Les Corts Valencianes, la ultraderechista Llanos Massó se desmarcó junto al resto de miembros de su partido y evitó situarse detrás de la pancarta contra la violencia machista. No pudo ser más clara y directa la pregunta de la presentadora. Abría el bloque de políticas sociales e igualdad pero Feijóo la rehuyó sin ningún tipo de pudor y respondió a Sánchez echándole en cara que el PSOE hubiera votado, junto a Vox, en contra de la investidura de López Miras. Cuando el presidente le recriminó su actitud, el líder de los populares replicó haciendo una recopilación de excarcelados por la "ley sanchista del solo sí es sí". Y en la enumeración se quedó porque, más allá de usar como arma arrojadiza la rebaja de condenas, no planteó ni propuestas ni soluciones ante las agresiones que sufrimos las mujeres.
Tampoco pronunció las palabras violencia machista o de género en ningún momento, y eso que tuvo tiempo a lo largo de 110 minutos de combate dialéctico. No la condenó ni quiso mostrar su apoyo a las víctimas cuando Sánchez, en uno de los pocos momentos en los que estuvo certero y se hizo con las riendas del debate, se lo echó en cara. ¿Se solidariza con la familia de la mujer asesinada?, le espetó. Silencio por respuesta. Con lo sencillo que hubiera sido mostrar, al menos, un poco de empatía. Si eso no es comprar el relato de la ultraderecha, díganme qué lo es.
No sería justo tirar de equidistancia en este momento: uno de los candidatos pacta con negacionistas. El otro puede presumir de ser el impulsor de uno de los gobiernos que más leyes igualitarias ha aprobado.
La mujer a la que Feijóo no nombró se llamaba Ilham, tenía 38 años, 3 niños y el domingo su exmarido, del que se estaba separando, la mató delante de su hijo de solo 12 años. Después se suicidó. Era español y policía local. Resulta necesario aclararlo después del intento de la extrema derecha de relacionar –una vez más– inmigración con violencia. Carlos Flores, el condenado por maltrato a su exmujer y número 1 de Vox al Congreso por Valencia, llegó a justificar este fin de semana los recortes en derechos feministas y LGTBI diciendo que las mujeres no necesitamos puntos violeta ni bancos de colorines, sino que se vigilen las fronteras. Como si los agresores solo fueran inmigrantes. La ultraderecha obvia los datos, retuerce el discurso y expande el veneno de la ola reaccionaria. Y esto cala porque, para algunos, es más sencillo asimilar que los violadores son otros, los marginales, los que vienen de fuera. Una sola manzana podrida en un cesto lleno de fruta. Así, cuando alguien logra sacarla, acaba con el problema. El relato no es nuevo. Llevan años repitiéndolo pero la complicidad del PP resulta ahora sonrojante. Es el partido de Feijóo el que ha permitido, con sus votos, que la extrema derecha forme parte del Gobierno y encabece las instituciones en Extremadura, Baleares, C. Valenciana y otros 140 municipios. En el debate del lunes, Feijóo escenificó que ya comparte, al menos, parte de su argumentario en materia de igualdad. Si es ideología o estrategia electoral es algo que debe aclarar él.
Lo cierto es que tampoco Pedro Sánchez fue capaz de explicar sus medidas para evitar los feminicidios. Reconoció el error de la ley de libertad sexual, y después de eso, bajó al barro e intentó defender su gestión, aunque se perdió en el ruido y las interrupciones. Pero no sería justo tirar de equidistancia en este momento: uno de los candidatos pacta con negacionistas. El otro puede presumir de ser el impulsor de uno de los gobiernos que más leyes igualitarias ha aprobado. Aún así, la conclusión es que el debate lo perdimos nosotras, las feministas. Y lo perdió la ciudadanía entera, que no pudo analizar y valorar el programa de cada partido. Seis mujeres asesinadas en los últimos días y no pudimos escuchar ni una sola propuesta para combatir la violencia machista. Una violencia que Alberto Nuñez Feijóo ni se dignó a mencionar.
Dicen que lo que no se nombra no existe y esa fue la máxima que intentó aplicar Núñez Feijóo el lunes por la noche. Ana Pastor le pidió al líder popular que explicara ante todas las mujeres preocupadas y con miedo que veían el debate los pactos de gobierno a los que el PP está llegando con Vox, un partido que hace alarde de un peligroso discurso negacionista. Esa misma mañana se había producido otra imagen de la vergüenza. Y ya van unas cuantas. En el minuto de silencio por la última mujer asesinada por su pareja en Antella, la presidenta de Les Corts Valencianes, la ultraderechista Llanos Massó se desmarcó junto al resto de miembros de su partido y evitó situarse detrás de la pancarta contra la violencia machista. No pudo ser más clara y directa la pregunta de la presentadora. Abría el bloque de políticas sociales e igualdad pero Feijóo la rehuyó sin ningún tipo de pudor y respondió a Sánchez echándole en cara que el PSOE hubiera votado, junto a Vox, en contra de la investidura de López Miras. Cuando el presidente le recriminó su actitud, el líder de los populares replicó haciendo una recopilación de excarcelados por la "ley sanchista del solo sí es sí". Y en la enumeración se quedó porque, más allá de usar como arma arrojadiza la rebaja de condenas, no planteó ni propuestas ni soluciones ante las agresiones que sufrimos las mujeres.