Ignacio Ellacuría, teólogo y filósofo de la liberación Juan José Tamayo
'Tontosterona'
Hay una torpeza en muchos hombres que quieren mantener su estatus y sus privilegios en unas circunstancias donde su posición no solo ya no es única, sino que, además, ha sido desenmascarada al descubrir la falacia e instrumentalización de una normalidad que no sólo les pertenece a ellos.
Hoy muchos hombres se pueden empeñar en presentar los avances en Igualdad como un ataque contra todos los hombres, y como un desorden que pone en riesgo las referencias históricas que establecían un “orden de las cosas” para que la realidad se organizara sobre él. Pueden hablar de injusticia, de que han perdido la presunción de inocencia y de que ahora se los criminaliza, y para ello pueden recurrir, incluso, a la ayuda de voces que lanzan su mensaje desde las instituciones o desde la presidencia de alguna comunidad autónoma, como hace Isabel Díaz Ayuso. Pero con ello no consiguen nada serio, solo entretener a mucha gente en el debate, y retrasar algo los logros que llevan a la corrección de la injusticia histórica que supone la desigualdad entre hombres y mujeres como núcleo de nuestra cultura, para luego extenderla a otros grupos y circunstancias.
En el fondo, estos hombres y quienes los acompañan son parte de la alícuota histórica que en cada momento han tomado la palabra, y han usado el poder y las instituciones para imponer la “testosterona” sobre la razón contra el progreso social de la Igualdad. Es el típico posicionamiento que se expresa a través de frases como “por mis cojones” acompañada de cualquier sinrazón para impedir algún cambio, por ejemplo “por mis cojones que no se van a salir con la suya”, o “eso no se aprueba”, o “por ahí no pasamos”… y tantas otras formas de decir “por mis cojones que me salgo con la mía”, pues en definitiva no se trata de una cuestión neutral o abstracta, sino de dos posturas definidas por la ideología de cada grupo que solo puede imponer quien ha tenido de su lado el peso de la historia y la complicidad de la normalidad.
Son los mismos hombres que, por ejemplo, hablaron del final de los tiempos cuando las niñas fueron a la escuela (1857), o del final de la familia cuando las mujeres entraron a la universidad (1910), o del final de la sociedad cuando las mujeres pudieron votar (1931)… Todo iba a acabar conforme se dieron pasos trascendentes a favor de la Igualdad y la democracia, como ahora va a acabar el orden, los valores, la historia y los propios hombres, que dicen nos vamos a convertir en una especie de seres sumisos y dóciles, en una especie de mascotas de las mujeres.
Todo ello es parte de la 'tontosterona', es decir, la insistencia en el argumento del poder y la fuerza para defender los privilegios masculinos en contra de la inteligencia, y de la evidencia y objetividad que la propia historia nos aporta
Por eso desde esas posiciones androcéntricas llaman a ser “hombre de verdad”, o sea, a ser hombre bajo la mentira impuesta por el machismo que lleva a situar la testosterona social por encima de la razón.
Todo ello es parte de la tontosterona, es decir, la insistencia en el argumento del poder y la fuerza para defender los privilegios masculinos en contra de la inteligencia, y de la evidencia y objetividad que la propia historia nos aporta. En primer lugar, porque todo avance en Igualdad y cada logro de las mujeres es bueno para toda la sociedad y la convivencia, lo cual significa que es bueno para los hombres. Y, en segundo lugar, porque el propio desarrollo social pone en evidencia que el argumento del “fin del mundo” que ha acompañado a cada avance social de las mujeres no se ha cumplido.
Muchos hombres pueden insistir con su tontosterona, incluso pueden dirigirse a los chicos más jóvenes con promesas de una hombría llena de virilidad y poder para que se conviertan en “pandilleros del machismo”, pero cuando salgan a la calle se van a encontrar una realidad donde esa masculinidad no encaja. Y tendrán que decidir si echarse al monte de las redes o convivir en Igualdad, como en su día lo hicieron los niños con las niñas en la escuela, los jóvenes con sus compañeras en la universidad y los hombres con las mujeres conforme ellas votaban, trabajaban y asumían cada vez más responsabilidades.
Todos ellos fueron hombres que adoptaron una decisión inteligente desde la razón.
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