Los Juegos del Hambre es la excelente novela de Suzanne Collins que ha sido llevada recientemente a la gran pantalla, a modo de trilogía. En Los Juegos del Hambre se describe una sociedad aparentemente cooperativa pero en la práctica sometida al yugo de Snow, el Presidente de Panem. Panem es, en realidad, una proyección apocalíptica de los actuales Estados Unidos de América. Y Snow es un político con barba blanca completamente podrido, que cuando se pone gafas hace realmente difícil que no establezcamos un paralelismo entre él y quien lleva los destinos de nuestro país desde 2011. Pues bien, el tal Snow inventa un entretenimiento para que la gente olvide su distópica realidad: los Juegos del Hambre.
Los juegos no son sino una actualización del afamado invento romano del Panem et Circenses, en el que una serie de contendientes, que son elegidos a través de una lotería, son lanzados a un planeta artificial en el que tienen que combatir hasta la muerte. El superviviente (el que aniquila a todos los demás) es el vencedor de cada convocatoria anual de los juegos. Ni qué decir tiene que los juegos son televisados en prime time para que la gente pueda “disfrutar” de ellos.
Como dice Zizek, el polémico filósofo neo-marxista y neo-lacaniano, lo mejor del cine está precisamente en su capacidad de ser “más real que la realidad misma”, es decir, en su potencial para describir el mundo en el que vivimos mejor de lo que lo haríamos observándolo directamente. Seguro que Pablo Iglesias, un amante del cine y de las referencias cinematográficas, estaría de acuerdo con esta perspectiva. Al parecer Pedro Sánchez también es un aficionado al cine, aunque con gustos cinematográficos más inespecíficos. En cualquier caso, lo que propongo es la siguiente metáfora: que veamos a PI y a PS como los dos finalistas de los juegos del hambre. Ambos tienen que luchar hasta la muerte para conseguir sobrevivir.
Para sobrevivir en este juego, y llegar a Moncloa, en unas condiciones de total adversidad a todo lo que huela a político en esta España en la que vivimos (que es tan terrible como el planeta artificial en el que son lanzados los contendientes: no hay agua, ni siquiera comida, estos recursos se los tienen que buscar los contendientes) tanto PI como PS están haciendo acopio de sus respectivas armas ideológicas. Algunas de ellas son similares: PI defiende la educación pública, la sanidad pública y una renta para la ciudadanía. PS defiende lo mismo, aunque llama de manera diferente a algunas de las anteriores propuestas, como por ejemplo, la de la renta de ciudadanía.
Sin embargo, hay armas que difieren completamente. Para PI, el arma más importante es la de la reestructuración de la deuda. Y PS acaba de encontrar una propuesta nuclear, con la que pretende noquear a PI y llevarse los juegos: la reforma del artículo 135 de la Constitución.
No diré nada sobre el arma ideológica de la que se ha provisto PI, puesto que esto fue ya objeto de otro análisis que se publicó en este mismo diario. Por resumir en términos bélicos lo que dije en su momento, el arma de PI me parece de muchísima efectividad para alzarse con la victoria final. Las razones para ello son que lo pide mucha gente y que además esta propuesta viene respaldada por reputados economistas internacionales nada sospechosos de heterodoxia. ¿Qué hay del arma de PS? ¿Podemos decir lo mismo? ¿Será igual de efectiva que la de PI?
Reconozcámosle el flamante Secretario General del PSOE lo que hay que reconocerle: se ha marcado un punto con esta propuesta, ha avanzado varios metros en ese planeta imposible en el que los dos contendientes intentan sobrevivir. Primero, porque daba la sensación hasta la fecha de que PS iba a remolque de PI: no solamente imitaba algunos de los gestos de este último (camisas remangadas, mochila para llevar los trastos, no, coleta no, hasta ahí un miembro del PSOE nunca podría llegar) sino también algunas de sus propuestas (ahora el PSOE está contra los desahucios, cosa que Podemos, y otros partidos políticos, llevan reclamando desde hace tiempo).
Por tanto, PS ha pasado de “seguir” a “liderar” el debate político con su propuesta de reformar el 135 de la Constitución. Pero, en segundo lugar, lo hace con un tema que marcó casi como ningún otro el fin de la era Zapatero. La reforma express del artículo 135 simbolizó, y sigue simbolizando para muchas personas, todo lo que tuvo de malo aquella fase oscura en la que se rompió completamente la cadena de confianza que unía al electorado tradicional del PSOE con este partido político.
A partir de aquí empiezan, sin embargo, las dificultades para nuestro guerrero. Estas dificultades son de variada naturaleza y hacen que esta arma de nuevo cuño quizá vaya a tener una eficacia menor de la inicialmente esperada. Primero doy la lista de dificultades y luego las comento brevemente. Éstas son: el hecho de que PS votó a favor de la reforma en su momento; el hecho de que seguramente ha enfadado a una buena parte del PSOE con esta propuesta; y, finalmente, el hecho de que probablemente una propuesta de estas características incluye una contradicción en sus propios términos. Las dos primeras son dificultades salvables; la tercera, no, como argumentaré más adelante.
PS votó a favor de la reforma express de la Constitución. Ahora parece que está en contra de la misma. Ha intentado resolver esta contradictoria posición diciendo que en realidad el momento en el que se adoptó la reforma express y el actual son diferentes. En ese momento, se trataba de salvar a España del default. En este, las cosas están más tranquilas, con lo que se puede proceder a una reforma de la reforma. El argumento es poco creíble: a pesar del ilusorio espejismo que nos tratan de transmitir Rajoy y su gobiernito todos los días, las cosas no podrían estar peor para nuestro país.
Pero no seamos rígidos y sí pragmáticos: el arrepentimiento en política es un activo. Digamos que PS pensaba una cosa antes y ahora piensa otra, y que ese cambio debería ser respetado en aras a la necesaria flexibilidad y pragmatismo que debe presidir la política moderna.
Segundo, la postura de PS ha enfadado a mucha gente en el PSOE. Ha enfadado a los que en su momento dijeron que la reforma propuesta por ZP era una burrada pero tuvieron que comulgar con ruedas de molino y votarla. Ha enfadado a su promotor, el propio ZP, quien –de la manera elegante que siempre le caracteriza– ha dicho que saluda la propuesta de PS con “una sonrisa”. Y ha enfadado a muchas de las personas que en su momento estuvieron directamente en contra de la reforma dentro del PSOE, lo manifestaron, y fueron censuradas por ello. Todos estos están enfadados, y ello le supone un riesgo grave de ruptura al PSOE, que ya he comentado también en estas páginas. Sin embargo, a favor de PS se puede decir que el PSOE no puede solucionar su problema nº 1 (que es su falta de credibilidad) y pretender al mismo tiempo no enfadar a nadie. Credibilidad a cambio de que alguno que otro se pique y tenga que rascarse. No queda otra.
Tercero, la cuestión fundamental. El PSOE se enreda de nuevo en aquello que le ha hecho famoso en los últimos años, a saber: matizar, motear, enmendar, rectificar, en definitiva, complejizar intentando al mismo tiempo no ser contradictorio. Es muy difícil estar a favor del equilibrio presupuestario y de la reforma del actual 135 al mismo tiempo. Es muy difícil decir que se quiere reformar el 135 pero no denunciar el Tratado del Fiscal Compact, que es en realidad el que impuso en su momento la reforma de la Constitución. Es paradójico, en definitiva, acusar a PI de populismo por su propuesta de reestructuración de la deuda y defender una reforma que, curiosamente, es la que podría abrir la puerta a la propia reestructuración.
Ver másPodemos y Syriza: programas “idénticos”, estructuras muy diferentes
Mientras todo esto ocurre, los juegos del hambre, versión española, siguen abiertos y sin un vencedor claro, al tiempo que Rajoy-Snow se parapeta en el Capitolio-Moncloa. _________________________________
Antonio Estella es Catedrático Jean Monnet “ad personam” de Gobernanza Económica Global y Europea en la Universidad Carlos III de Madrid. Ha publicado recientemente 'España y Europa. Hacia una nueva relación' (Tirant Ediciones, 2014).
Antonio Estella
Los Juegos del Hambre es la excelente novela de Suzanne Collins que ha sido llevada recientemente a la gran pantalla, a modo de trilogía. En Los Juegos del Hambre se describe una sociedad aparentemente cooperativa pero en la práctica sometida al yugo de Snow, el Presidente de Panem. Panem es, en realidad, una proyección apocalíptica de los actuales Estados Unidos de América. Y Snow es un político con barba blanca completamente podrido, que cuando se pone gafas hace realmente difícil que no establezcamos un paralelismo entre él y quien lleva los destinos de nuestro país desde 2011. Pues bien, el tal Snow inventa un entretenimiento para que la gente olvide su distópica realidad: los Juegos del Hambre.