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Mota, la rosa de Anne y las de Pedroche

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Son 24 segundos, mucho menos de un minuto, los que marcan el final y comienzo del año. Pero las campanadas, a través de la tele, son un montón de imágenes y sonidos iguales y diferentes. Si jugamos al cambio compulsivo de canal, o grabamos y repasamos lo ocurrido en ese momento, coincidimos en tres imágenes: el reloj, Coca-Cola, y Estrella Galicia. Si atendemos a las palabras –y hacemos abstracción de los gritos de alegría impostada de los presentadores– nueva coincidencia: autopromoción de los contenidos y protagonistas de cada una de las televisiones. Y la gran contradicción, a pesar de los nombrados y olvidados calcos: cada cual en su balcón. Amplio, colgado sobre la Puerta del Sol, el de La 1; angostos, más como un tragaluz a la plaza, los de Antena 3 y laSexta; y dentro de la plaza de Sant Llorenç des Cardassars, sobre un templete, en el caso de tele 5.

Y los presentadores. Anne Igartiburu, catorce años consecutivos de campanadas y vestidos rojos en La 1, acompañada del debutante Roberto Leal, reportero y animador de espacios, que pasa de cadena en cadena hasta ese octubre de 2017, en que se convierte en la principal figura de esa edición de Operación Triunfo, y en omnipresente protagonista de los programas especiales durante toda la Navidad en TVE, con la gala de OT 2017-2018, las campanadas y la gala musical posterior de la cadena. Cristina Pedroche, sus ¿vestidos?, y Alberto Chicote, en Antena 3; los informadores Cristina Pardo e Iñaki López, de La Sexta,  entre las ironías y sarcasmos, y el "qué he hecho yo para merecer esto". Por último Jesús Calleja y Lara Álvarez, protagonizando la despedida solidaria-lavado de cara de Tele 5 desde la zona de Mallorca arrasada por agua y barro hace pocos meses.

 

Con ellos al frente, La 1 realiza una transmisión lineal, tradicional, previsible, y dominada por la gran rosa que Anne luce en uno de sus hombros. De rosas va también Antena 3, o lo que es lo mismo, Cristina Pedroche, con Chicote de comparsa; rosa en la capa que durante muchos minutos oculta el atuendo principal. Por fin la cámara se centra en ella, y en su discurso reivindicativo, mitad ecológico, mitad defensa contra las agresiones a las mujeres -¿era este el momento y el lugar para la proclama?-. Y por último se desvela el promocionado gran momento: Pedroche se quita la capa y aparece en bikini formado –cómo no– por rosas; menos mal que el alegato anterior fue, eso, anterior, al destape. Desde Sant Llorenç des Cardassars, Jesús Calleja recoge "la importancia" del ese momento al referirse al atuendo de su compañera Álvarez: "Quién ha dicho que una mujer no puede dar las campanadas con smoking".

 

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Al margen de los tañidos, el público de menores, mayores, y muy mayores –ya se sabe que los jóvenes pasan mucho de la tele, y en esta noche, más– asiste a una sucesión de números musicales, o algo parecido, con los protagonistas habituales de hoy, ayer y hasta anteayer, en las principales cadenas, mientras las secundarias se refugian en el cine. Y la excepción –como casi siempre– La 2, su Cachitos, y sus rótulos, que despiertan miles de comentarios en las redes sociales, a golpe de imaginación, sarcasmo y olvido de lo "políticamente correcto" –¿a qué otra cadena se le ocurriría subtitular una actuación de Bertín Osborne como "la Vox"?–. Otra mención aparte para José Mota y sus Retratos Salvajes: "Genial", "Insufrible", "que vuelvan Martes y Trece", "Comprometido y divertido"...  Miles y miles de comentarios contrapuestos, e igualmente radicales, aseguran que fue el espacio, previo a la medianoche, más visto.

 

Y poco más. Pasadas las horas y los visionados, el resumen nos deja como lo peor las continuas autopromociones y las repetitivas y millonarias publicidades de antes y después; como momento que rompe el glamour, el giro de Igartiburu y su imponente rosa, que permite ver la no menos impresionante maraña de cables, petacas, y demás artilugios técnicos que cubren su espalda. Y sobre todo, como mal endémico, la falta de valentía de todas las cadenas para innovar y ofrecer algo distinto a la tradicional sucesión de actuaciones musicales. Claro que, al menos, nos hemos librado del bochorno del año anterior, protagonizado en Tele 5 por los "protagonistas" de Sálvame.

Son 24 segundos, mucho menos de un minuto, los que marcan el final y comienzo del año. Pero las campanadas, a través de la tele, son un montón de imágenes y sonidos iguales y diferentes. Si jugamos al cambio compulsivo de canal, o grabamos y repasamos lo ocurrido en ese momento, coincidimos en tres imágenes: el reloj, Coca-Cola, y Estrella Galicia. Si atendemos a las palabras –y hacemos abstracción de los gritos de alegría impostada de los presentadores– nueva coincidencia: autopromoción de los contenidos y protagonistas de cada una de las televisiones. Y la gran contradicción, a pesar de los nombrados y olvidados calcos: cada cual en su balcón. Amplio, colgado sobre la Puerta del Sol, el de La 1; angostos, más como un tragaluz a la plaza, los de Antena 3 y laSexta; y dentro de la plaza de Sant Llorenç des Cardassars, sobre un templete, en el caso de tele 5.

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