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Negligencias en el relato histórico

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Joaquín Ramón López Bravo

El pasado 12 de octubre se celebró, como es sabido, la Fiesta Nacional. Es notorio el desafecto que una parte importante de la sociedad española (y no sólo los catalanes como se pretende hacer creer) siente por esa fiesta y por los símbolos de la nación española. Entrar a desgranar los diferentes motivos de esta desafección excede con mucho el fin de este artículo. Pero sí me referiré a los símbolos y en la forma en que aún se tratan en páginas oficiales del Gobierno español. Me causa extrañeza, o mejor dicho, profundo malestar, las incorrecciones que siguen existiendo en páginas del Gobierno, cuyo deber es mantener al día el relato histórico, huyendo de la visión sesgada que sobre la historia y los símbolos de España ofreció la dictadura y que con tanto cariño acogen algunas fuerzas políticas actuales.

En un documento del Ministerio de Defensa en el que se explican los símbolos de España, se dice, tras señalar que entre los sublevados proliferaban diferentes banderas, que: “…el presidente de la Junta de Defensa Nacional, general Cabanellas, firmó un Decreto, el 29 de agosto de 1936, por el que se recuperó la bandera tradicional.” El subrayado es mío. Porque no es totalmente cierto. Lo que se hacía en ese decreto era evitar que en el bando golpista proliferaran las banderas, pero existía una bandera nacional, que existió hasta del 1 de abril de 1939, que fue la bandera legítima del Estado republicano, adoptada en virtud del Decreto de 27 de abril de 1931. De hecho, no sería hasta el Decreto de 11 de octubre de 1945 cuando el régimen franquista aprobó el Nuevo Reglamento de Insignias, Banderas y Distintivos. El Gobierno debería ser cuidadoso con esos matices que parecen “blanquear” el golpe de estado franquista.

Lo cierto es que el golpismo intentó presentarse como legítimo heredero de la tradición monárquica, para entroncarse con una idea de España involucionista pero continuista y apegada a la tradición, y de ese modo tratar de justificar el golpe de estado y cuanto vino después. En esta misma línea y con estos mismos objetivos se produjo la “recuperación” del escudo de los Reyes Católicos. De hecho la mencionada página del Ministerio de Defensa asegura que: “En febrero de 1938, se dispuso que el escudo central fuera el de los Reyes Católicos colocado sobre el pecho de un águila negra y timbrado con una corona real abierta”. Falso. En su desesperado intento de remontar el régimen que estaba diseñando tan atrás como fuera posible, adoptó como escudo una falsedad que no se sostiene. Y eso sin contar con que en esa fecha aún subsistía el régimen republicano legal español, surgido de las urnas y no impuesto por la fuerza de las armas. Ese escudo sólo tenía valor para los golpistas y no sería el oficial hasta el mencionado Decreto de 11 de octubre de 1945.

Por otro lado, el escudo de los Reyes Católicos fue acordado en la Concordia de Segovia (1475) y contenía los diferentes escudos de los reinos que cada uno de ellos (Isabel y Fernando) aportaban a esa unión. Por parte de Isabel, Castilla y León (que se acordó fueran los primeros por la izquierda superior y los últimos por la derecha inferior) y por parte de Fernando, Aragón y las Dos Sicilias. Cuando en 1492 conquistan Granada, deciden ampliar el escudo colocando una granada abierta en el extremo inferior de escudo. Si bien este escudo presenta los símbolos del yugo y el nudo gordiano (Fernando) y la flechas (Isabel), no incluyen las columnas de Hércules con el lema “Plus Ultra”. Y ello porque no se supo a ciencia cierta que se había descubierto un nuevo continente “más allá” hasta 1507. Tampoco incluye el escudo de Navarra, ya que ésta se fusiona con el resto de los reinos peninsulares en 1513. Isabel falleció en 1504. Imposible, por tanto, que un escudo de los Reyes Católicos recogiera la heráldica de territorios que no pertenecían aún a la incipiente monarquía “de las Españas”. El texto del Ministerio de Defensa tampoco dice nada de esto y parece dar viso de certeza y verosimilitud a lo que es una simple chapuza histórica.

Otro ejemplo de esta visión sesgada de nuestra historia, aparece en la web del archivo histórico del Ejército del Aire. Cuando habla de la Guerra Civil se refiere al bando golpista como “Bando Nacional” y en un momento determinado afirma que el archivo histórico de 1936 a 1939 “…constituye una fuente de extraordinaria importancia para completar los estudios de la Guerra Civil a través de la actividad aérea del bando nacional,…”. Es evidente que completar estudios con la versión de un solo bando no ayuda a la necesaria imparcialidad de un estudio histórico. Llamar además al bando sublevado “bando nacional” es utilizar terminología franquista que trataba de arrebatar a los republicanos la legitimidad nacional que le correspondía. Además, hasta hace unos meses se recogían en dicha web biografías de pilotos sublevados tratados como héroes e incluso reseñando como heroicos los bombardeos a la  población civil. Y hay quien se extraña de que haya muchos españoles a los que la palabra “nacional” les produzca un escalofrío por la espina dorsal.

Dicho lo anterior y viendo cómo desde el Gobierno, cuarenta años después del fin de la dictadura, se siguen manteniendo relatos sesgados de la historia, me pregunto si realmente hemos hecho lo posible por cerrar las heridas del pasado, no sólo olvidar como si nada hubiera pasado, postura que se propugna desde los partidos del ámbito conservador español, sino cambiar realmente los valores sociales que nos representan, los símbolos que deberían representarnos. Ante esta pasividad de los diferentes gobiernos no es de extrañar ni el revuelo que ha causado todo el asunto del Valle de los Caídos con el traslado de los restos del dictador, ni que muchos militares hayan firmado un atroz documento defendiendo a quien, desde los medios oficiales de los diferentes ministerios, no se censura oficialmente su conducta y las de los con él sublevados.

Es preocupante que persistan mentalidades golpistas en el Ejército que lleven a la firma por casi mil militares de un manifiesto completamente ajeno a la verdad y la razón. Pero lo es mucho más que los diferentes gobiernos de la democracia, de distintos signos e ideologías, no hayan acabado en las publicaciones oficiales con estos restos del franquismo que alientan esa visión manipulada de una época de España que deberíamos olvidar y enterrar dignamente, empezando por encontrar a los “desaparecidos” por ese régimen golpista y criminal.

El pasado 12 de octubre se celebró, como es sabido, la Fiesta Nacional. Es notorio el desafecto que una parte importante de la sociedad española (y no sólo los catalanes como se pretende hacer creer) siente por esa fiesta y por los símbolos de la nación española. Entrar a desgranar los diferentes motivos de esta desafección excede con mucho el fin de este artículo. Pero sí me referiré a los símbolos y en la forma en que aún se tratan en páginas oficiales del Gobierno español. Me causa extrañeza, o mejor dicho, profundo malestar, las incorrecciones que siguen existiendo en páginas del Gobierno, cuyo deber es mantener al día el relato histórico, huyendo de la visión sesgada que sobre la historia y los símbolos de España ofreció la dictadura y que con tanto cariño acogen algunas fuerzas políticas actuales.

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