Pedro Sánchez en el bosque perdido

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La política española se ha convertido en la última década en un enrevesado bosque perdido. No es casual que los profesionales de la ciencia política hayan pasado a convertirse en colaboradores habituales de la mayor parte de los programas televisivos dedicados a la actualidad. Sin embargo, hay que reconocer que su tarea no resulta sencilla. Vivimos tiempos convulsos que requieren una visión renovada de la realidad, en la que el aprendizaje adquirido respecto a etapas anteriores no siempre sirve como referencia. Así que no resulta extraño acabar perdido en el bosque perdido.

Un caso especialmente llamativo es la reaparición de Pedro Sánchez a la cabeza del PSOE. Creo que no vale la pena malgastar una línea más en volver a reinterpretar la historia pasada. Agota discutir una y otra vez sobre lo que realmente pasó, que al parecer no está claro, y sobre por qué pasó, lo cual es absolutamente inescrutable.

Propongo un juego. Intentaríamos seguir a cierta distancia a Pedro Sánchez en su entrada a este bosque perdido. Veríamos qué caminos se le presentarían y qué podría hacer. Recomiendo al lector que, para hacer más provechoso este corto viaje, dejemos en casa la mochila de nuestra ideología. Nos desenvolveremos más ligeros. Con que llevemos una pequeña dosis de sentido común en el bolsillo deberíamos tener más que suficiente para regresar sanos y salvos.

Pedro Sánchez ha explicado que su objetivo es llegar a La Moncloa. Supongamos que el destino está en una salida de este bosque perdido. Así que, un día de estos, Pedro Sánchez empezará a caminar. Si no nos separamos mucho de su rastro veremos enseguida que surgen de inmediato hasta cinco rutas diferentes.

El primer camino es el que aparece de frente. Hay un cartel indicador que dice: “Gobierno en solitario”. Tiene una pinta extraordinaria. Parece frondoso a los lados, pero limpio de obstáculos y sin amenazas aparentes. Lo malo es que hay una valla que impide el paso y un aviso escrito bien claro: “Para acceder es imprescindible contar con 176 diputados del mismo partido”. Si Pedro Sánchez se para a pensar, recordará que no puede pasar. Posiblemente, ni sabrá cuántos diputados tiene realmente el PSOE, si 84 u 85, porque el asunto de Pedro Quevedo ha acabado siendo un lío.

A la derecha hay otra posible ruta. Hay que reconocer que la puerta de acceso es espectacular. Se ve que se han gastado un dinero. Tiene música ambiental, protectores solares que cubren el camino y vallas protectoras a los lados que evitan peligros inesperados. Se divisan fuentes  y árboles frutales. Se llama “La Gran Coalición” y el cartel que lo anuncia avisa de que se trata de un camino exclusivo y privado sólo para socios del club. En cuanto lo vea, Pedro Sánchez lo reconocerá. Es el que los militantes y votantes socialistas le dijeron a voces que nunca jamás se le ocurriera tomarlo, pese a que algunos grupos periodísticos, grandes empresarios e incluso veteranos compañeros dirigentes le hubieran contado las maravillas que iba a conocer si se adentraba por él. No cabe duda, no puede pasar.

Así que media vuelta. Justo enfrente, en el lado izquierdo se abre un camino que a Pedro Sánchez le resultará evocador. Situado en la puerta de entrada le invadirá una agradable sensación de placidez. Aparentemente, es una ruta sencilla, abierta, sin comodidades artificiales e inundada por la naturaleza en todo su esplendor. Un cartel lo identifica como “El camino de la alianza de la izquierda”. Abajo, en letra pequeña figura otro que dice así: “Aviso Importante. Este es un camino público, abierto y fraternal. Para deambular por él basta con reunir a 176 diputados de diferentes formaciones indudablemente de izquierdas”. Pedro Sánchez empezará a echar cuentas. Puede avisar a su nuevo amigo Pablo Iglesias. Puede invitarle a venir. Su grupo tiene 71 diputados que más los 85 del PSOE suman 156. Faltan 20. Así que por este camino no se puede.

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Al lado, aparece otra posibilidad de lo más llamativa. Se trata de una ruta con varias puertas de entrada. Tiene un nombre curioso: “El camino de la independencia”. Debajo figura un rótulo aclaratorio: “Se necesitan 176 diputados de diferentes partidos. Cada grupo entra por una puerta distinta. Y puertas no faltaban: una para el PSOE (85 diputados); otra para Unidos Podemos, con unas puertas más pequeñitas para sus confluencias (71); otra para ERC (9); una más para PDCAT (8); la del PNV (5), y al fondo la de Bildu (2)”. Al final, resulta que suma: ¡180! Pero había una segunda leyenda: “Al entrar en el camino, cada grupo vota por separado si siguen juntos o no. Abstenerse de entrar los que no acepten esa norma. Aquí se sabe cómo se entra, pero no cómo se sale”. Así que la aspiración de Pedro Sánchez de recorrer el camino en un grupo unido y consistente de principio a fin quedaba descartada. Por este camino, tampoco se puede.

De cinco rutas, cuatro descartadas. Cuatro barreras insalvables. El problema es que el último que quedaba no tenía muy buena pinta. La puerta estaba a medio hacer. Tenía piezas de distintos estilos y materiales. Además el camino ni siquiera estaba esbozado. Había matorrales y maleza que dificultaban ver en qué condiciones estaba realmente. Lo que sí tenía era nombre: “El camino de las fuerzas del cambio”. Debajo explicaba una norma: “Hace falta reunir al menos a 176 diputados. En caso de pertenecer a grupos diferentes tendrán que acordar conjuntamente cada decisión”. A la izquierda de la puerta estarán los 71 diputados de Unidos Podemos y a la derecha, de espaldas a ellos, los 32 de Ciudadanos. Los 85 del PSOE, con Pedro Sánchez al frente, se acercarán. Pedro hará cuentas mentalmente (85+71+32=188). Sin embargo, a medida que se acerque a la puerta observará cómo ambos grupos se marchan cada uno por su lado dejando la entrada del camino vacía. Así que cuando llegue a la puerta, asumirá que por esta última ruta tampoco puede entrar.

A partir de aquí, no hay muchas alternativas. La más evidente ya la ha anunciado el propio Sánchez. Se trata de intentar abrir un territorio de negociación en el que las principales fuerzas de oposición busquen acuerdos puntuales que deriven en iniciativas parlamentarias. Lo ha bautizado como “Oposición de Estado”. De esta forma, paso a paso podría intentarse sacar adelante cambios en algunas de las políticas implantadas por el PP. Estos procesos van a marcar sin duda la actividad política de los próximos meses. No hay otra posibilidad. Aunque siempre hay quien tiene soluciones más sencillas. Una la escuché esta semana en boca de un tertuliano televisivo: ¿Para qué pretende Pedro Sánchez ser presidente del Gobierno si ya tenemos uno? ¡Que se esté quietecito y deje gobernar a Rajoy!

La política española se ha convertido en la última década en un enrevesado bosque perdido. No es casual que los profesionales de la ciencia política hayan pasado a convertirse en colaboradores habituales de la mayor parte de los programas televisivos dedicados a la actualidad. Sin embargo, hay que reconocer que su tarea no resulta sencilla. Vivimos tiempos convulsos que requieren una visión renovada de la realidad, en la que el aprendizaje adquirido respecto a etapas anteriores no siempre sirve como referencia. Así que no resulta extraño acabar perdido en el bosque perdido.

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