PLAZA PÚBLICA
Biblioteca Pública “Almudena Grandes”
¿Cómo puede no haber en Madrid una biblioteca que se llame así?
Pueden ser muchos los criterios que se manejen para “bautizar” bibliotecas, siempre cabe el debate. Si repasamos los de las bibliotecas de las redes de Madrid, las de distrito, dependientes de la Comunidad de Madrid o las municipales, dependientes del Ayuntamiento, podemos deducir cuáles han sido tales criterios.
Destaco ahora, por encima de todos, otros que también podrían tenerse en cuenta, y que me parecen decisivos y mucho más importantes que algunos otros, como la capacidad de las o los elegidos para hacer lectores y cuidarlos, para contribuir activamente a que la lectura forme parte de la vida de las personas y a que todas ellas tengan lectura a su alcance. Estas son funciones inexcusables de la biblioteca pública y, en concordancia, deberían ser la vocación de los llamados a compartir su nombre con el de una biblioteca. Nadie como Almudena Grandes representa tal vocación.
Ella era y es lectura. Sus libros se conocen y se leen. No hace falta recurrir a estadísticas y datos, solo ver el estado en que se encuentran sus libros en las bibliotecas, el número de préstamos, las veces que se reponen
Ella era y es lectura. Sus libros se conocen y se leen. No hace falta recurrir a estadísticas y datos, solo ver el estado en que se encuentran sus libros en las bibliotecas, el número de préstamos, las veces que se reponen. Sus recomendaciones entusiastas se siguen. Gracias a ella conocí a Zulaijá o Suyos eran los pájaros…
Con ella estaba garantizada la asistencia a encuentros con autores o autoras, clubes de lectura, conferencias… Y los lectores, las lectoras, acudían a ellos con los libros leídos y reflexionados. Vividos. Nunca faltaban aportaciones, preguntas, comentarios. Nunca faltaba pasión por la lectura. Todos los participantes acudían con un libro en las manos o una versión digital en su aparato. El interés superaba aforos y previsiones. El tiempo establecido se rebasaba y llegaban los lamentos cuando había que acabar porque la biblioteca tenía que cerrar. La biblioteca de Chamberí o la de Villaverde.
Cuando organizar estas actividades suponía superar cierta angustia por el riesgo a una asistencia reducida (recuerdo encuentros con excelentes autores con cuatro asistentes…) ella concitaba tal fervor, respondía tanto a las expectativas, suscitaba tanto entusiasmo, que contar con ella era una garantía de éxito.
No se me ocurre un nombre más idóneo que el de Almudena Grandes para nombrar una biblioteca. No se me ocurre nadie que se merezca más que ella que así sea. Hasta el 27 de noviembre y no digamos a partir de ese triste día.
Decididamente no puedo entender que no haya en Madrid una biblioteca pública que se llame Almudena Grandes, como las habrá en otros municipios, en muchos institutos y en muchos corazones.
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Elena Ezquerra es bibliotecaria, actualmente jubilada.