Una bomba como un aviso de bombas
Una bomba de la segunda Guerra Mundial descubierta en la Gare du Nord puede ser un aviso de las circunstancias que están removiendo el mundo, un grito de desesperación ante un futuro no demasiado esperanzador para la paz y para la solidaridad entre países. Una bomba puede ser la voz de la ciudadanía increpando a todos aquellos que rearman su condición de defensa con un incremento de los gastos militares frente a una disminución de los presupuestos dedicados a servicios sociales; pero puede ser también un alegato que active esos resortes de la acción bélica como una circunstancia que pone de manifiesto, no la fuerza, sino la debilidad del diálogo y la ayuda mutua. Una bomba en la Gare du Nord puede ser la culpa de un continente que se está viendo amarrado por un poder superior, y su contestación; o puede ser la revelación de un concepto bélico y todo lo que supuso para el proyecto europeo.
Una bomba de la segunda Guerra Mundial es el hito necesario para saber en qué punto exacto estamos del camino.
Y con esta sorpresiva manera de meter conciencia de lo que puede llegar a ocurrir, los países que componen la Unión Europea, y que sentían la protección de América (esa que ahora es “first” por encima de un continente que está siendo “second”), reúnen a sus líderes para proyectar una idea de defensa que es más bien un ataque, un compromiso con la seguridad que quizá sea un abandono de la seguridad y del amparo social, un desbarajuste propiciado por la fuerza del hombrecillo americano que se aupó a la presidencia hace tan solo unos días y de la amenaza de invasión (curioso concepto en los tiempos que vivimos) de un líder ruso parapetado detrás de los discursos de la Casa Blanca.
La geopolítica está dando motivos para asimilar que las circunstancias en las que los europeos hemos vivido pueden saltar por los aires
Ahora será tiempo de pensar en las respuestas a preguntas del tipo: ¿Qué papel jugará España en la posible acción bélica de defensa ante un nuevo orden mundial? ¿Cómo abordarán las instituciones la disminución presupuestaria para defender algo que venía siendo la estrategia de todos los gobiernos, independientemente de las siglas que los sustentaran, y que dimos en llamar “calidad de vida” o “paz social”? ¿De qué manera la ciudadanía, ahora inmersa en una nueva guerra fría que podría calentarse, recibirá la actitud de sus países para la acción bélica? ¿Qué trinchera nos tocará defender y a qué precio? ¿Podríamos pensar en una objeción de conciencia global dentro del marco de las amenazas y las invasiones, o nuestra conciencia moral no está para objeciones? ¿Qué diablos hacemos ahora?
La geopolítica está dando motivos para asimilar que las circunstancias en las que los europeos hemos vivido pueden saltar por los aires. Y no es que nuestras condiciones de vida tuvieran un especial interés; pero estamos en un momento de regeneración política que merecería una pausa en ese alegato de defensa y ataque para propiciar una conducta de acercamiento a la paz y, desde luego, al alejamiento de lo bélico como respuesta a las nuevas circunstancias que tratan de debilitar la construcción de un edificio envejecido, pero con serias posibilidades de ser restaurado.
La democracia, como la argamasa que sedimente los muros de la reconstrucción, es la moneda de cambio con la que ir abordando los procesos de calma, apagando los gritos que suenan a guerra, debilitando las actitudes de los que han iniciado la posibilidad de que esto estalle. Y de democracia sabemos un poco.
Una bomba en la Gare du nord está llamando inconscientes a los líderes de los países que componen la Unión Europea, así, sin más discursos que sostengan eslóganes antibelicistas o propósitos de enmienda. Una bomba está avisando de que una vez hubo bombas que inundaban los cielos de Francia, de Inglaterra, de Alemania, de España, etc. Y llegaron a ser bombas de hambre, de desesperación, de ruina, de miedo, de furia ante las injusticias que explosionaron con ellas en los territorios de la paz.
Una sola bomba para parar la fuerza destructora de las bombas. En la Gare du Nord, como quien no quiere la cosa.
________________________
Javier Lorenzo Candel es poeta.