Carrera y familia en sociedades masculinizadas

Javier Lorenzo Candel

Han pasado más de cincuenta años desde la conferencia de Tillie Olsen en la que, bajo el título “Una de doce. Mujeres escritoras en el siglo XX”, destinada al Foro de Escritoras del siglo XX de la Asociación de Lenguas Modernas, hacía un balance de la situación de la mujer en el ámbito de la literatura en 1971, y el libro de la premio Nobel de Economía Claudia Goldin titulado Carrera y familia, publicado recientemente en español en la editorial Taurus.

Ambas analizan cuáles son los asuntos que ocupan a las mujeres en los diferentes momentos de la historia reciente, ambas acuden a la revisión de la vida laboral en su conjunto para ofrecer un balance del contexto en el que éstas abordan la creación; ambas llegan a conclusiones que, pese al tiempo transcurrido, tienen puntos concomitantes, asunciones de responsabilidad familiar que dificultan ya no solo el trabajo de escribir, sino también el de la promoción de la obra y las consecuencias laborales que nacen de cierta invisibilidad, del trabajo que supone la crianza de los hijos y de la responsabilidad ante el esfuerzo de la mujer para resolver sus obligaciones de vida. 

Olsen habla de escritoras que no contrajeron matrimonio para poder asumir las dificultades que conlleva una carrera literaria, alejadas así del asunto paralizante de la maternidad en términos de asunción de responsabilidades que impidieran trabajar para triunfar dentro del mundo literario, copado por hombres, donde se planteaba una calidad inferior de los libros escritos por ellas, además de una experiencia mucho menos apasionante por el mero hecho de ser mujer. 

Una parte de las escritoras analizadas por Olsen activa no solo mecanismos de alejamiento y ocultación de lo que supone su propio sexo, sino también autocensura para crear una obra literaria que tuviera que ver con el canon de las sociedades masculinizadas, escondiendo la posibilidad de contar desde la perspectiva real de su mundo, desde la particularidad de sus sensaciones o desde la colectividad de las escritoras que intentaban ampliar el caudal de las lectoras como defensa de su trabajo. 

Pero la altura de la aspiración literaria, dice Tillie Olsen, quedaba rebajada por la idea de que, como las chicas acabarían casándose, la escritura no sería más que la obtención de una dote que se gastará más tarde, siempre a merced de las circunstancias de la verdadera vocación: el esposo y la familia. 

Los ejemplos de escritoras que sí triunfaron en esa época tienen que ver con mujeres desarraigadas de su condición femenina

Así las cosas, los ejemplos de escritoras que sí triunfaron en esa época tienen que ver con mujeres desarraigadas de su condición femenina, aisladas del flujo de un mensaje creado para fortalecer su visión del mundo y abandonadas a su suerte en la pérdida de autoestima, el abandono de aspiraciones y la confianza para escribir. Una sociedad literaria particularmente dura para aquellas que decidieron intentar vivirla con plenitud.

Si a esto le añadimos la dificultad que supone la conciliación familiar con el trabajo de escribir, la tarea de ser madre y esposa, servicial y hacendosa en su casa, obtendremos un espacio cada vez más reducido para el trabajo creativo, ocupación que acabaría desapareciendo dentro de las obligaciones cotidianas. 

Las cosas no han cambiado mucho si atendemos al análisis de Claudia Goldin. Porque las tesis que defiende tienen mucho que ver, contando esos años ya de distancia entre la sociedad americana de los 70 y la actual, con las que estaba planteando Olsen en su conferencia. 

Sobre las bases de la desigualdad de género, la premio Nobel de Economía va esbozando la complejidad de la mujer en la carrera universitaria, los obstáculos que estas se encuentran para afirmarse como mujeres investigadoras, con solvencia e interés dentro del contexto universitario; pero también la actitud, que tiene que ver con la fuerza cultural de las sociedades actuales, de resignarse a ser la que pierde dentro del núcleo de la pareja, reduciendo sus ilusiones para volcarse en el cuidado de los hijos y para dar estabilidad al hogar, con la consiguiente pérdida de empleo. 

La planificación del éxito futuro de la familia tendría que ver con el éxito del hombre, procurando en la mujer una actitud de renuncia a favor de aquél

La planificación del éxito futuro de la familia tendría que ver con el éxito del hombre, procurando en la mujer una actitud de renuncia a favor de aquél, apoyando desde sus obligaciones derivadas de la maternidad y el hogar la carrera de sus maridos, fomentando un clima de tranquilidad que aporte en él la posibilidad de promoción laboral e intelectual, sin la actitud de conservación del trabajo remunerado de ella.

La mujer, así, queda relegada a sostener la familia por encima de sus objetivos reales, o desfondada para sacarle horas a un día que debería contener tiempo para su carrera. Y no pensemos que esto pertenece ya a tiempos pretéritos porque, a tenor de los balances que se manejan en el libro, las circunstancias no han cambiado tanto.

Existe, no obstante, una revolución silenciosa que está aportando valor a las mujeres en el ámbito de la literatura y en el laboral, incrementando la presencia de tituladas en los más altos puestos de responsabilidad y ocupando espacios en las mesas de novedades de las librerías. Hay, por tanto, un reconocimiento social para contextualizar el lugar de las mujeres en el siglo XXI, la importancia de movimientos activos que propongan gobiernos dirigidos por ellas, empresas que hallen su fuerza en su perspectiva de trabajo, una visión económica, social, humanista que nazca desde el concepto feminista para dotar de nuevas vías de desarrollo al tiempo que nos queda por vivir. Aunque parece hacerse todavía con la boca pequeña.

Pero cuidado, porque existe también el peso enorme de una cultura que tiende a estructurar sociedades machistas, altamente masculinizadas, para empezar a hablar de una revolución, esta mucho menos silenciosa, que practique aquello de “la pata quebrada” como condición general para las mujeres. Una sociedad derechizada que influye de manera notoria en una juventud que debería atisbar un futuro en igualdad (una parte significativa de la nueva incorporación al voto tiende a apoyar partidos vinculados a movimientos ultraderechistas), y no seguir doctrinas reduccionistas y profundamente excluyentes de la labor que las mujeres aportan al contexto de las sociedades futuras. 

Corremos el riesgo de que las tesis de defensa de Tillie Olsen respecto a las escritoras de la América de los años 70, y las estadísticas que maneja Claudia Goldin en nuestros días, puedan verse oscurecidas, invisibilizadas, olvidadas por un contexto de apagamiento de la conciencia de la mujer en mundos que ignoren sus capacidades, la aportación intelectual, la fuerza en su discurso. 

Deberemos evaluar los mensajes de odio, los excluyentes, denunciar cualquier tipo de radicalismo que entorpezca la libertad de las sociedades y el respeto mutuo como motor de marcha, pero será también necesario defendernos de la ignorancia o la cancelación respecto a la literatura escrita por mujeres, al trabajo de ellas en las grandes empresas mundiales, a la fuerza de los valores y de las acciones políticas, al ámbito de la investigación y la cultura, para concluir que el suelo es fértil, en palabras de Tillie Olsen, no solo para la literatura y los procesos creativos que cuelgan de ella, sino también para la vida. El motor económico, dice Claudia Goldin, no funcionará si le faltan la mitad de los cilindros. 

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Javier Lorenzo Candel es poeta. 

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