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Si a todos nos ha quedado claro que la ciencia es nuestra más potente aliada para salvaguardar la salud pública, es indiscutible que el uso de colaboraciones científicas entre naciones potenciará aciertos y soluciones hacia problemas comunes. En la actualidad, la pandemia ha provocado la necesidad de seguir avanzando en una abrumadora carrera en la que no solo se compite por ser los primeros a escala mundial, sino, más bien, en una modalidad de relevos, pasando el testigo para derrotar al enemigo común que en este último año ha sido el coronavirus.
El ímpetu de construir asociaciones y relaciones internacionales constructivas responde al hecho de que fortalecer la diplomacia científica española conforma una salida directa al uso del método científico en la resolución de los grandes retos globales, una afirmación respaldada por las palabras del ministro de Ciencia e Innovación, Pedro Duque.
Y precisamente en este camino hacia el impulso de la internacionalización del sistema español de ciencia, tecnología e innovación me estoy refiriendo a la diplomacia científica como la herramienta que puede impulsar a nuestro país como motor de avance social y económico en pro de la globalización. De todos los progresos y descubrimientos que sin importar de qué lado del océano nazcan, favorecen al conjunto de la humanidad.
Porque en un mundo que cambia a cada segundo que pasa, que mejora nuestra calidad de vida pero que a la vez también se cobra un precio muy alto, siempre encontramos refugio en la ciencia, en la tecnología y en la innovación. Son la respuesta segura y en todos los ámbitos de la sociedad contemporánea a la hora de atraer y generar avances científicos, hallazgos y talento como marca definitiva de un país. Y de eso, en el nuestro, tenemos materia prima de sobra.
A raíz de todo esto, me gustaría celebrar el reciente nacimiento de la Alianza de Diplomacia de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Unión Europea para abordar los grandes desafíos, los que no entienden de fronteras, y de la que la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) será miembro fundador.
Aunque no todos somos diestros en términos científicos, aprovecho para insistir en la importancia de la transmisión de este tipo de conocimiento que hace partícipe a la sociedad en general de las claves y aplicaciones particulares de la ciencia a todos los niveles, este compromiso va a fomentar la integración de la diplomacia científica y sus prácticas en la Unión Europea, lo que en otras palabras nos beneficiará con formación y desarrollo de capacidades institucionales en nuestro país.
Es decir, nuestras científicas y nuestros investigadores tendrán la oportunidad de interactuar con otros profesionales dando forma a una macro comunidad experta que desarrolle nuevas fórmulas, dé forma a nuevos proyectos y vida a inventos para seguir mejorando nuestra existencia. De hecho, ya contamos con una entidad de diplomacia científica europea fuerte, y el papel de España no puede ir en detrimento de las mejoras mundiales, al contrario, todos y cada uno de los agentes tienen que avanzar a la misma velocidad.
Y por ello es lícito reconocer que no es un tema tabú para el Consejo de Ministros, al contrario. Dentro de la Estrategia de Acción Exterior 2021-2024 hay un apartado específico sobre Diplomacia Científica que insiste en la necesaria colaboración entre el Ministerio de Ciencia e Innovación y el Ministerio de Asuntos Exteriores, relación que debe propiciar una hoja de ruta conjunta que contribuya activamente al diseño de la diplomacia científica en Europa, en la línea marcada por la Declaración de Madrid sobre esta materia.
Los objetivos dentro de esta interfaz de ciencia y diplomacia van encaminados al establecimiento de la ciencia como una dimensión fundamental de la acción exterior española, creando un mecanismo de colaboración en el que también destacan las redes de nuestros científicos y científicas en el extranjero.
En definitiva, una oportunidad que nos permite creer en una diplomacia científica que en el futuro dará cabida a unos beneficios que nos ahorrarán tiempo, mejorarán nuestro modelo productivo y aumentarán nuestra calidad de vida.
Ver másDesde un lejano enero de 2020
Tal y como la idea del trabajo en equipo se puso de moda protagonizando las cualidades de muchos currículums, cuyos aspirantes pretendían sobresalir presumiendo de un carácter abierto, europeísta, es hora de que el término se eleve a la máxima potencia. De seguir corriendo en relevos, como comenzaba este artículo, aportando y apoyándonos para llegar juntos a meta. Para alcanzar una verdadera diplomacia científica en nuestro país, en consonancia con el resto de las potencias europeas.
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Javier Alfonso Cendón es Diputado por León y Portavoz de Ciencia e Innovación del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso de los Diputados.
Si a todos nos ha quedado claro que la ciencia es nuestra más potente aliada para salvaguardar la salud pública, es indiscutible que el uso de colaboraciones científicas entre naciones potenciará aciertos y soluciones hacia problemas comunes. En la actualidad, la pandemia ha provocado la necesidad de seguir avanzando en una abrumadora carrera en la que no solo se compite por ser los primeros a escala mundial, sino, más bien, en una modalidad de relevos, pasando el testigo para derrotar al enemigo común que en este último año ha sido el coronavirus.
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