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Ciencia y clase política

Jesús Lizcano Álvarez

Todos sabemos que la Ciencia es esencial para el progreso humano, y sus avances son y serán la base fundamental para la mejora de nuestra sociedad. Sin embargo nuestra clase política, y en concreto los diversos partidos y formaciones políticas vienen ninguneando a la Ciencia e incluso menospreciándola descaradamente en sus objetivos, sus programas electorales, o en sus debates parlamentarios. El apoyo político a la investigación científica es realmente escaso, tanto en términos absolutos como en comparación con los países desarrollados de nuestro entorno.

La clase política ha de despertar de una vez de ese letargo de indiferencia respecto a la Ciencia, y ponerse las pilas de una forma conjunta y coordinada en las instituciones y órganos de poder, siendo urgente que las formaciones políticas firmen un Pacto por la Ciencia, en el que se contemplen los aspectos cualitativos y cuantitativos más importantes y apremiantes para el progreso científico e investigador en nuestro país. Veamos algunas reflexiones y propuestas que pensamos se deberían considerar dentro de ese amplio acuerdo político.

Resulta urgente, en primer lugar, incrementar el esfuerzo económico que se dedica en España a la Ciencia y la investigación (1,34%), hasta llegar al 2% del PIB (2,12% de media en la UE); estamos lejos de otros países desarrollados, que dedican más del 3% a la misma. Además, en población activa dedicada a I+D (9,9%) nuestro país ocupa la penúltima posición de la UE (promedio 13,4%). Para mejorar se deberían acordar medidas firmes que impulsaran las inversiones tanto públicas como privadas.

Es fundamental, por otra parte, impulsar el libre acceso al conocimiento científico como un derecho fundamental de los ciudadanos, ya que propicia el progreso social al permitir el acceso libre y generalizado a los conocimientos científicos o académicos sin impedimentos económicos o tecnológicos. La generalidad de las publicaciones científicas, y especialmente las financiadas con fondos públicos, deberían ser por ello libremente accesibles a los investigadores, docentes, estudiantes, medios de comunicación y al conjunto de los ciudadanos.

De esta forma se podría además compensar en alguna medida la actual situación de un buen número de revistas científicas consideradas como de élite, pertenecientes sobre todo a tres grandes grupos editoriales a nivel internacional, que hacen un importante negocio económico facturando muchos miles de millones de dólares mediante el cobro de suscripciones muy caras por la revistas, a la vez que exigiendo frecuentemente altos precios a los autores por publicar en ellas sus artículos.

Es también muy necesario fomentar la utilidad social y el retorno de la investigación científica a los ciudadanos, potenciando los mecanismos institucionales, fiscales, etc. que impulsen esa transferencia social y la utilización de sus resultados por parte de las empresas y otros agentes económicos y sociales. En este contexto es necesario fomentar especialmente la transferencia social de las universidades, incentivando no solo las publicaciones del profesorado en revistas JCR –a menudo de un limitado número de lectores–, sino asimismo las publicaciones divulgativas y de alto impacto social, así como también las tareas de docencia universitaria, que siendo fundamentales para el avance y difusión del conocimiento, suelen estar inconcebiblemente minusvaloradas en la evaluación del profesorado universitario en relación con las tareas investigadoras, lo cual tiene un alto coste de oportunidad social en una buena parte de las áreas de conocimiento.

La clase política debería aprender algunas cosas del contexto y la realidad de la Ciencia, en la que siempre podrán coexistir distintas verdades científicas, y no como creen a menudo numerosos políticos, que solo hay una verdad: la suya

Es además muy importante fomentar la innovación científica mediante el impulso de la orientación extensiva de la ciencia, y no solo de la intensiva, y ello a través del fomento de la multidisciplinariedad (confluencia de disciplinas) y de la interdisciplinariedad (convergencia de disciplinas). La cooperación y la utilización compartida de técnicas y procedimientos de investigación por distintas disciplinas (frente al habitual principio de especialización en cada disciplina) están marcando el presente y el futuro del avance de la Ciencia.

La clase política, además de trabajar más en aras del progreso científico, debería de paso aprender algunas cosas del contexto y la realidad de la Ciencia, en la que siempre podrán coexistir distintas verdades científicas, y no como creen a menudo numerosos políticos, que solo hay una verdad: la suya. Un breve ejemplo: si una persona está en un determinado momento inmóvil, se puede decir que su velocidad de movimiento es cero, pero también se podría afirmar que su velocidad es de 1000 km/h, ya que la Tierra (y con ella los 7.800 millones de personas que la habitamos) rota sobre sí misma a esa velocidad. También es posible pensar que esa persona va a más de 100.000 km/h, ya que ésta es aproximadamente la velocidad a la que se desplaza nuestro planeta en su movimiento de traslación alrededor del Sol. Las tres posturas tendrían su razón o su verdad, no cabiendo una actitud exclusivista y radical como la que impera frecuentemente en nuestros foros e instituciones políticas.

Que nuestros dirigentes políticos y gobernantes consideren la Ciencia como un asunto de Estado, y que tienen que actuar urgentemente en aras de impulsar la investigación científica en nuestro país es evidente, como también lo es que tendrían que aprender en sus decisiones de los procedimientos científicos, basados en la realidad, los hechos y los datos, y no en posturas ideológicas o partidistas a menudo sin ninguna base empírica o racional.

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Jesús Lizcano Álvarez es Catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid, académico de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras, cofundador y expresidente de Transparencia Internacional España y director de la revista Encuentros Multidisciplinares

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