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Acabó la COP de Glasgow y ahora toca hacer balance. Pero en el balance hay que tener en cuenta que hay dos COP. La de los gobiernos y la de los actores no estatales (las regiones, las ciudades, las empresas, las universidades, las ONG…).
Veamos primero la COP de los gobiernos, la que concentra todos los focos. Hay un balance rápido comparando lo que la situación de emergencia climática exige con lo que han acordado los gobiernos del mundo por consenso. La respuesta corta es que los gobiernos no hicieron lo necesario en este momento de la historia de la humanidad.
Cuando hablo con personas que no entienden el motivo que explica ese reiterado pecado de omisión de los países en las Cumbres del Clima, pongo sobre la mesa una situación similar que conocen en su mayoría: lograr un acuerdo por consenso en una comunidad de vecinos con casi 200 propietarios sobre la reforma del patio común de entrada. Con esa analogía empiezan a entender la dificultad de los acuerdos climáticos.
Así y todo, en la COP de los gobiernos del mundo se han producido avances relevantes. Por ejemplo, ha quedado asentado que el objetivo común hoy es no sobrepasar 1,5 grados de aumento de temperatura respecto a los niveles preindustriales. Todos los países, las empresas, las regiones, las ciudades deben examinar lo adecuado de sus objetivos en relación con si son útiles o no para la consecución de ese objetivo. Ha quedado asentada la idea de que es necesario que los gobiernes renueven la ambición climática cada año y no cada 5. Incluso la versión diluida sobre los combustibles fósiles que al final acabó en la declaración final señala el fin del carbón y de las subvenciones a los combustibles fósiles. La enmienda de India cambió el texto, pero no cambió el contexto. La era de los combustibles fósiles está en sus horas finales, la declaración de Glasgow lo ha ratificado.
En la otra COP, en la que el consenso no impera y lo que cuenta es la voluntad de los promotores de las iniciativas, se han presentado, como nunca antes en una cumbre climática, un gran número de iniciativas que introducen cambios muy relevantes en el “estado del arte” de muchos sectores económicos. Más de 400 entidades financieras han comprometido 130 billones de dólares para financiar la transición hacia una economía neutra en carbono. La reducción de un 30% del metano para el año 2030 a la que se comprometieron varias decenas de países, el límite para la venta de coches con motores de combustión que un diverso y potente ecosistema de actores públicos y privados rubricó y el acuerdo entre China y Estados Unidos para la cooperación climática son solo algunas de las iniciativas voluntarias que se presentaron en la COP26. Hay más, es bueno conocerlas. Nos son perfectas, pero son palancas de cambio que deben ser utilizadas por los constructores de una economía neutra en carbono.
La COP26 no fue lo que debería haber sido, sí. Pero la causa climática ha avanzado bastante en esta COP26. Los "frenadores” de esa causa lo tienen peor hoy que antes de la celebración de la cumbre de Glasgow. Algunas organizaciones hablan de fracaso total y, sin quererlo, menguan gravemente la voluntad colectiva de cambio. La reiteración de que no hay avances, de que todo es un fracaso, enferma la esperanza.
El Secretario General de Naciones Unidas lo dijo bastante claro: el documento acordado refleja los intereses, las contradicciones y el estado de la voluntad política en el mundo hoy. Remover esos intereses y activar la voluntad política es la tarea de nuestra generación. Una tarea sobrehumana, de cumplimiento improbable, pero millones de personas en todo el mundo, entre las que me incluyo, hemos decidido que todavía no ha llegado el momento de rendirse. Seguimos.
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Víctor Viñuales es director ejecutivo de ECODES.Víctor ViñualesECODES
Acabó la COP de Glasgow y ahora toca hacer balance. Pero en el balance hay que tener en cuenta que hay dos COP. La de los gobiernos y la de los actores no estatales (las regiones, las ciudades, las empresas, las universidades, las ONG…).
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