En defensa del derecho al aborto

4

Lídia Guinart Moreno

Las mujeres no hacemos más que recibir malas noticias. Hablo de las mujeres, así, en general, y lo hago a conciencia, pensando en más de la mitad de la Humanidad. Porque hay cuestiones que afectan a todo el mundo y otras que nos afectan de manera particular a nosotras. Entre las primeras, sean de la naturaleza que sean, prácticamente siempre habrá un componente específico que haga que salgamos las mujeres perdiendo. Por ejemplo, las guerras. La cercana de Ucrania, que implica una violencia desatada contra la población y en particular violencia sexual contra ellas. Contra las que se han quedado en el país y contra las refugiadas, algunas de las cuales están siendo objeto de trata con fines de explotación sexual. Para combatirlo, el grupo parlamentario socialista en el Congreso ha propuesto una modificación del Código Penal. Pero también pienso en las mujeres que viven en otros países en guerra o donde las libertades y sus derechos brillan por su ausencia. No nos olvidamos, entre muchas otras, de las mujeres afganas. 

Hay, además, temas que nos afectan de manera específica a las mujeres. Los que tienen que ver con nuestros derechos sexuales y reproductivos se llevan la palma. Nuestra sexualidad siempre ha estado al servicio de los varones. Nunca ha importado a no ser que sea en condicional, supeditada a sus intereses y privilegios. Por eso tantas resistencias a abolir la prostitución, tantos contraargumentos y excusas de lo más diversas. Desde que no podremos acabar con algo que ha existido siempre hasta que tenemos que dejar de meternos en la "libertad" de quienes ejercen algo que pretenden sea un trabajo, si no una profesión. Pónganse entonces ustedes, señora regulacionista, señor putero o proxeneta, a ejercer libremente ese trabajo, ya están tardando. Eso de supeditar nuestra sexualidad a los deseos de los hombres ha sido así a lo largo de la historia. Cierto que hemos ido avanzando con logros como el derecho al aborto, pero ahora, en pleno siglo XXI, las derechas reaccionarias de todo el mundo pretenden una involución. 

Estamos ante una cuestión trascendental que las mujeres, feministas o no, de derechas o de izquierdas, deberíamos defender sin dudarlo ni un segundo

Hace unos días nos despertamos con la noticia, llegada del otro lado del Atlántico, de que el Supremo de los Estados Unidos de América la emprende contra el derecho al aborto. De nuevo, la misma embestida patriarcal cercenadora de derechos que, cual ola amenazadora, aparece recurrentemente para llevarse consigo todos los pasos hacia adelante que hayamos dado. Unos pasos que cuestan lustros, decenios y hasta siglos en conseguirse pueden desaparecer de un plumazo, en un instante de descuido democrático. 

En Europa no debemos bajar la guardia, ejemplos tenemos de situaciones parecidas a las de EEUU y no hay que ir muy lejos. El feminismo es fuerte y combativo y suerte que tenemos este movimiento que no ceja en su empeño de socavar los cimientos de la sociedad patriarcal, aunque esta se empeña a su vez en resurgir bajo formas y con alianzas insospechadas. La memoria es traicionera, pero no podemos consentir que nos haga olvidar que el Partido Popular ya intentó acabar, hace apenas una década, con el derecho al aborto en España. La derecha es la derecha y lleva a cuestas hipotecas ideológicas que lamentablemente no cambian. Es más, la carga retrógrada se agrava cuando va de la mano de la ultraderecha. En Vox no están de acuerdo no ya con la ley de plazos sino tampoco con la de supuestos, porque se oponen a que las malformaciones deban ser motivo de interrupción voluntaria del embarazo. No en vano en sus filas militan miembros del Opus Dei que, cada vez que suben a la tribuna del Congreso, lanzan improperios contra las que defendemos el derecho de todas las mujeres a decidir si continúan o no con su embarazo. Mientras ellas gritan e insultan, las socialistas legislamos para garantizar el ejercicio de ese derecho. La ley que penaliza el acoso ante las clínicas ya figura desde hace semanas en el BOE.

Estamos ante una cuestión trascendental que las mujeres, feministas o no, de derechas o de izquierdas, deberíamos defender sin dudarlo ni un segundo. No se trata de que nosotras, individualmente, hayamos o no abortado. No se trata de si lo haríamos o no si nos encontráramos en la tesitura, sino de que tengamos toda la libertad para decidir. Se trata de defender un derecho específico que puede ser ejercido libremente, de acuerdo a la ley vigente, un derecho humano y de salud pública que, además, es fundamental para alcanzar la igualdad plena y real entre mujeres y hombres. Eso es lo que está en juego en EEUU y lo que nunca más debe peligrar en nuestro país.

Lídia Guinart Moreno es diputada por Barcelona, portavoz del Grupo Socialista en la Comisión de Seguimiento y Evaluación contra la Violencia de Género del Congreso y secretaria de Políticas Feministas de la Federación del Barcelonès Nord del PSC.

Las mujeres no hacemos más que recibir malas noticias. Hablo de las mujeres, así, en general, y lo hago a conciencia, pensando en más de la mitad de la Humanidad. Porque hay cuestiones que afectan a todo el mundo y otras que nos afectan de manera particular a nosotras. Entre las primeras, sean de la naturaleza que sean, prácticamente siempre habrá un componente específico que haga que salgamos las mujeres perdiendo. Por ejemplo, las guerras. La cercana de Ucrania, que implica una violencia desatada contra la población y en particular violencia sexual contra ellas. Contra las que se han quedado en el país y contra las refugiadas, algunas de las cuales están siendo objeto de trata con fines de explotación sexual. Para combatirlo, el grupo parlamentario socialista en el Congreso ha propuesto una modificación del Código Penal. Pero también pienso en las mujeres que viven en otros países en guerra o donde las libertades y sus derechos brillan por su ausencia. No nos olvidamos, entre muchas otras, de las mujeres afganas. 

Más sobre este tema
>