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Derecho al agua

Gerardo Centeno

No puede iniciarse compendio alguno de retos universales sin situar en la casilla de salida la protección del elemento más esencial del planeta azul, el agua. Nuestro recurso más vital y necesario debería ser algo de sencillo acceso para las personas, fuera cual fuera la zona terráquea que habitaran, pero los acuíferos se antojan cada vez más escasos y su salubridad se resiente. La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) viene advirtiendo desde hace tiempo del agravamiento en las dificultades para acceder al agua potable y saneamiento básico de millones de individuos. Las alteraciones climatológicas que traen sequías y el derroche de las reservas presagian que, antes de 2030, un 19% de la población mundial, más de 1.600 millones de personas, no tendrá acceso a agua potable en su hogar y que únicamente un 67% dispondrá de servicios de saneamiento adecuados. La actividad agraria se verá mediatizada por las decisiones en torno al uso del agua. Desde la vivienda más humilde hasta el regadío más extensivo deberán responsabilizarse de lograr un mejor aprovechamiento de nuestro más preciado tesoro líquido.

En España, cada habitante consume de media 132 litros de agua al día (según el INE), de los cuales sólo 1,5 es para beber y unos 50 para el aseo. El 70% del consumo de agua dulce se destina a regadíos, lo que se prevé aumentará conforme en la siguiente década el mundo requiera más cantidad de alimentos. Con este panorama advertido por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), no pueden demorarse las medidas de los Estados pata optimizar el suministro de agua para uso industrial y la eficiencia de su distribución. Desde el pequeño municipio hasta las instituciones supranacionales se deberá incidir en la concienciación, reciclaje y desarrollo tecnológico para garantizar el acceso a un agua de calidad. La gestión pública del agua habrá de partir de conceptuar el acceso al suministro y al saneamiento como un derecho humano. La tendencia privatizadora de los servicios de agua iniciada en la década de los 90 tiende a revertir, volviendo la gestión a manos públicas. Tan sólo 50 ciudades de las 500 más pobladas del mundo mantienen la privatización. En París, valga como ejemplo, el recuperado operador público Eau de Paris logró en su primer año de funcionamiento 35 millones de euros de beneficios con bajada de tarifas. Ya no se hacen necesarias medidas de contención como las aprobadas en Inglaterra o Gales prohibiendo por ley el corte de suministro por impagos del recibo a las compañías privadas que gobiernos anteriores propiciaron. En salubridad no cabe el negocio. La Comisión Europea se ha pronunciado sobre el agua y ha manifestado que la calidad resultará beneficiada por el objetivo de declarar el acceso al agua y al saneamiento como un derecho humano en la legislación europea y, por consecuencia, en las legislaciones nacionales, para asegurar de ese modo una gestión pública, democrática, transparente y ecológica.

Desde el pequeño municipio hasta las instituciones supranacionales se deberá incidir en la concienciación, reciclaje y desarrollo tecnológico para garantizar el acceso a un agua de calidad. Una gestión pública deberá basar el acceso como un derecho humano

Esta regulación sobre el agua se configura imprescindible, no sólo desde el punto de vista vital, sino también en cuanto a medida para garantizar la paz mundial. J.F. Kennedy dejó una frase hace décadas: "Quien sea capaz de resolver el problema del agua será merecedor de dos premios Nobel, uno por la ciencia y otro por la paz". No se le escapaba al presidente norteamericano que el dominio de los recursos hídricos sería fuente de acciones armadas. En la actualidad, según la propia ONU, existen 300 territorios en el mundo con conflictos abiertos sobre el dominio del suministro de agua. Bien lo saben en lugares como Bolivia, tal y como lo reflejó el largometraje También la Lluvia, dirigido por Icíar Bollaín. Aquí dejo la invitación a ver la cinta para entender ciertas cosas. En una era que dibuja un mundo interconectado, las consecuencias de estas tensiones locales se dejarán sentir a nivel transfronterizo, afectando de manera más lesiva a las comunidades desfavorecidas. Los sistemas alimentarios y energéticos dependen irremediablemente del agua, y el cambio climático se hará notar en ellos. Para lograr los objetivos de desarrollo se hará imprescindible colocar la gestión del agua en el centro de las estrategias públicas. La llamada resiliencia climática prioriza ampliar los enforques tradicionales de los recursos hídricos. Las cuencas y litorales habrá de convertirse en infraestructuras naturales y sostenibles para los sectores agrarios y energéticos. Invertir en reciclaje y reutilización no puede demorarse. Todos tendremos que volver a valorar el agua para colocarla en el centro de las decisiones políticas. Es nuestro derecho. Es nuestro tesoro.

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Gerardo Centeno es vocal asesor de Más Madrid y autor de la obra 'A Pedales'.

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