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Dominar los desafíos de la educación en línea después de la pandemia

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Teresa Guasch

“Todos y todas necesitamos que alguien nos dé feedback o retroalimentación para mejorar”. Así empieza la conferencia de Bill Gates en el marco de las TED Talk Education (2013). En este caso, él hacía énfasis en el feedback para los docentes, puesto que reciben poco feedback sobre su actividad, pero me gustaría abrir el abanico y reclamar que todos y todas necesitamos feedback para mejorar. Sin embargo, este ha sido uno de los grandes elementos más olvidados durante la pandemia covid-19, que nos obligó a cerrar nuestras aulas indefinidamente e implementar prácticas de enseñanza remota sin saber muy bien cómo debíamos hacerlo.

En el informe realizado por la Unión Europea durante el 2020 “The impact of covid-19 on higher education: a review of emerging evidence”, se muestra en la Encuesta de Satisfacción de Usuarios que más de la mitad de los estudiantes manifestaron tener una carga de trabajo superior desde que hicieron la transición a la formación en remoto o a distancia, y en ningún momento se hace referencia al feedback o a los comentarios constructivos necesarios para avanzar. Investigadores de referencia como Gibbs y Simpson ya afirmaban hace años (2009) que los estudiantes de la Open University en el Reino Unido “pueden pasar sin mucho contacto presencial, o incluso sin ninguno, pero no pueden pasar sin feedback periódico sobre las actividades y trabajos realizados”.

Hoy, un año y medio después del primer confinamiento, tenemos la retrospectiva para analizar lo que funcionó, lo que no y lo que necesitamos cambiar para superar nuevos desafíos. Ahora tenemos la oportunidad de diseñar planes estratégicos que garanticen una enseñanza y un aprendizaje sostenibles y de alta calidad.

Es en este sentido que considero necesario el análisis de lo que no debería repetirse (cuatro aspectos que no funcionaron durante la pandemia) y qué elementos se deberían tener en cuenta, que desde las investigaciones se muestran como esenciales para planificar la educación en línea.

En primer lugar, y se ha repetido en diferentes foros, pero continúa siendo imprescindible resaltarlo, existe todavía una idea errónea de creer que la enseñanza remota que se realizó durante la pandemia (como definió Charles Hodges y colaboradores) es lo mismo que la educación en línea. La pandemia aceleró el paso de la educación presencial a un entorno a distancia, pero en muchos casos sin saber cómo hacerlo porque la mayoría de los docentes no estaban formados para enseñar en línea, y lo que se hizo principalmente fue replicar las clases presenciales. Sin embargo, la educación en línea requiere, entre otros componentes, de un alto nivel de planificación y de un diseño tecnopedagógico, componentes clave que a menudo se pasaron por alto debido a la situación de emergencia, como han señalado C. Rapanta y otros, recientemente.

Otro error fue no tener en cuenta que los estudiantes no son necesariamente hábiles en el uso de dispositivos electrónicos para estudiar y aprender. Los estudiantes usan la tecnología para muchos propósitos y normalmente conocen más herramientas que nosotros, pero eso no significa que sepan cómo usarlas para aprender.

En tercer lugar, transformar las clases presenciales en clases remotas síncronas sin medir el tiempo requerido para todas las tareas académicas. Los docentes dedicaron horas interminables a organizar y corregir tareas. Este cambio requiere una mayor coordinación entre docentes, de modo que ni los estudiantes ni el profesorado estén sobrecargados.

Y en cuarto lugar, no disponer de los recursos de aprendizaje idóneos, o de las metodologías más adecuadas para hacer seguimiento de los estudiantes online, tanto de manera síncrona como asíncrona, o de estrategias de dinamización y evaluación del aprendizaje más personalizadas. En muchos casos, los docentes no pudieron anticipar los recursos específicos que iban a necesitar.

Debido a lo repentino que fue el cambio a la enseñanza remota, hubo situaciones y resultados, como los que acabo de mencionar, que llevaron a algunos críticos a argumentar que la educación en línea no funciona. Algunos llegaron a decir que no es un modelo educativo adecuado. Insisto, la enseñanza en línea requiere de un diseño y abordaje específico.

¿Y qué aspectos deberíamos prever (o no podemos obviar) en esta nueva etapa? Desde la investigación señalaría como mínimo tres elementos para la educación en línea exitosa y que requieren de una aproximación institucional.

La primera es la planificación. La educación en línea requiere de una gran cantidad de trabajo antes de que los estudiantes entren en las aulas virtuales. La planificación de programas o cursos implica trazar acciones estratégicas, seleccionar recursos, innovar y comprender los rasgos y circunstancias de los estudiantes. Seguro que están pensando que la planificación es parte de cualquier práctica docente, pero el hecho es que es absolutamente esencial en la educación en línea para su correcta implementación.

También se vincula con el segundo sello distintivo, que es el diseño tecnopedagógico. El diseño tecnopedagógico significa lograr un equilibrio entre el contenido, la metodología (incluyendo la evaluación) y la tecnología de un curso o programa determinado. En este sentido, es importante tener una visión general de todo el proceso. El diseño tecnopedagógico sirve como una guía que sobrepasa toda la propuesta educativa, desde la planificación y el diseño hasta la implementación y evaluación del impacto del diseño en los resultados de aprendizaje.

El tercer sello distintivo de la enseñanza en línea exitosa es el feedback o retroalimentaciónfeedback. La retroalimentación en línea que brinda a los estudiantes apoyo personalizado. Es esencial para el aprendizaje en cualquier entorno, pero juega un papel muy específico en la educación en línea. Por lo tanto, necesitamos determinar y mapear, desde el inicio, el apoyo que los estudiantes recibirán a lo largo de su proceso de aprendizaje.

Por retroalimentación no me refiero a correcciones, sino a aportes constructivos que ayudan a los estudiantes a comprender dónde se han equivocado, pero sobre todo, qué deben hacer para recuperar el foco de aprendizaje. Este es uno de los grandes ejes que guían el aprendizaje y, como señalaba, el más olvidado durante la pandemia, porque el foco estaba puesto en las actividades y en clases síncronas con un alto nivel de dedicación por parte de toda la comunidad educativa para acabar imitando la presencialidad.

La retroalimentación no necesariamente tiene que provenir del docente, aunque los estudiantes dicen que la prefieren. Y tampoco tiene que darse únicamente por escrito ni ser larga. Lo importante es que haya retroalimentación.

La idea clave es centrarse no solo en diseñar una buena retroalimentación, sino en crear oportunidades (a través del diseño de actividades, por ejemplo) para que el alumnado use la retroalimentación para implementar cambios.

Estos tres elementos requieren de capacitación del profesorado, pero sobre todo el gran desafío, si queremos lograr un aprendizaje y una enseñanza en línea de alta calidad en la educación superior, es que se aborden a nivel institucional con la implicación de toda la comunidad educativa.

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La pandemia nos ha acercado (sólo acercado) a la educación en línea. Con retrospectiva, planificación e investigación relevante (específicamente sobre enseñanza-aprendizaje en línea), dependerá de nosotros garantizar ahora que los estudiantes reciban la experiencia académica de la más alta calidad posible.

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Teresa Guasch es directora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC.

“Todos y todas necesitamos que alguien nos dé feedback o retroalimentación para mejorar”. Así empieza la conferencia de Bill Gates en el marco de las TED Talk Education (2013). En este caso, él hacía énfasis en el feedback para los docentes, puesto que reciben poco feedback sobre su actividad, pero me gustaría abrir el abanico y reclamar que todos y todas necesitamos feedback para mejorar. Sin embargo, este ha sido uno de los grandes elementos más olvidados durante la pandemia covid-19, que nos obligó a cerrar nuestras aulas indefinidamente e implementar prácticas de enseñanza remota sin saber muy bien cómo debíamos hacerlo.

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