Aunque Francisco acaba de excusarse diciendo que jamás pretendió ofender ni expresarse en términos homófobos, si no lo sabían, ya lo saben: el papa advirtió que hay mucho “mariconeo” en los seminarios. Dicen que lo dijo el papa a puerta cerrada en la Asamblea General de la Conferencia Episcopal Italiana. La noticia la filtró algún obispo al portal Dagospia. (Es importante el contexto: amarillismo con óptimas fuentes, erotismo de gancho y blancos, en este caso el más blanco, siempre bien seleccionados). Y se obró el milagro: Francisco exacerbó los ánimos tanto de la comunidad LGTBI+ como de los más rancios ultraconservadores. Se indignaron el movimiento arco iris porque entendieron que el papa pecaba de homófobo. Y los ultraconservadores, por una vez, aplaudieron a rabiar a un papa que no sólo no respetaba lo políticamente correcto, sino que se alineaba con la homofobia más clásica de la peor Iglesia.
Ahora bien, ¿cómo interpretar el término? ¿Está acaso Francisco, el del “quién soy yo para juzgar” y Fiducia supplicans revisando su doctrina? ¿Estamos, como sostiene Vito Mancuso, ante un Francisco que recuerda a Pío IX porque “empezó suscitando grandes esperanzas y terminó con la intransigencia más dura”? Nada les complacería más a sus refinados enemigos internos, que están gozando a tope de la torpeza papal. Voces anónimas de las altas esferas vaticanas filtran que “no se contiene”. ¿Serán estas continuas salidas sin filtro curial señales primerizas de senilidad? Nada les gustaría más a quienes no piensan ya sino en la sucesión al trono papal. Pero, si no es revisionismo ni tampoco senilidad, ¿cómo cabe explicar tamaña pontificia extemporaneidad? Aquí van tres explicaciones distintamente bergoglistas.
1. A Francisco le tendieron una trampa. Ese lunes, ante la Asamblea General de la CEI, Francisco estaba hablando con sus hermanos obispos a puerta cerrada y sin micros abiertos. Hizo un chiste eléctrico de los suyos para destensar la asamblea y afrontar con humor el problemón de la homosexualidad en los seminarios. Al cabo de cinco días alguien de dentro de la Asamblea filtró maliciosamente el término-shock a un portal especializado en escándalos para montar uno bien gordo y dejar a Francisco como un viejo chocho incontinente al que más valdría sustituir enseguida.
Francisco cierra puertas entreabiertas en vista de ventarrones acechantes en el Sínodo y se asegura que a su línea ideológica, más centrada en lo social que en lo sexual, no se le abran vías de agua
2. La lectura del vaticanista Iacopo Scaramuzzi: “Jorge Mario Bergoglio, en concreto, está preocupado por el ambiente que se respira en distintos seminarios italianos, que conoce bien, donde la homosexualidad va emparejada a una obsesión por ritos y parafernalia litúrgica y una concepción hiperclerical de la Iglesia. En este sentido, lleva años reprobando la rigidez de ciertos seminaristas. Desde el principio de su pontificado ha alertado del peligro de considerar el seminario un refugio para las muchas limitaciones que podemos tener, un refugio de carencias psicológicas o un refugio porque no tengo el valor de seguir adelante en la vida y busco allí un lugar que me defienda’”.
3. Una operación jesuítica de un Francisco que se adelanta a futuras polémicas en los grupos de trabajo del Sínodo y parchea de antemano posturas discrepantes de difícil síntesis en el Sínodo. Este rechazo de los homosexuales en los seminarios sucede al no al diaconato femenino. Francisco cierra puertas entreabiertas en vista de ventarrones acechantes en el Sínodo y se asegura que a su línea ideológica, más centrada en lo social que en lo sexual, no se le abran vías de agua en el próximo cónclave.
Hace años un amigo, que se hizo monje no sé si a pesar de o debido a su homosexualidad, al preguntarle yo cómo llevaba su condición sexual dentro de la Iglesia, me respondió que muy bien porque la Iglesia había servido históricamente de refugio a los homosexuales. Esta misma idea la encontré como la primera de las catorce tesis que describían el rizoma del Vaticano en el polémico libro Sodoma de Frédéric Martel.
El propio Martel tuiteaba hace pocos minutos: “Acaba de excusarse por emplear esa palabra. Pero demográficamente tiene razón: ¡los seminarios están repletos de gais!”. A la comunidad LGTBI+, en lugar de quedarse en la polémica barata del empleo de este término, deberían preocuparle más esos misteriosos obispos ocultos que filtraron la noticia que Bergoglio, el papa que más ha hecho en la Historia de la Iglesia por los derechos de los homosexuales. Atacar a Francisco por este motivo desde el movimiento peca de facilonería. La mariconería que debería inquietar es la de la filtración secreta, realizada seguramente por maricones reprimidos que sienten peligrar el último refugio seguro de su secreto inconfesable. Cuidado con hacerles el juego al cardenal Platinette o a Monseñor Jessica: no hay peor homofobia que esas secretísimas divas locas.
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Gorka Larrabeiti es profesor de español residente en Roma interesado en Italia y el Vaticano.
Aunque Francisco acaba de excusarse diciendo que jamás pretendió ofender ni expresarse en términos homófobos, si no lo sabían, ya lo saben: el papa advirtió que hay mucho “mariconeo” en los seminarios. Dicen que lo dijo el papa a puerta cerrada en la Asamblea General de la Conferencia Episcopal Italiana. La noticia la filtró algún obispo al portal Dagospia. (Es importante el contexto: amarillismo con óptimas fuentes, erotismo de gancho y blancos, en este caso el más blanco, siempre bien seleccionados). Y se obró el milagro: Francisco exacerbó los ánimos tanto de la comunidad LGTBI+ como de los más rancios ultraconservadores. Se indignaron el movimiento arco iris porque entendieron que el papa pecaba de homófobo. Y los ultraconservadores, por una vez, aplaudieron a rabiar a un papa que no sólo no respetaba lo políticamente correcto, sino que se alineaba con la homofobia más clásica de la peor Iglesia.