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Crisis en el Gobierno, colisión, tensión máxima, encontronazo, choque…. y así hasta agotar el diccionario de sinónimos para calificar una situación normal en cualquier gobierno de coalición. Por su propia naturaleza, un gobierno formado por dos partidos distintos deben tener puntos divergentes, porque si no, sería un gobierno monocolor.
Aun así, los gobiernos monocolores también tienen sus tensiones. Todos recordamos cómo en el gobierno de Rajoy había un bloque de ministros alineados con la vicepresidenta Soraya Sáez de Santamaría y otro bloque gubernamental en torno a María Dolores de Cospedal. Es verdad que esta división no auguraba una crisis que desembocara en elecciones anticipadas. Pero en esta ocasión, tampoco.
Primero, porque así lo han dicho los dos partidos que conforman la coalición de gobierno: ambos han manifestado que el Gobierno está fuerte y unido y que se quiere acabar la legislatura.
Y, en segundo lugar, porque basta irse a los hechos para comprobar cómo este Gobierno ha sido capaz de superar situaciones mucho más complejas y que podrían haber tensionado más al gobierno.
Sirva de ejemplo la elaboración de dos Presupuestos Generales del Estado o el plan de recuperación presentado a Europa y en el que se incluyen importantísimas reformas que el Gobierno se ha comprometido a realizar, como la reforma de pensiones, ya aprobada, o la reforma laboral de la que venimos hablando.
Pero, además, porque este Gobierno de coalición tiene muchas más cosas que les une que las que podría separarlos.
Y no me refiero solo a una agenda legislativa importante y que está en plena tramitación, más allá de los Presupuestos, como que está por desarrollar la Ley de Memoria Democrática, culminar el trámite parlamentario de la ley de igualdad de trato y no discriminación, y la ley Trans y de derechos LGTBI, acabar con la Ley Mordaza, o la ley del “solo sí es sí”.
Me refiero también a que la izquierda no puede perder la oportunidad de regular y modernizar nuestro mercado laboral. No puede perder la oportunidad de reforzar la negociación colectiva, de diseñar unas nuevas políticas activas de empleo e introducir instrumentos que acaben con la temporalidad de nuestro mercado laboral. De acabar con los falsos autónomos o fomentar el empleo juvenil o los planes de igualdad en las empresas.
Pero, sobre todo, este Gobierno tiene la oportunidad de demostrar que de una crisis económica brutal se puede salir sin mermar nuestro Estado del bienestar y puede haber una recuperación justa. Demostrar que quienes mejor pueden gestionar una crisis son los modelos progresistas y socialdemócratas.
Seguiremos escuchando y leyendo adjetivos grandilocuentes y exagerados que anuncian crisis en el seno del Gobierno. Son los mismos calificativos que se escucharon y leyeron cuando se iniciaron los trabajos para aprobar el Ingreso Mínimo Vital o la Ley de Vivienda.
El tiempo ha demostrado que finalmente se llegó a un acuerdo en el seno del Gobierno y que el Ejecutivo, lejos de debilitarse, salió fortalecido. Y lo más importante, que esas medidas que en un inicio pudieron generar discrepancias han terminado mejorando la vida de miles de personas.
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Ojalá todas las discrepancias en un gobierno terminaran igual, con más derechos para la ciudadanía.
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Felipe Sicilia es portavoz adjunto del Grupo Parlamentario Socialista, portavoz en la Comisión Kitchen y diputado por Jaén.
Crisis en el Gobierno, colisión, tensión máxima, encontronazo, choque…. y así hasta agotar el diccionario de sinónimos para calificar una situación normal en cualquier gobierno de coalición. Por su propia naturaleza, un gobierno formado por dos partidos distintos deben tener puntos divergentes, porque si no, sería un gobierno monocolor.
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