La igualdad de las mujeres en la Iglesia sigue pendiente

Pepa Moleón

Este lunes de Pascua hemos sabido que Francisco había muerto al alba. Quizás el primer papa que es llamado y reconocido por el nombre que eligió cuando, a su vez, fue elegido en 2013 obispo de Roma, sucesor de Pedro. El primero que no ha necesitado número de serie para ser nombrado…

Su marcha, aun esperada, ha puesto en movimiento multitud de reflexiones, diálogos y debates, frutos —seguramente— de las caras poliédricas, en ocasiones contradictorias, que una institución como la Iglesia católica, de más de dos mil años, tiene y con las que convive en un difícil equilibrio.

Francisco ha sido el papa de las periferias, de la mirada directa a las personas y colectivos más vulnerados, de la comprensión de nuestro planeta Tierra como casa común; ha sido quien ha dado un fuerte viraje hacia una Iglesia más inclusiva donde cabemos todos, levantando alfombras, ejerciendo la transparencia, desnudando verdades profundamente dolorosas para la Iglesia como los abusos de poder, conciencia y sexuales, y mirando al origen y sentido de la comunidad eclesial, Jesús de Nazaret y su evangelio, noticia buena para la humanidad.  

Francisco ha sido un papa atravesado totalmente por lo social, ha denunciado que el sistema económico en que vivimos mata. Francisco es un papa de proceso y de hechos. Su biografía está jalonada por momentos diferentes pero pareciera que nunca apartó la mirada y la acogida a las y los más descartados de la sociedad. 

Ha sido un papa de hechos porque, desde el principio, prefijó un estilo de vida abierto, en diálogo con la sociedad, eligiendo vivir en la residencia Santa Marta, vistiendo ropajes menos eclesiásticos, utilizando un lenguaje más cercano y pastoral que académico y teológico, estimulando la transparencia en las finanzas vaticanas, acudiendo de forma natural a lugares comunes e incómodos…

Quizás esa elección le ayudó a identificar y clamar aún más, una vez elegido papa, por las mujeres y los hombres que habitan esas periferias en ámbitos diferentes (las personas migrantes, las mujeres víctimas de trata, las mujeres víctimas de la violencia machista, las y los trabajadores que no alcanzan para poder tener una vida digna a pesar de tener un salario, las víctimas de las guerras…).

Dentro de la propia comunidad eclesial, Francisco ha denunciado el clericalismo (poder e intervención excesiva del clero) como un cáncer en la vida de la Iglesia. Ha impulsado la Pastoral de la diversidad sexual alentando la acogida y el diálogo al respecto y a que muchas Iglesias locales la pusieran en marcha. Ha sido un férreo crítico contra el capitalismo, que se ceba con mayor crueldad en las mujeres. Ha sido un gran mediador de conflictos políticos y humanitarios, un defensor de la paz y un profeta valiente en la denuncia de las guerras, lo que le ha acarreado no pocas dificultades. Ha tenido una gran capacidad para hablar de dios con un lenguaje claro e inteligible.

Pero hay un ámbito que ha sido especialmente costoso para Francisco, quizás por su propia educación y trayectoria y también por la fortísima resistencia que ha encontrado en el seno de la propia curia y de gran parte de la Iglesia, y ese ha sido el reconocimiento de las mujeres, más del 80% de la comunidad eclesial, en plena igualdad con los hombres

Francisco ha sido el papa que más mujeres ha nombrado en tareas de responsabilidad en la Iglesia, pero no ha sabido dialogar con los movimientos de liberación de las mujeres como los feminismos

Francisco ha sido el papa que más mujeres ha nombrado en tareas de responsabilidad en la Iglesia, ha sido un gran impulsor en cuestiones como la prevención y denuncia de la trata de mujeres y las mujeres migradas. También el primero y único en la Historia que ha vinculado la violencia contra las mujeres con el patriarcado como causa estructural. Pero no ha sabido dialogar con los movimientos de liberación de las mujeres como los feminismos.

Por eso muchas de nuestras reivindicaciones no se han llevado a cabo y quedan pendientes. Reivindicaciones tales como el acceso pleno a los ministerios o servicios eclesiales, diaconado y presbiterado y, en general a todos los lugares de la vida eclesial. Asimismo, sigue existiendo una desproporción evidente entre el número de teólogas preparadas y los puestos docentes que ocupan en las facultades de Teología y los seminarios. 

Faltan la reflexión, la voz y la experiencia de las mujeres en muchos lugares de la Iglesia católica. 

El pontificado de Francisco comenzó con aquella célebre frase (especialmente repetida en estos días a propósito de la novela de Javier Cercas) de que era un papa que habían ido a buscar al fin del mundo… Muchas y muchos creemos que él ha hecho que el fin del mundo se ponga en el corazón del mundo. 

Francisco ha puesto en marcha esta realidad irrenunciable y testimonial con la Iglesia de los pobres, una Iglesia participativa y de caminar juntas y juntos; ha sido un reimpulsor del Concilio Vaticano II, que tuvo sus antecedentes en las Conferencias de Medellín (1968) y Puebla (1979). 

Su pontificado deja un legado para seguir creciendo. Queda mucho aún por recorrer y construir y esta, hoy, es nuestra esperanza.

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Pepa Moleón pertenece a la Revuelta de Mujeres en la Iglesia de Madrid

Pepa Moleón

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