El pasado 11 de febrero marcó el cuadragésimo quinto aniversario de la Revolución Islámica de Irán, una efeméride histórica que, en lugar de suscitar júbilo conmemorativo, significa décadas de opresión que soporta el pueblo iraní bajo el yugo de un régimen autoritario.
La instauración de una república teocrática representó un punto de inflexión que, para consolidarse, creó un intricado sistema de órganos políticos, en cuya cúspide se erige un líder espiritual, investido de un poder absoluto que se extiende a todos los demás ámbitos.
Esta forma de gobierno autoritario ejerce un control férreo sobre la sociedad iraní, valiéndose de métodos draconianos para reprimir cualquier atisbo de disensión. Sistemáticamente, los derechos humanos han sido vulnerados, con un alarmante número de ejecuciones (más de 800 en 2023), encarcelamientos y torturas, todo documentado por organizaciones internacionales.
La pena de muerte se ha convertido en un instrumento de coerción social, empleado con el claro propósito de infundir temor y sofocar a aquellos que desafían el statu quo.
Lo cierto es que el régimen tiene tantos intereses políticos, económicos y militares que está dispuesto a todo con tal de no perder el poder amasado en todos estos años, haciendo rehén a su propia población.
Tras la muerte de Mahsa Jina Amini, en septiembre de 2022, a manos de la policía de la moral por no cumplir con los principios de vestimenta islámica, surgió el movimiento Mujer, Vida, Libertad, que ha traspasado fronteras y se ha centrado principalmente en la dignidad y la reivindicación del respeto de los derechos humanos básicos universales, en clave feminista.
Las protestas han unido a personas de diferentes orígenes e ideologías, con un objetivo común que ha ido evolucionando, pues al inicio se pedían cambios en el régimen, mientras ahora se exige un cambio de régimen.
Realmente ha significado el desafío más importante para la propia supervivencia de este desde su establecimiento, con un altísimo peaje humano: más de 600 manifestantes muertos, decenas de miles detenidos sin garantías legales y la ejecución de ocho personas directamente relacionadas con las mismas. El último caso, el del joven Mohammad Ghobadlou, ejecutado el 23 de enero de 2024, acusado de matar a un oficial de policía.
A pesar de enfrentar una represión brutal y un elevado costo humano, la sociedad iraní persiste en su anhelo por la libertad y la dignidad, siendo las mujeres quienes encabezan este movimiento de desobediencia civil.
Y esta poderosa arma de protesta civil, pacífica y colectiva, ha cobrado relevancia en Irán, y ha captado la atención internacional, siendo el resultado de una nueva conciencia social entre las generaciones más jóvenes, especialmente las mujeres.
Actos como quitarse el velo, bailar o cantar en público representan formas brutales de manifestar su oposición al régimen. Es toda una declaración de intenciones simbólica que inspira nuevas ideas y alianzas, donde las redes sociales juegan un papel fundamental como campo de resistencia virtual.
Las mujeres en Irán lideran valientemente la lucha por los derechos humanos y la justicia, enfrentándose a la represión con determinación y valentía inquebrantable
Además de las demandas centradas en los derechos de las mujeres, la desobediencia civil en Irán ha abordado una serie de problemas sociales y políticos, incluida la libertad de expresión, la represión política y las injusticias económicas.
Es una lucha de varias capas interrelacionadas, contra un sistema que perpetúa la discriminación y la deshumanización, especialmente contra las mujeres, quienes han sido sometidas a políticas y prácticas que niegan su autonomía y dignidad.
Un régimen donde la corrupción, la mala gestión económica, la censura de los medios, la persecución de las minorías religiosas y étnicas y las restricciones a la libertad de expresión y asociación también han exacerbado los problemas sociales, y podrían haber influido en el surgimiento del movimiento de desobediencia civil.
Las mujeres han ido mostrando su desconformidad con una sociedad que las infantiliza desde sus comienzos, resistiendo en cada una de sus rutinas cotidianas, siempre buscando cómo ir más allá de las restricciones impuestas.
En definitiva, el movimiento Mujer, Vida, Libertad ha demostrado ser una fuerza poderosa, trascendiendo fronteras y desafiando las normas establecidas. Las mujeres en Irán lideran valientemente la lucha por los derechos humanos y la justicia, enfrentándose a la represión con determinación y valentía inquebrantables.
Estas protestas no son solo un grito de indignación, sino también un llamado a la acción global. La desobediencia civil en Irán ha resonado en todo el mundo, inspirando solidaridad y apoyo a aquellos que buscan la libertad y la igualdad en todas partes. ¡Campañas contra el apartheid de género como la impulsada por la Premio Nobel 2023 Narges Mohammadi requieren de toda nuestra atención!
En última instancia, el destino de Irán no está predeterminado por el régimen actual, sino por la voluntad y la determinación de su gente. En este aniversario, debe mirarse hacia el futuro con esperanza, con la certeza de que el pueblo iraní continuará su lucha, aunque cambie de intensidad, de estrategia y aunque no sea inminente.
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Anahita Nassir es politóloga hispano-iraní y colaboradora de la Fundación Alternativas.
El pasado 11 de febrero marcó el cuadragésimo quinto aniversario de la Revolución Islámica de Irán, una efeméride histórica que, en lugar de suscitar júbilo conmemorativo, significa décadas de opresión que soporta el pueblo iraní bajo el yugo de un régimen autoritario.