Martínez-Almeida, el fiel escudero de Vox

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Baltasar Garzón

En este artículo se habla del alcalde de Madrid, señor Martínez-Almeida, o M. Almeida si lo prefieren por reducción, pero quiero pedir que nunca, nunca le llamen Almeida. En la historia del Ayuntamiento de Madrid y de la política de este país, solo ha habido una Almeida, de nombre Cristina, concejala de indudable talante progresista, defensora de las víctimas, de los trabajadores y de las mujeres. Todo lo más alejada que uno pueda imaginar de lo que M. Almeida representa y defiende.

Empiezo pues: el alcalde de Madrid, señor Martínez-Almeida, que llegó a serlo –conviene no olvidarlo– sin haber ganado las elecciones y por el apoyo de Vox, está demostrando que tiene como principal obligación de su mandato como regidor de la capital de España pagar esa deuda, blanqueando y protegiendo a la ultraderecha galopante que representa la formación de Abascal. En ese cometido olvida y/o desprecia de manera contundente a las víctimas, que en su lista de prioridades deben ocupar el último lugar, si es que ocupan alguno. Fiel a las órdenes de su jefe y líder carismático José María Aznar, el político popular consiente las indignas actitudes del concejal Ortega Smith camuflando sus barbaridades con eufemismos. Para el regidor de la Villa y Corte, cuando el líder ultraderechista frivoliza sobre la violencia de género, las palabras del concejal se limitan a ser “desafortunadas”. Recientemente, el PP se negó a apoyar la moción para reprobar a Ortega Smith tras su actitud y sus expresiones negativas sobre esa violencia de género, una moción que salió adelante con los votos de PSOE, Podemos y Ciudadanos. Los populares no quisieron secundarla porque, en palabras de Martínez-Almeida, supondría atacar a la libertad de opinión.

Sorprende que, a estas alturas de la película, este alto cargo popular se presente como paladín del derecho a expresarse libremente y no se abochorne con sus socios municipales de Vox cuando impiden el acceso a sus actos y ruedas de prensa a aquellos profesionales de la información cuyos artículos u opiniones no son de su agrado.

Fuera la memoria histórica

Una muesca más en el revólver del regidor, que también se ha lucido ordenando retirar las placas con los nombres de los fusilados por el franquismo en Madrid entre 1939 y 1944, parte del memorial que el anterior consistorio comenzó a construir. El Comisionado de Memoria Histórica ya desaparecido había recomendado que se honrase a todas las víctimas de la guerra para evitar agravios. Lo cierto es que el Comisionado había propuesto un memorial sin nombres y con un código QR que permitiera la búsqueda a los familiares en un listado total. Ahora, el argumento de M. Almeida es, dice, unificar ambos homenajes con un único lema que indique "El pueblo de Madrid a todos los madrileños que del 36 al 44 sufrieron la violencia por razones políticas, ideológicas y religiosas. Paz, piedad y perdón". Mala solución, pues como bien ha dicho la abogada y presidenta del Comisionado, Paquita Sauquillo, no es lo mismo un muerto en época de guerra que en época de paz. Para estos últimos deberíamos hablar, cuando menos, de hechos ilícitos a los que aplicar la necesidad de verdad, justicia y reparación. La paz, la piedad y el perdón deberían ser algo posterior y derivado de aquellos previos derechos, oficialmente desconocidos hasta que la Ley de memoria histórica los abordó solo en parte, ley que, por cierto, el alcalde incumple.

Pero le da igual, hasta el punto de que bromea y “presume” con que, a cuenta del memorial, desde la oposición le llamen “Martínez el derribos”. Tal apelativo debe ser más bien una medalla para el alcalde del PP porque, en este caso, M. Almeida lo que está haciendo no es más que seguir llevando a la práctica el programa político de Vox, sin apartarse un ápice de lo que los ultraderechistas prometieron, para demostrar sin duda su agradecimiento eterno por haberle concedido la dicha de llegar al cargo. No es broma. En esa misma línea se encuentra su compañera de partido, la presidenta de la Comunidad madrileña, Isabel Díaz Ayuso, quien ha reprochado a Ciudadanos su voto favorable a la reprobación de Javier Ortega Smith por sus palabras faltando al respeto a las víctimas de violencia de género, cuando el PP gobierna gracias al apoyo de Vox, tanto en el Ejecutivo autonómico como en el municipal.

Lo ha dicho blanco sobre negro: "No estoy de acuerdo en estar gobernando gracias a ellos y luego unirme a otros para ir contra ellos”, y lo ha expresado de modo contundente para rematar con que nunca se unirá a la izquierda en ataque alguno "a aquello que vaya contra la estabilidad de este Gobierno". Otro ejemplo manifiesto de que a los líderes del PP lo que les preocupa son los sentimientos de sus socios ultraderechistas, mientras que los derechos de las víctimas de cualquier tipo les importan un bledo.

Sin derechos humanos

Tan es así, que una de las primeras decisiones que tomó en este sentido M. Almeida y su equipo fue la de eliminar la oficina municipal de Derechos Humanos que de inmediato fue calificada como ejemplo del sectarismo de Manuela Carmena. Para no hablar de la nula atención a los problemas de los desahucios; de la indiferencia ante la falta de vivienda social de la capital en manos de los fondos buitre gracias a Ana Botella, antecesora del PP en el cargo y señora del jefe Aznar. O de la falta de solidaridad con los refugiados, con decenas de familias con niños en la calle frente a la puerta del Samur Social ateridas por el frío y el miedo al pasado y al futuro, auxiliados solo por la acción de vecinos comprometidos o la de Javier Baeza, párroco de San Carlos Borromeo. O el desinterés hacia los menores no acompañados, cuya existencia es nula para la derecha y en los que no son capaces de ver niños desorientados por la enormidad de lo que les ha ocurrido, sino al enemigo a abatir. Observen cómo todo coincide: también en estos casos se está aplicando el manual de la xenofobia de Abascal y los suyos, abierto por el capítulo de extranjeros/inmigrantes, para rechazarles de manera drástica por el hecho de serlo y atreverse a pisar territorio español.

No obstante, quiero ser justo. En ocasiones también M. Almeida se libera de la ultraderecha y actúa por su cuenta. Así lo hizo cuando al poco de acceder al cargo decidió acabar con Madrid Central para volver con satisfacción a la contaminación y el atasco. La jugada no le salió bien del todo, pues el primer palo se lo dio la justicia cuando un juez suspendió la moratoria de multas decidida por el nuevo Ayuntamiento. El magistrado lo expresó alto y claro: “La protección de la salud y el medio ambiente deben regir la actuación de los poderes públicos”. Tras la advertencia de Europa por los altos niveles de contaminación, el corregidor aseguró al Consejo europeo que el fallo era de los anteriores y que su equipo iba a dejar el aire de la ciudad como los chorros del oro.

El informe recientemente publicado por Ecologistas en Acción ha desvelado la eficacia de Madrid Central (obra como es sabido de los anteriores) con una reducción constatada del 20% menos de emisiones. Claro, eso le deja en mal lugar. M. Almeida ha demostrado su intención más o menos lograda de nadar y guardar la ropa, saludando con entusiasmo la celebración en la capital de la Cumbre del Clima. Un converso interesado que obvia que además de haber dado vía libre a la contaminación, ha eliminado carriles bici y finiquitado la buena línea económica que llevaba la Empresa Municipal de Transportes. En el escaso tiempo que lleva el equipo de gobierno municipal al frente de la ciudad, ha logrado que la EMT cierre el año con números adversos –frente a los dos últimos años del anterior equipo– y con un deterioro del servicio que los propios empleados están denunciando mediante paros parciales y huelga.

Insolidario con los chilenos

Con este panorama ¿cree M. Almeida que engaña a alguien? Sin duda lo piensa de corazón. Pues en caso contrario no habría saludado la celebración de esta Cumbre del clima convocada en la capital española al decaer la inicial sede chilena, con pancartas, carteles, banderolas y fantasías podadas en arbustos con la denominación Madrid Green Capital por todas partesMadrid Green Capital. Ahí es cuando salieron diversos políticos de Álava recordando que tal distinción la concede la Unión Europea, exclusivamente, como reconocimiento a los méritos medioambientales de una capital y que en el caso de España, solo Vitoria la posee. Madrid, no.

Sin apearse de la mentira flagrante, M. Almeida soltó con aplomo ante la prensa que lo de Green Capital era una expresión bastante usual y que no se arrogaba nada con ello. Este galardón autoimpuesto –que no era tal, según el regidor– se dio a conocer en un bando en el que saludaba la celebración del evento mundial. Señala en este comunicado a la ciudadanía que la Cumbre se celebra con pocos días de preparación “porque una nación hermana iberoamericana, la República de Chile, atraviesa momentos muy difíciles; en especial su capital, Santiago de Chile”.

A partir de aquí, el bando hace una proclama política del siguiente calibre: “Reivindicaciones de los santiaguinos han sido usurpadas e instrumentalizadas por gentes que no entienden otro lenguaje que el de la violencia para imponer sus ideas y sus deseos”. Más aún: “Los desórdenes han llegado en su sinrazón a cobrarse varias vidas humanas y a profanar y destruir lugares de culto; y se han ido extendiendo por otras ciudades del país, perjudicando gravemente a los chilenos”. El alcalde madrileño no tiene duda de quién lleva la razón en este asunto: “Una de las consecuencias de ese irracional furor destructivo ha sido la renuncia del Gobierno Chileno, por prudencia y por responsabilidad, a acoger y organizar la Conferencia en Santiago de Chile…” Es un buen refrendo de Martínez-Almeida al presidente Sebastián Piñera, cuyas políticas de espaldas a la ciudadanía han incrementado la desigualdad y colmado la paciencia de la población para quien no hay empatía ni solidaridad por parte de nuestro alcalde. Un alcalde que, dicho sea de paso, desconoce absolutamente la grave crisis social que se vive en Latinoamérica y específicamente en Chile, por la aplicación de políticas ultraliberales que propugnan su partido y la extrema derecha española.

Éxtasis navideño

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En el medio año que ha pasado desde que accedió al gobierno de Madrid, el político del PP se ha dedicado más a deshacer que a fomentar actuaciones constructivas; ha trabajado más por sus socios que por los ciudadanos y ciudadanas a quienes administra y se ha ocupado como acción prioritaria de desmontar todo lo que considera el legado de la antigua alcaldesa Manuela Carmena, con alevosía y con saña, sin pararse a ver las consecuencias. Eso sí, bajo el gobierno de Martínez-Almeida, educado en un colegio del Opus Dei, están volviendo las misas oficiales y se espera un momento dorado para las procesiones esta próxima Semana Santa.

También han retornado los belenes. De hecho, suscitando polémica a causa de ese mal estilo que está claro no puede evitar el regidor, y es que la base del pesebre de Cibeles se ha adornado con una espléndida bandera española… que no viene a cuento. Para justificarse M. Almeida ha echado balones fuera asegurando que no entiende que se escandalice nadie por tal motivo y no en cambio por lo que ha costado el “trastero” de Barcelona, en referencia al abstracto nacimiento de Ada Colau.

No satisfecho de este envite, aportó su granito de arena a la concordia política afirmando que el Belén madrileño se ha colocado de esta guisa al sentirse “orgullosos de ser la capital de España, y más en estos tiempos en los que Pedro Sánchez quiere pactar con golpistas”. Queda claro que Martínez-Almeida vive ahora un éxtasis lumínico navideño que con su intensidad ciega y no deja ver las verdaderas necesidades de una ciudad que empieza a dar síntomas preocupantes de desatención de las necesidades básicas de sus habitantes. Aunque en estos temas, no sabemos qué piensa hacer el señor alcalde. __________Baltasar Garzón en jurista y presidente de FIBGAR

En este artículo se habla del alcalde de Madrid, señor Martínez-Almeida, o M. Almeida si lo prefieren por reducción, pero quiero pedir que nunca, nunca le llamen Almeida. En la historia del Ayuntamiento de Madrid y de la política de este país, solo ha habido una Almeida, de nombre Cristina, concejala de indudable talante progresista, defensora de las víctimas, de los trabajadores y de las mujeres. Todo lo más alejada que uno pueda imaginar de lo que M. Almeida representa y defiende.

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