La crisis del coronavirus está dejando a la luz evidencias en el mundo y en España. De una parte hemos comprobado la capacidad solidaria de muchas personas, la lucha vocacional de quienes se dedican a trabajos sociosanitarios o lo esenciales que son tantos oficios normalmente invisibles, mal remunerados, temporales y precarios. Pero también estamos comprobando la catadura moral de dirigentes políticos, su irresponsabilidad desmedida y sus espurios movimientos de ambición partidista en momentos que requieren unidad en la lucha común contra un común enemigo: el virus.
La Comunidad de Madrid ha vuelto a convertirse en laboratorio de experimentos para la derecha más ultra y neoliberal. ¿Qué mejor momento para desestabilizar desde Madrid que con una crisis sanitaria histórica y bajo el primer Gobierno de España de coalición, aún sin engrasar? ¿Cómo evitar la tentación de llamar a la desobediencia y al enfrentamiento civil con el aval de Pablo Casado para arañar un puñado de votos de personas lógicamente preocupadas por las incertidumbres del futuro?
La Comunidad de Madrid tiene larga experiencia como laboratorio ultra y neoliberal. Esperanza Aguirre, que llegó al poder gracias al tamayazo, impidió un gobierno de izquierdas que proponía un programa eminentemente social y se convirtió en alumna aventajada de aquella derecha dura norteamericana de Ronald Reagan y británica de Margaret Tatcher. Aquella derecha que resurgió con el Tea Party y tenía al economista Milton Friedman como guía económico, tal como hizo el Chile de Pinochet.
Los neoliberales hispanos comenzaron una lenta pero permanente etapa de privatizaciones de servicios públicos. Al tiempo, las corruptelas se convertían en una auténtica organización criminal de corrupción; se intentaba liquidar el movimiento sindical y clausuraba cualquier atisbo de institución colaborativa, desde el Consejo Económico y Social, al Consejo de la Juventud, pasando por el hoy añorado Instituto de Salud.
Desde la presidencia de José María Aznar, gran valedor de ese laboratorio ultra madrileño, se alentó la burbuja inmobiliaria con su ley del suelo que hipotecaba de por vida a media España. Llegó 2007 y todo saltó por los aires. La Gran Recesión enseñó al mundo que el capitalismo extremo llevaba al desastre. La terrible crisis se abordó al revés de como debía hacerse y a las privatizaciones en Madrid se unieron los recortes.
Entre los años 2009 y 2014, el gasto sanitario liquidado de la Comunidad de Madrid pasó de 7.983 a 6.944 millones de euros, una reducción de 1.038 millones de euros, un recorte en euros corrientes del 13 por ciento, pero si se tiene en cuenta la variación de los precios, la reducción en términos reales llega al 21 por ciento en el período. No podemos olvidar que los recortes se centraron en personal.
Es muy relevante el dato del Ministerio de Sanidad: en el año 2018 el gasto sanitario de la Comunidad de Madrid en proporción al PIB regional es el más bajo de toda España. Madrid se sitúa en un insuficiente 3,6 por ciento del PIB, la última comunidad. Así ha afrontado la región con los gobiernos más neoliberales de España la crisis del coronavirus. Con una sanidad mangas por hombro y con unas residencias de ancianos en manos privadas, donde la tragedia está siendo incalificable.
El desastre en la gestión de Isabel Díaz Ayuso quiere acallarse con ruido de cacerolas y con un mayor giro hacia la derecha disputando a Vox un espacio que ocupa Trump en EEUU; Bolsonaro en Brasil; o ya en Europa, Orbán en Hungría. La presidenta de la Comunidad, de tuit a tuit y de entrevista en televisión amiga a entrevista en televisión amiga ha protagonizado escándalos como el de su apartamento, el reparto de unas mascarillas sin garantías, montar una fiesta en el IFEMA…
Esa radicalización del Partido Popular, consumada al votar en contra del estado de alarma sin ofrecer alternativa alguna, tiene su epicentro en el Madrid de Isabel Díaz Ayuso, protegida de Pablo Casado y orientada por Miguel Ángel Rodríguez, el conocido MAR.
El calificativo más suave que se viene dedicando a Rodríguez es “controvertido”. Más allá de sus problemas con la justicia tras haber sido fiel escudero de José María Áznar, ha dado muestras permanentes de que se cree un gurú de la comunicación al más puro estilo norteamericano cuya principal ideología está en la billetera. Hace y deshace hasta tal punto que hasta este periódico le considera responsable de hospedar en un apartotel madrileño al Jefe de la Secretaría de Isabel Díaz Ayuso entre mentiras y más que supuestas corruptelas.
Ayuso, como ya hizo Aguirre frente a Zapatero, es la abanderada de la confrontación y la crispación contra el Gobierno de España en las calles y en las instituciones. Desde la Presidencia de Madrid se lanza el mismo mantra que proclamaba Esperanza Aguirre: “El Gobierno de España nos asfixia”, “Zapatero odia a Madrid”… Quizá ahí es donde Díaz Ayuso aprendió algo de política mientras llevaba en Twitter el perfil de “Pecas”, el fallecido perro de Aguirre.
El gran problema es que este azuzar al Gobierno de España buscando desestabilizarlo se hace con redoblada irresponsabilidad porque el PP juega con la salud y la vida de la ciudadanía. La desescalada de la Comunidad de Madrid, epicentro mundial durante bastante tiempo de la pandemia, se está haciendo a golpe crispación en lugar de colaboración.
Desde el Gobierno de Madrid se empuja a España a tomar medidas sin base científica e incumpliendo parámetros obligatorios como la necesidad de contratar a más de 10.000 sanitarios; tener equipos de rastreo, contar en todos los centros sociosanitarios con equipos de protección individual o que los centros de atención primaria estén descongestionados para poder hacer frente a una casi segura segunda oleada de contagios. El Colegio de Médicos y sindicatos “profesionales”, además de CCOO y UGT, contradicen las proclamas sanitarias de la presidenta permanentemente.
Madrid sigue siendo ese laboratorio ultra a pesar del fracaso de lo ultra. Mientras gobiernos de derechas como Castilla y León o Murcia muestran su colaboración con el Gobierno de España para evitar muertes, desde Madrid se alienta la bronca permanente. Una crispación y un ruido, literal, que impide acercar posiciones y acalla la racionalidad del portavoz socialista.
Pactar con un muro es imposible y la derecha PP-Vox llevan en su ADN el enfrentamiento civil. La solución está en manos de la responsabilidad política de la Asamblea de Madrid. No es tiempo de una oposición a Díaz Ayuso caracterizada por un pensamiento débil ni una actitud pusilánime y acomodada porque la derecha vino a destruir lo público y su “nueva normalidad” será más de lo mismo.
El neoliberalismo ya había fracasado antes de que la pandemia afectara a todo el planeta. La crisis mundial que el mundo entero vive da más argumentos a esa anunciada muerte porque se ha evidenciado la relevancia del papel del Estado, de lo público. Donde los servicios públicos estaban siendo relegados -como en Madrid- la respuesta ha sido más negativa
La oposición a Díaz Ayuso debe ser contundente y no puede renunciar a la más elemental pedagogía social en defensa del gasto y la inversión pública. Este enfoque es preciso confrontarlo sin medias tintas ni falsos consensos con una estructurada política de destrucción de lo público, fundamentalmente desde la llegada de Esperanza Aguirre al poder.
No podemos hacernos los ciegos ante la nueva ley del suelo que Ayuso quiere imponer en este río revuelto; no es posible que apunte maneras privatizadoras con el Hospital infantil de referencia en la región. Es increíble que apueste por contradecir a todo el consistorio de la capital y ejecute un aparcamiento en la zona del Retiro.
Toda la ciudadanía es consciente hoy de la relevancia de lo público en situaciones de emergencia. Es por ello el momento de confrontar contundentemente sobre la relación entre las reducciones de la inversión y el gasto público en sanidad, educación, servicios sociales… Ahora estamos viviendo y sufriendo la catastrófica gestión privada de las residencias de ancianos. Estamos también padeciendo la vergüenza de las colas del hambre. La presidenta de Madrid ni se imagina lo que supone para quien necesita acudir a ellas. Ayuso, desde su apartotel de lujo, desconoce lo que es el hambre estructural para una familia. Y el hambre no se combate con caridad, se combate con solidaridad y equidad.
Si no reaccionamos ahora nos arriesgamos a que la historia se repita con un rebrote del virus o con la próxima pandemia, que la habrá, o con los efectos sobre la salud del cambio climático. Si esperamos a que la ansiedad, las incertidumbres y los miedos se diluyan será demasiado tarde y puede que se consoliden las nuevas viejas teorías basadas en recortes, ajustes presupuestarios, etcétera.
Hay que romper esa dinámica de los grupos y partidos de izquierdas, que a veces por convicción, a veces por falta de coraje o por no romper la baraja no se han opuesto a un discurso de nítida confrontación insobornable frente a toda esa orientación destructora de lo público, lo colectivo y lo solidario. La oposición socialista en Madrid no es suficientemente enérgica para liderar el profundo y contundente debate que debería estarse dando con el objetivo de construir y consolidar una salida digna para la ciudadanía.
Es tiempo de patriotismo social y fórmulas keynesianas, muchas de las cuales seguro también se comparten en Ciudadanos. Es necesario un frente amplio basado en el sentido común y ahí puede estar Ciudadanos porque el momento exige dialogar, debatir y ejecutar medidas que no dejen a nadie en la cuneta de la exclusión.
Tenemos que apostar por la pedagogía y explicar que es necesaria una reforma fiscal desde la raíz porque los muy ricos aportan muy poco a la sociedad. Los socialistas tenemos que impulsar a la sociedad con la energía y la justicia de nuestros principios para que la opinión pública recoja el guante y entienda que o salimos de ésta con servicios públicos fuertes, o no salimos.
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José Quintana Viar. Presidente del Agrupación Socialista de Fuenlabrada. Exalcalde de Fuenlabrada.
Alfonso Roldán Panadero. Periodista. Exdirector de Madrid Sindical (CCOO de Madrid).
La crisis del coronavirus está dejando a la luz evidencias en el mundo y en España. De una parte hemos comprobado la capacidad solidaria de muchas personas, la lucha vocacional de quienes se dedican a trabajos sociosanitarios o lo esenciales que son tantos oficios normalmente invisibles, mal remunerados, temporales y precarios. Pero también estamos comprobando la catadura moral de dirigentes políticos, su irresponsabilidad desmedida y sus espurios movimientos de ambición partidista en momentos que requieren unidad en la lucha común contra un común enemigo: el virus.