La nula empatía de la comunicación política
¿Cómo puede ser que en estos momentos en los que nos encontramos a, supuestamente, grandes profesionales de la comunicación (privada y pública), en esta España del siglo XXI, la política esté cada vez más alejada de una amplia mayoría de la ciudadanía, según todas las encuestas?
Cada vez más, movido por los titulares de medios de comunicación y declaraciones públicas de algunos representantes públicos, nos encontramos una política comunicativa demasiado verticalizada, cuyo sentido preferente es de arriba hacia abajo.
El ciudadano, el vecino, el amigo, son hipotéticos futuros clientes o votantes. Se establece que la finalidad última de la política va más allá de cambiar la vida de la gente. Tenemos que mantener una cuota de representación, de mercado, para ganar o gobernar. Ser útiles en la gestión parlamentaria o ejecutiva para conseguir nuestro objetivo: El poder.
Es mejor ganar una batalla política por ser viral, una guerra en la trasmisión de un mensaje efectista (que no eficaz) de un minuto en redes antes que escribir bien una ley
Es necesario tener una imagen adecuada, poner los brazos de tal forma, vestirte como un político profesional, ser un ejemplo para el resto de comunidad, etc... Aprender una fórmula perfecta para transmitir según el estudio de un gurú comunicativo que públicó en la revista random de la Universidad de Massachusetts.
Somos un producto que se vende. Por eso, necesitamos comercializarlo. Y para ello debemos seguir unos pasos maestros.
En paralelo se trasladan mensajes particularistas en contraposición a tu oponente. Tu competencia. Tu enemigo. Porque para mover el voto rápido entre bloques ideológicos debemos saber tocar las emociones. Temporalmente. Hasta que lo cacemos y lo tengamos en la cesta de la compra/venta de votos.
Para lograrlo, nuestra intención es mantener una posición institucional adecuada y moldeable, transmitir frescura, no bajarte de la estrategia y del perfil deseado. Nuestro objetivo es que vendas tu argumentario y reconducir tu imagen pública.
Todo está medido, cuantificado. Nada se puede salir del curso, del camino que te llevará al éxito. Porque eso es lo importante. Ganar. Sumar. Llegar a la meta en primer lugar. Términos como la convivencia, la gestión de políticas públicas, el consenso parlamentario, la búsqueda de soluciones a necesidades vitales de la ciudadanía; son outputs que tendrán su aquel siempre y cuando nos beneficien mediáticamente.
La nueva política...
Sin embargo, estos gurús, cada vez más, se equivocan constantemente. Cometen un error de principiante. El concepto de la política es tan amplio, tan enormemente gigante, que su conceptualización simplista solo sirve para tapar o intentar controlar determinadas variables que permiten deformar el foco y el micro temporalmente.
Desde hace unos años, la política comunicativa ha sustituido a la gestión de la política. Es mejor ganar una batalla política por ser viral, una guerra en la trasmisión de un mensaje efectista (que no eficaz) de un minuto en redes antes que escribir bien una ley, ejecutar una política de forma eficiente, o elaborar un plan de gestión cercana que se adecúe a las necesidades de la ciudadanía.
Es necesario, para ellos, buscar un nicho concreto. Establecerte y posicionarte en los primeros lugares de las redes sociales. Acumular 'me gustas' y visualizaciones. No hacer nada más allá de lo que la agenda dicta, de lo políticamente correcto. Manteniendo, por ejemplo, el estímulo de la fotografía perfecta. La sonrisa "profident". El abrazo adecuado.
En definitiva, ¿Cuál es el problema de esta curiosa forma para establecer y crear los nuevos liderazgos en democracia?
Que los perfiles se mantienen por criterios comerciales, no ciudadanos.
Así se alejan los políticos, que no la política, de las calles. Así la ciudadanía no cree que éstos puedan solucionar sus problemas porque ellos no se sienten partícipes de la búsqueda de soluciones. Así se elitiza la democracia y se censura la participación política en igualdad y libertad.
Los conceptos como democracia y política son tan grandes, que los inútiles intentos para patrimonializarlos, simplificarlos, con esa visión paternalista tan caduca, hacen que no se sepa no solo gestionar el día a día más allá del tweet o el post, sino que seamos incapaces de gestionar, analizar y evaluar los éxitos y (especialmente) los fracasos.
Y todo porque para estos supuestos especialistas, la política comunicativa es un fin, no un medio. La política, señores, señoras, es la gente. Tu barrio. La convivencia pacífica. La interacción diaria. Lo cercano. Lo humano.
Siguen sin comprenderlo más allá de los ceros de sus cuentas de ahorro.
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David Acosta Arrés, Licenciado en Ciencias Políticas por la UGR.