Nunca más, el Estado de Israel, con Netanyahu como primer ministro, podrá enarbolar la bandera del Holocausto. Nunca, nunca más podrá hacerlo. Moralmente ha perdido ese derecho porque el Estado de Israel se ha convertido en un Estado genocida, en el aniquilador de un pueblo que pertenece a otra raza, a la que consideran inferior.
El actual Estado de Israel piensa que solo él tiene derechos y que puede oprimir, expulsar, vejar y matar al pueblo palestino impunemente. Palestina no tiene capacidad para defenderse; y la comunidad internacional, ciega, sorda y muda, está permitiendo este crimen contra la humanidad.
La tragedia es inmensa, la población está muriendo de hambre, los brazos de los niños desnutridos recuerdan los de aquellos cadáveres de judíos, y no judíos, amontonados en los campos de exterminio nazis.
Netanyahu no permite la entrada de ayuda humanitaria. Se han bombardeado los hospitales, las condiciones son infrahumanas, se mata a mujeres y niños indefensos. Sin comida, sin electricidad y sin agua la población de Gaza no puede sobrevivir; y esa es la intención del Estado de Israel, expresada, claramente, por algunos de sus ministros.
El pueblo de Israel lo conforman todos los judíos que viven en ese país, entre los cuales hay disidentes que, según algunos testimonios, están siendo represaliados por el gobierno.
Pero no solo, también todas las comunidades de judíos que llevan centenares de años sin vivir en Israel, que se dispersaron y no han vuelto, siguen considerándose pertenecientes al pueblo de Israel por su origen, por la religión, por las tradiciones, por la cultura y por su lengua. La Tierra de Israel es un referente de su historia como pueblo, porque se identifica, desde los tiempos bíblicos, con la Tierra Prometida, su Patria ancestral.
¡Cuidado!, no confundir el Pueblo Judío, que está disperso por el mundo desde la diáspora, con el Israel de Netanyahu y su política de exterminio. Como consecuencia de este sin sentido, en Francia y otros países está habiendo actos antisemitas. Esa es la razón por la que comunidades judías, sobre todo estadounidenses, han expresado su repulsa al gobierno de Netanyahu y han pedido al mundo, por así decir, que no se les identifique con la masacre palestina.
En el siglo II (año 132-135) la rebelión de Bar Kojba, contra los romanos, fue sofocada por el emperador Adriano y, como castigo, expulsó a los judíos de Judea iniciando la diáspora definitiva.
Pero antes, en el año 70 de nuestra era, tuvo lugar la primera guerra judeo-romana. Tito, que estaba al mando, saqueó Jerusalén y se apropió de todos los elementos sagrados de los judíos, entre ellos la menorá, el candelabro original del Templo de Salomón. Más adelante, siendo emperador, mandó erigir un arco de triunfo en su honor, que podemos contemplar en Roma, y que tiene esculpida la menorá, como testimonio de sus hazañas. Stefan Zweig, en su obra El candelabro enterrado, narra la historia de este objeto religioso.
¡Cuidado!, no confundir el Pueblo Judío, que está disperso por el mundo desde la diáspora, con el Israel de Netanyahu y su política de exterminio
El 11 de marzo, fue el 20 aniversario del atentado de los yihadistas en Madrid, como represalia por haber participado España en la Guerra de Irak, a la que nos llevó el entonces presidente del Gobierno, José María Aznar. Hemos vuelto a sentir la desgracia, la sinrazón, la pérdida, la incompresión y también la torpeza del presidente. Murieron 193 personas. El luto fue nacional y, ante el estupor general, la ciudad quedó en silencio.
En el atentado de Hamás, de 7 de octubre de 2023, en Israel, han muerto 1400 personas, siete veces más, en un país mucho más pequeño. Comprendemos y compartimos el dolor porque el crimen ha sido atroz, no hay quién lo dude. Ahora bien, la respuesta, desproporcionada, se esta traduciendo en un deseo de venganza, algo aterrador, inaudito y terriblemente grave.
Por eso pienso que no es solo una venganza, sino una oportunidad que el Estado de Israel está aprovechando para apoderarse, de una vez por todas, de la franja de Gaza y para, bajo el pretexto de encontrar a los seguidores de Hamás, eliminar a miles de palestinos. Pero cometen tantos errores, en la búsqueda, que cabe preguntarse qué panda de ineptos conforman el MOSAD. Todos sabemos que en el MOSAD no hay ineptos; entonces, ¿qué?
En este momento en Madrid se puede admirar una muestra de Marc Chagall, judío de origen ruso, que contiene una parte importante e impactante de temática religiosa. En sus obras, Chagall, expresa la impotencia y el desamparo del pueblo judío. Contemplarlas nos obliga a reflexionar sobre la tragedia infinita del Holocausto y nosotros nos identificamos con su dolor. Pero condenamos duramente, como presumo que también haría Marc Chagall, la masacre de Israel contra el pueblo palestino.
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Nieves Sevilla Nohales es maestra y escritora.
Nunca más, el Estado de Israel, con Netanyahu como primer ministro, podrá enarbolar la bandera del Holocausto. Nunca, nunca más podrá hacerlo. Moralmente ha perdido ese derecho porque el Estado de Israel se ha convertido en un Estado genocida, en el aniquilador de un pueblo que pertenece a otra raza, a la que consideran inferior.