Orden flexible o Caos impredecible
Decía mi admirado Alfredo Pérez Rubalcaba que “el PSOE es una organización a la que de vez en cuando le gusta asomarse al anarquismo”. Mientras los filósofos e historiadores más avezados debaten en la actualidad la teoría de la aceleración de la historia, en el PSOE algunos dirigentes, y unos pocos militantes, se agarran a la negación de la historia, o mejor dicho, a la negación de nuestra trayectoria.
En el partido en el que yo milito y en el que militaron mi padre y mi abuelo, ha habido debates ideológicos, debates orgánicos y pugna de liderazgos. Épica fue la pugna entre Largo Caballero e Indalecio Prieto sobre la deriva del PSOE post Pablo Iglesias; no fue menos dura la fragmentación entre Alfonso Guerra y Felipe González o, más recientemente, tuvimos la pugna ideológica entre Pedro Sánchez y Eduardo Madina. En todos estos conflictos había un código de lealtad a la organización que se ha traducido en un partido longevo y con unas bases muy sólidas.
Lo ocurrido en esta semana, en la que el presidente de Castilla-La Mancha y secretario general del PSOE de Castilla-La Mancha presentó un recurso de inconstitucionalidad contra la Ley de Amnistía del Gobierno nacional de su partido, rebasa todas las líneas tolerables en el PSOE.
El actual momento es muy complejo para la izquierda de este país y, en especial, para los socialistas, quienes, al igual que en los 90, han tenido que volver al susurro para poder hablar de política en espacios públicos debido al acoso que se está sufriendo, por parte de la derecha más reaccionaria, contra todo lo que huela a socialista, a feminista o a activista social. Y son esos y esas socialistas de a pie quienes sufren cada vez que García Page sale con una cacerolada contra su secretario general, Pedro Sánchez.
Sólo él sabrá por qué actúa de esta manera tan beligerante, pero queda claro que con la estrategia rupturista contra la dirección nacional del PSOE busca el cortoplacismo electoral y no el bien común del partido en el que milita.
La presentación del recurso de inconstitucionalidad no es una crítica más, es una enmienda a la totalidad al Gobierno de Pedro Sánchez, algo entendible si viene de otro partido pero injustificable si lo firma un dirigente socialista.
Ahora se acerca un Congreso Federal en el PSOE y sería un buen momento para analizar qué PSOE queremos y para que algún dirigente, como el presidente manchego, se pregunte en qué PSOE quiere estar. O, mejor dicho, debería plantearse si quiere estar en el PSOE.
El pasado sábado hubo un comité federal del PSOE y García Page, antes de entrar en la sede del partido, dedicó a los medios una homilía donde explicaba íntegramente lo que, a continuación, diría a puerta cerrada, y en ningún momento anunció el recurso de inconstitucionalidad que su gobierno iba a presentar junto con otros gobiernos del PP 48 horas después del comité federal.
Es el momento de que los socialistas nos centremos no sólo en pensar qué PSOE queremos sino también en cómo queremos ser los del PSOE y con quién queremos estar en esta casa centenaria
¿Por qué no contrasta el señor Page la línea programática del gobierno nacional y propone una alternativa? ¿O es que le vale sólo con criticar para poder conseguir un puñado de votos? El trumpismo le ha hecho mucho daño a los partidos conservadores europeos, pero los partidos de izquierda no están exentos de que el virus del populismo pueda contagiar a sus dirigentes.
Ante estos hechos, el PSOE, en su máximo órgano, el Congreso Federal, debería plantearse si se debe seguir aguantando las provocaciones de un quintacolumnista de manual, o es hora de demostrar que somos una organización seria y tomamos medidas no sólo con los militantes indisciplinados, exigiéndole justamente a los dirigentes la misma lealtad que a la militancia.
A los ex dirigentes socialistas que ahora critican a Pedro Sánchez, un caso como el del líder manchego les habría durado un verano. Casos como el del cese de Rodríguez de la Borbolla o la dimisión de Demetrio Madrid dan una idea de la disciplina férrea por la que se regía el PSOE en los años 80 y en los 90.
El orden interno ha sido, junto con nuestro pragmatismo programático, las señas de identidad del PSOE; el debate interno siempre ha sido bienvenido, pero la indisciplina ha sido confrontada. Nuestro fundador, Pablo Iglesias, prefería tener pocos afiliados pero que fueran leales y disciplinados, propiciadores del debate interno, a tener una turba de afiliados indisciplinados. Este es uno de los factores que explican el lento crecimiento del Partido durante los primeros 30 años desde su fundación, y es ahí donde se fundamenta nuestra naturaleza, en la disciplina y la honestidad de nuestra base militante.
Por ello, es el momento de que los socialistas nos centremos no sólo en pensar qué PSOE queremos sino también en cómo queremos ser los del PSOE y con quién queremos estar en esta casa centenaria.
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Rafael Lemus es senador y secretario general del PSOE de Badajoz.