De la pandemia a la endemia en España y Portugal

Gaspar Llamazares

Recientemente la ministra de Sanidad ha anunciado la disposición del Gobierno para llevar a cabo la vacunación infantil, una vez ésta sea aprobada por la Agencia Europea del Medicamento. Por otra parte, el presidente del Gobierno ha marcado la próxima primavera para la definitiva derrota de la pandemia. El nuevo objetivo de vacunación, cuando todavía está pendiente la finalización de las dosis de recuerdo y el plazo de primavera para la definitiva derrota de la pandemia, después de sucesivos aplazamientos, muestran la resistencia del Gobierno a situarse en la incertidumbre de la endemia. Late detrás de todo ello la voluntad de reducir al mínimo la incertidumbre, más allá del final de la pandemia.

Todo ello, cuando la pandemia en España y Portugal es ya solo una epidemia para la gran mayoría de los inmunizados y si acaso una pandemia en no vacunados e inmunodeprimidos. Una todavía baja incidencia que se mantiene progresivamente al alza entre nosotros, gracias a una vacunación masiva por parte de las respectivas administraciones y de los sanitarios, junto a unas medidas de control de salud pública que han contado con un alto grado de corresponsabilidad ciudadana, hasta el punto de que ya se habla, si no de inmunidad de rebaño, al menos del logro del objetivo fundamental del control funcional de la pandemia, en cuanto a sus efectos más graves y mortales en los países de la Península Ibérica y en particular en aquellas comunidades con una vacunación del noventa por ciento de la población diana sumada a la inmunidad natural.

Por el contrario, fuera de Iberia, se encuentran en una nueva ola de la pandemia que se ceba en los países del este y el centro de Europa, donde todavía oscilan entre un treinta y un sesenta por ciento de vacunados y con un grupo importante aún pendiente de vacunación dentro de las edades más vulnerables, lo que les está llevando a valorar la vuelta a las medidas restrictivas. Es por esto que en España hay quienes, emulando a estos países europeos de alta incidencia y baja inmunización, de entre algunos de nuestros llamados expertos más mediáticos y algunos medios sensacionalistas que de nuevo se reafirman, como a lo largo de toda la pandemia, en el discurso catastrofista y en la exigencia del mantenimiento e incluso también de la vuelta a las medidas restrictivas dirigidas a la población general, como si la vacunación masiva que hemos logrado entre todos no hubiera cambiado nada.

Aprovechando este mensaje europeo y también interno de nuevas restricciones, los sectores negacionistas de la pandemia y de la efectividad de la vacunación vuelven también a recuperar sus viejos dogmas y se frotan las manos al grito de: "ya lo decíamos nosotros, que nada iba a cambiar con la vacunación". Poniendo con ello en duda lo obvio: el éxito indudable de la protección de la vacuna frente a la enfermedad grave y el ingreso hospitalario, y además que la llamada nueva normalidad no iba a ser para tanto en cuanto a la relajación de las medidas con la población vacunada y la vuelta a la normalidad, porque en el fondo, más que de una pandemia, en realidad todo ha sido un proyecto de control social del gobierno socialcomunista.

Mientras tanto, la gran mayoría de los ciudadanos, que en su inmensa mayoría se han responsabilizado de las medidas de salud pública y de la vacunación a lo largo de más de año y medio de pandemia, confían en que esta vez las fiestas de Navidades y las reuniones familiares serán definitivamente las de la normalidad, y esperan con atención las próximas indicaciones en tal sentido de las autoridades sanitarias, que todavía parecen dudar entre la seguridad que otorga la masiva vacunación en nuestro país y el clima de precaución ante la nueva ola pandémica europea. Por eso, una parte de las comunidades, las más afectadas por el repunte de la pandemia entre los no vacunados, se remiten de nuevo al principio de precaución, en particular con los niños y los inmunodeprimidos pendientes de la dosis de refuerzo, mientras otras incrementan las medidas para estimular la vacunación y al tiempo para reducir la movilidad en interiores de los no vacunados.

En definitiva, las autoridades sanitarias de España y Portugal tienen el reto de decidir si el mensaje es volver atrás a la Navidad pasada, manteniendo o aumentando las restricciones hasta el momento en que la vacunación de los no vacunados, mediante las dosis de recuerdo generalizadas y las vacunaciones infantiles por debajo de los doce años lleguen al cien por cien de la población diana, algo que saben que es inviable. O si, muy al contrario, la cuestión fundamental estriba en situarse en una fase cualitativamente diferente de la pandemia de la del resto de Europa, y por tanto acordar una nueva estrategia pactada en el marco del Consejo Interterritorial del SNS y en ese marco la adopción de medidas de flexibilización para recuperar ya la normalidad con la endemia, en la que ya están la gran mayoría de los ciudadanos que son los vacunados, para dedicar nuestra atención a intervenir de forma selectiva en particular en el reducto final de la pandemia, que componen los no vacunados, tanto los voluntarios como los involuntarios, junto a los inmunodeprimidos.

En este sentido, los datos que realmente importan en una situación casi de endemia tampoco pueden ser la incidencia a catorce o siete días como ha ocurrido hasta ahora, para desencadenar nuevas restricciones a partir de la transmisión comunitaria, sino centrarse en particular en la situación y evolución de la ocupación hospitalaria y de las UCI, en absoluto tensionadas y en las que hoy por hoy la mayoría de los ingresados por covid19 no están vacunados.

En el marco de esta nueva estrategia selectiva es hora de que nos decidamos a seleccionar, seducir y en su caso disuadir a los que no se han querido vacunar para que también se vacunen, y en su defecto condicionando su movilidad y distanciamiento mediante el pasaporte covid y los test, en particular en los centros sanitarios, los sociosanitarios, los transportes y los espectáculos públicos en espacios cerrados, sin descartar la obligatoriedad de la vacunación en quienes tratan con los más vulnerables como los inmunodeprimidos.

Esta nueva estrategia de normalidad, en un contexto de incertidumbre, debe ser compatible con la recuperación de la atención sanitaria afrontando las carencias de la salud pública, la atención comunitaria primaria y de salud mental así como de la protección social y con la recuperación económica en nuestro ámbito, junto a la lucha global contra la pandemia y de la vacunación, en particular en los países empobrecidos. Porque cosas como la mascarilla y la distancia social no han venido para quedarse, más que en los centros sanitarios y entre los más vulnerables.

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Gaspar Llamazares es fundador de Actúa.

Recientemente la ministra de Sanidad ha anunciado la disposición del Gobierno para llevar a cabo la vacunación infantil, una vez ésta sea aprobada por la Agencia Europea del Medicamento. Por otra parte, el presidente del Gobierno ha marcado la próxima primavera para la definitiva derrota de la pandemia. El nuevo objetivo de vacunación, cuando todavía está pendiente la finalización de las dosis de recuerdo y el plazo de primavera para la definitiva derrota de la pandemia, después de sucesivos aplazamientos, muestran la resistencia del Gobierno a situarse en la incertidumbre de la endemia. Late detrás de todo ello la voluntad de reducir al mínimo la incertidumbre, más allá del final de la pandemia.

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