El pego y la paga

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Miguel Lorente Acosta

Cuando la cosa va de paga, el machismo no duda en intentar dar el pego para no abonar a las mujeres las cantidades correspondientes a las tareas profesionales que desarrollan, unas veces es la brecha, otras los atrasos, y otras los anticipos y anticipaciones para situarlas rápidamente en los puestos más precarios y con las jornadas más partidas y repartidas.

Contar con el peso de la palabra y con la moral de la historia permite al machismo jugar con los acontecimientos del día a día para reforzar sus posiciones utilizando, incluso, los elementos críticos con su construcción. Es lo que hace el posmachismo cuando dice que hay que lograr la Igualdad, “pero la Igualdad de verdad, no la que plantean las mujeres y el feminismo que sólo busca ayudas para ellas”, argumento que en verdad pretende no aplicar medidas para corregir la desigualdad histórica que afecta a las mujeres; o cuando afirma que hay que luchar contra la violencia, “pero contra todas las violencias, no sólo contra la que sufren las mujeres”, para así dejar sin abordar las causas específicas de la violencia de género que lleva a que cada año sean asesinadas 60 mujeres de media; o al plantear que hay que contar con las mujeres en los puestos de responsabilidad, “pero con las mujeres que estén preparadas, no con las que surjan de cuotas paritarias”, y así alimentar el mito de que las mujeres son incapaces y que no pueden ejercer las mismas responsabilidades que los hombres, y que si las asumen no las ejercerían igual de bien que ellos. En ningún momento se plantea que sean los hombres los que puedan estar menos preparados, en ellos no cabe la duda del poder ni sobre el poder.

Todo forma parte del juego perverso que lleva a la inacción para que nada se modifique, o al cambio adaptativo para que todo siga igual bajo la referencia de los hombres.

Lo hemos visto ahora con la empresa de aceites de Lucena (Córdoba). Primero se niegan a pagar los atrasos debidos a las trabajadoras bajo esa idea tan conservadora de que cualquier tiempo pasado fue mejor; luego, cuando el Tribunal le dice que una cosa es el tiempo y otra el trabajo desarrollado y que lo que hay que pagar son las labores realizadas, no el paso de los días, echa mano del convenio para decir que de eso nada, que en esta época de “todos y todas” lo que dicen los papeles es que hay que pagar a todos los “trabajadores”, y que las trabajadoras todas no estaban incluidas. Si hubiera sido en el marco del “Plan de Empleo Rural” exclamaríamos “¡con un per!”, pero como ha sido en una empresa oleícola decimos “¡con un par!”. Porque ha sido así, lo han dicho y se han quedado tan a gusto.

Estas son las trampas del machismo, capaces de decir lo mismo y lo contrario sin que nadie vea mentira alguna o incongruencia, puesto que el fin justifica las palabras, y ya se sabe que su palabra es la ley. De manera que ahora resulta que quienes más critican el uso del lenguaje inclusivo y no sexista son los que recurren a él para decir que “lo que no se nombra no existe” y que a quien no se nombra no se le paga.

Y por si todo esto fuera poco, llega la RAE y afirma que si no la liáramos tanto con el todos y todas, los empresarios y las empresarias, y los trabajadores y las trabajadoras… pues no ocurrirían estas cosas. Y dice en su Twitter que “Quizá la insistencia en afirmar que el masculino genérico invisibiliza a la mujer traiga consigo estas lamentables confusiones”, como si la decisión hubiera sido una “confusión” y no una decisión planificada y argumentada. Lo de la RAE tampoco creo que sea una confusión ni exceso de inocencia.

Como se puede ver, en el machismo “el más tonto hace relojes”, por eso cuentan con el tiempo como aliado para intentar dar el pego con la paga o con lo que sea, porque lo que hay es mucha cara para que a las mujeres les salga cara la osadía de la Igualdad. __________

Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue delegado del Gobierno para la violencia de género.

Cuando la cosa va de paga, el machismo no duda en intentar dar el pego para no abonar a las mujeres las cantidades correspondientes a las tareas profesionales que desarrollan, unas veces es la brecha, otras los atrasos, y otras los anticipos y anticipaciones para situarlas rápidamente en los puestos más precarios y con las jornadas más partidas y repartidas.

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