Una peculiar situación lleva en la Comunidad de Madrid a que los que menos tienen paguen las becas de los que más tienen. Esta situación de injusticia es tan flagrante que toda persona bien intencionada debería pensar que responde a una contradicción no identificada en lugar de a un programa político determinado.
Imaginemos una familia con un hijo que ingresa un total de 20.000 euros al año —a quien le parezca poco, está un poco por encima de la mediana de renta familiar—. Esa familia podría optar a una beca para que su hijo estudie el bachillerato en un centro privado. Ahora bien, esa beca no cubriría todo. Imaginemos que cubre 3.750 euros de los 6.000 que cuesta. ¿Qué pasa con los 2.250 euros que faltan ahí? Pues que la familia que ingresa un total de 20.000 euros al año tiene que restar 2.250 para gastarlos en pagar el Bachillerato privado. Esos 2.250 son un porcentaje muy alto de su renta anual, lo que significa que seguramente no pueda pagarlos y optará por un instituto público —como el resto de familias de rentas bajas—.
Imaginemos ahora una familia con dos hijos que ingresa 100.000 euros al año. Esa familia puede optar a esa misma beca para sus dos hijos —porque el umbral se ha subido como para que esto sea posible— y, como la otra familia, tendrá que pagar una parte, pues la beca no lo cubre todo. Pero esa cantidad es un porcentaje pequeño de una renta de 100.000 euros al año, por lo que la familia puede considerar que no le hace especial daño ese pago y que compensa elegir el instituto que más les guste.
La beca ha sido históricamente un mecanismo igualador de las condiciones de partida. Es el complemento que el Estado pone al servicio de las familias que menos tienen para que los hijos no paguen por el “pecado no cometido” de su origen familiar. Ayuso ha invertido el significado de las becas.
Para más inri, un informe de EsadeEcPol —Desigualdad de la Renta y Redistribución en España— demostraba cómo la presión fiscal a la que están sometidas las rentas más bajas es similar a la que afecta a los más ricos del país. La conclusión era obvia: el sistema español ha perdido progresividad. Dicho de otra manera: los pobres pagan al Estado tanto como los ricos. Siguiendo con la educación, esto significaría que los que menos tienen están pagando lo mismo que los que más tienen, pero, además, los que menos tienen —como nuestra familia de 20.000 euros— no pueden optar a las becas a las que sí pueden optar los que más tienen —como nuestra familia de 100.000 euros—. Alguien podría decir que los de 20.000 también pueden coger esa beca, pero obviamente el porcentaje que le resta de su presupuesto anual es tan elevado que seguramente elijan no hacerlo.
La beca ha sido históricamente un mecanismo igualador de las condiciones de partida. Es el complemento que el Estado pone al servicio de las familias que menos tienen para que los hijos no paguen por el “pecado no cometido” de su origen familiar
Esto tergiversa por completo el sentido original de los impuestos y de las becas. Decía Kant en La Metafísica de las Costumbres que “gracias al Estado es lícito al gobierno obligar a los poderosos a procurar medios de subsistencia a quienes son incapaces de ello”, es decir, que para mantener la parte más débil del pueblo, se podía obligar a los poderosos. “Esto —sigue Kant— puede realizarse gravando la propiedad de los ciudadanos (…). No para satisfacer las necesidades del Estado (que es rico), sino las del pueblo”. En la Comunidad de Madrid tenemos justo lo contrario. No sabemos qué tiene Ayuso contra Kant. Pero lo hace al revés, grava y cose de impuestos a los pobres para pagar becas a los poderosos. Esto para Kant era simplemente la ruina del pueblo, y para Hegel sería, como decía en la Filosofía del Derecho, un mero “espectáculo de exceso y miseria”.
A ese espectáculo están intentando acostumbrar a la sociedad madrileña, que ve con asombro cómo pasa lo mismo con las Escuelas infantiles privadas y con la FP privada. Pobres a los que no conviene coger las becas para estas instituciones porque no lo cubren todo y que, sometidos a la misma presión fiscal que los ricos, les pagan a estos las becas. Lo mismo pasa con la beca Erasmus, ese mecanismo que introdujo a los españoles en Europa y que en la Comunidad de Madrid es una beca solo para los ricos. Como es sabido, Madrid es el único lugar de España que no complementa la beca Erasmus. ¿Quién se va a ir a Londres a estudiar con 300 euros al mes? Pues solo aquellos cuya familia pueda completar la beca. Las demás comunidades complementan esa beca, en Madrid es solo una beca para el que más tiene.
Ahora ya sabemos a qué se refiere Ayuso con lo del dinero en los bolsillos. Se refiere, sí, al dinero en los bolsillos, pero solo de los que más tienen. Ahí está la libertad de elección, la libertad de unos pocos, para esos todos los colegios de la Comunidad de Madrid están abiertos, para esos todos los hospitales son suyos, para esos toda ciudad de Europa es vivible. Para los otros, para los de siempre, para los de abajo, la libertad es una cosa más pequeña, y a Ayuso no parece importarle, y ese es el espectáculo de “exceso y miseria” al que parece querer acostumbrarnos, a ver si así nos olvidamos.
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Antonio Sánchez es diputado de Más Madrid en la Asamblea
Una peculiar situación lleva en la Comunidad de Madrid a que los que menos tienen paguen las becas de los que más tienen. Esta situación de injusticia es tan flagrante que toda persona bien intencionada debería pensar que responde a una contradicción no identificada en lugar de a un programa político determinado.