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PSOE, un modelo de partido

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Félix Bolaños García

Una de las ventajas (acaso la única) de ser miembro de la Comisión Federal de Ética y Garantías del PSOE en esta etapa es que, “por imperativo legal” de nuestra normativa, no puedo participar en el debate de los nombres que, como es tradición, casi todo lo ocupa en el periodo precongresual de nuestro partido. Por ese motivo, puedo centrarme en el debate de las ideas y plantear algunas propuestas sobre el modelo de partido del PSOE que, bajo la apariencia de meras modificaciones estatutarias o reglamentarias, pretenden mejorar el funcionamiento interno del partido y hacerlo más atractivo para el electorado progresista.

Elegir Secretario General es importante, esencial, pero también lo es reflexionar sobre cómo queremos construir un partido democrático, organizado y útil. Para ello, sería deseable constituir un grupo de trabajo, formado por militantes de reconocido prestigio y trayectoria, que pudieran aportar su experiencia y visión sobre el modelo de partido que necesita el PSOE. El resultado de ese trabajo sereno y exhaustivo se elevaría a la Comisión Gestora y podría servir para abordar, con una visión coherente y de conjunto, la modificación de los Estatutos en el Congreso Federal de junio y, más adelante, de la restante normativa por el Comité Federal.

Casi nadie discute ya (públicamente, quiero decir) que el Secretario General del PSOE sea elegido por los militantes con su voto individual y secreto. Sin embargo, el debate se complica cuando tratamos de conocer el alcance de esa indiscutible legitimidad de origen. ¿Esa elección directa por los militantes del Secretario General significa que sólo debe responder ante ellos? ¿Podría el Comité Federal interponer una moción de censura al Secretario General elegido por las bases? ¿Podrían los miembros de la Comisión Ejecutiva forzar la dimisión del Secretario General elegido y que les ha propuesto? ¿Los candidatos a Secretario General no elegidos por las bases, pero que hayan obtenido un respaldo significativo, deberían tener el derecho o la obligación de incluir personas de sus candidaturas en la nueva Comisión Ejecutiva? ¿Quién debería adoptar las decisiones cruciales del partido: el Secretario General, la Comisión Ejecutiva, el Comité Federal o toda la militancia mediante consulta? Todas estas cuestiones, en esencia, se podrían reducir a un único dilema: ¿democracia directa o representativa? Y, si se quiere, podríamos combinar ambas y complicar algo el dilema: ¿en qué dosis? ¿Cuál primaría?

En este afán por preguntar sobre el modelo y por mejorar el funcionamiento y la seguridad jurídica del PSOE, tampoco estaría de más plantearnos otras cuestiones de importancia: ¿la necesidad de avalar a los precandidatos (máxime en los avales colectivos) garantiza la libre expresión de las preferencias de los militantes? ¿Tiene sentido que no se exija ninguna antigüedad a los militantes para poder votar en la elección del Secretario General? ¿Es posible que algún ciudadano que desee afiliarse y participar en la elección no pueda hacerlo? ¿Sería recomendable involucrar (y, por ende, responsabilizar) más a los Secretarios Generales regionales en la gobernanza del PSOE a nivel nacional? ¿Cómo se podría lograr que Juventudes Socialistas conectara mejor con los jóvenes españoles? ¿Qué podríamos hacer para atraer más talento al PSOE y, por tanto, resultar más atractivos a la sociedad?

Éste es, sin duda, un buen momento para tranquilizar al lector y decirle que no pretende este artículo dar respuesta pormenorizada a todas y cada una de estas cuestiones, pues la extensión y objetivo de este trabajo lo impide. Sin embargo, sí es una excelente oportunidad para afirmar que todas estas preguntas han de tener una respuesta clara y expresa en nuestros Estatutos y normativa de desarrollo, pues lo contrario podría ponernos en riesgo de rememorar aquellos días de ruido y furia que precedieron al Comité Federal de 1 de octubre de 2016.

Algún lector sagaz podrá pensar que, a estas alturas, este artículo se limita a formular preguntas, pero no concreta ninguna respuesta. No le faltaría razón, aunque deberá concederme que la mera formulación de estas cuestiones y su eventual inclusión en el debate socialista ya sería una buena noticia. Y, más aún, mejor noticia sería que se buscaran respuestas razonables y unas normas claras, sin pensar en nombres y apellidos concretos. Porque ésa es la clave de que el debate sobre el modelo de partido se cierre con éxito, que todos seamos conscientes de la importancia de tener un modelo de partido coherente, cualquiera que ocupe la dirigencia del partido y sabedores de que las personas irán cambiando.

Sentado lo anterior, planteo un catálogo de propuestas con ánimo deliberativo y con la finalidad de aportar algunas ideas para el debate del modelo de partido del PSOE:

1.- El Secretario General elegido directamente por los militantes debe responder ante el conjunto del partido y, dada la imposibilidad de que todos los militantes se organicen y pidan cuentas a su Secretario General, es imprescindible y deseable acudir a la democracia representativa. Esto supone que el Secretario General debe rendir cuentas sobre su gestión ante el Comité Federal, máximo órgano entre Congresos del partido. Es positivo que el liderazgo del Secretario General elegido por las bases no pueda caer en la tentación de ejercer un hiperliderazgo que anule por completo el criterio de los órganos colegiados y resto de dirigentes del partido y, por ello, debe rendir cuentas al Comité Federal.

2.- Sería necesario, por consiguiente, regular con claridad el eventual conflicto de legitimidades que pudiera darse en el caso de que el Comité Federal dejara de confiar en el Secretario General como líder del partido, puesto que ese eventual escenario de enfrentamiento debiera resolverse cuanto antes y, desde mi punto de vista, apelando en última y definitiva instancia a la democracia directa. En mi opinión, esa pérdida de confianza únicamente debería significar la apertura de un nuevo proceso de democracia directa para elegir a un Secretario General. Por tanto, el Comité Federal podría aprobar, mediante una mayoría cualificada (quizá tres quintas partes de sus miembros), una moción de censura al Secretario General. La votación en este órgano debiera ser secreta y, en caso de aprobarse la moción de censura, la consecuencia directa y automática sería la convocatoria de un Congreso Federal en un plazo no superior a 100 días y el nombramiento de una Comisión Organizadora del Congreso, que también se ocuparía de la gestión de los asuntos ordinarios del partido durante ese ínterin.

3.- Entiendo, por el contrario, que la dimisión de miembros de la Comisión Ejecutiva en un determinado número (“la mitad más uno” dicen nuestros vigentes Estatutos) no debiera suponer la dimisión del Secretario General. Resulta difícil de entender que las personas que forman parte de la Comisión Ejecutiva, a propuesta del Secretario General elegido por los militantes, puedan provocar su caída, máxime cuando la Comisión Ejecutiva no es el órgano llamado a controlar al Secretario General.

4.- Es imprescindible que, en el actual reino de las elecciones internas, también se ponga en valor la idea de la unidad tras la elección. Y la unidad o integración debiera ser imperativa, tanto para el candidato vencedor en los comicios como para los no elegidos, a quienes, en ocasiones, resulta más cómodo pasar a la oposición interna y esperar mejor ocasión. Mi propuesta, en este caso, es que los candidatos que obtengan, al menos, un 30% de los sufragios tengan el derecho y la obligación de formar parte de los órganos de gobierno y control del partido. De este modo será más fácil corresponsabilizar a todas las candidaturas en la tarea más importante de todas: ser leales al PSOE y a las direcciones políticas elegidas democráticamente y que éstas cuenten con todo el potencial y talento del partido.

5.- Es indiscutible que los Secretarios Generales regionales y de nacionalidad tienen una enorme relevancia pública en el discurso del partido a nivel nacional. Por ese motivo creo que debemos dar soporte orgánico y estatutario a este hecho y potenciar el Consejo Territorial formado, entre otros, por los Secretarios Generales regionales. Este órgano debiera reunirse, al menos, con periodicidad mensual, lo que facilitaría la coordinación de mensajes y la coherencia del discurso en todos los territorios. También garantizaría diálogo entre los principales dirigentes del partido.

6.- Creo que el sistema de elección del Secretario General debiera articularse en votación a doble vuelta. Los dos candidatos más votados llegarían a la segunda vuelta, que se podría celebrar una semana después que la primera. Por supuesto, si en la primera vuelta algún candidato alcanza el 50% de los votos no sería necesario celebrar la segunda vuelta. Este modelo que propongo tiene dos ventajas: (i) se garantiza que el Secretario General alcanza, al menos, el 50% de los votos, lo que supone un refuerzo innegable de legitimidad; y (ii) se suprimiría el trámite de los avales, que supone un esfuerzo logístico innecesario y, en ocasiones, implica que los militantes se sientan empujados a tener que significarse públicamente, al menos en el aval colectivo, a favor de un candidato.

7.- La proliferación de votaciones, en todos los ámbitos territoriales, que celebraremos los socialistas hacen imprescindible un rigor extremo en la gestión del censo. Creo razonable que nuestra normativa exija una determinada antigüedad en la militancia para poder ejercer el derecho al sufragio activo y pasivo. Seis meses puede ser un plazo razonable. La situación actual, que no exige permanencia mínima en el partido para votar, podría llevar al absurdo de que una persona se afiliara única y exclusivamente para votar en un determinado proceso y que, acto seguido, se diera de baja en el partido sin haber mostrado compromiso alguno con el proyecto socialista y sin haber abonado ni siquiera una cuota. Por otra parte, y más importante si cabe, se debe garantizar de manera plena que si una persona se quiere afiliar al partido, lo pueda hacer sin dilación para lo que sería bueno eliminar los eslabones intermedios en el proceso de afiliación que pueden ralentizar este derecho.

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8.- Creo que es un hecho indiscutible que las Juventudes Socialistas no conectan en este momento con los jóvenes, que no ven en nuestra organización juvenil un referente. Como consecuencia o además de ello, tampoco lo ven en el partido, lo que supone que los jóvenes se sientan alejados del PSOE. Las Juventudes Socialistas son una organización autónoma, pero obligados a aceptar y cumplir los acuerdos del partido. Mi propuesta en este punto sería abordar el modelo de las Juventudes Socialistas en los próximos Congresos, tanto del partido como de las propias Juventudes. Creo que hay que transformar profundamente las Juventudes y su organización con el fin de que en ellas prime el ingrediente formativo (valores, ideas, lecturas) sobre el orgánico. Creo que no tiene demasiado sentido que Juventudes tenga multitud de cargos orgánicos a todos los niveles que replican la estructura del partido y que sirven para entretener las energías en lo accesorio. Las Juventudes han de ser una escuela de formación y de valores socialistas, donde se fomente la lectura y el estudio y se gasten los mínimos esfuerzos posibles en las interioridades de los procesos orgánicos.

9.- Por último, quizá lo más importante, cómo atraer talento a nuestro partido y hacer más atractivo nuestro proyecto a la ciudadanía. Cierto sector de la sociedad española (básicamente, las capas medias urbanas) considera que el PSOE es un partido con cierto tinte endogámico. La única manera de superar esta percepción es mirar más allá de nuestro propio partido y tratar de sumar a personas de izquierdas con un reconocido prestigio social, sin importar si militan en el PSOE o no. El valor añadido que aportan a nuestro partido es indiscutible (Ángel Gabilondo, persona admirable y respetada por todos, es un ejemplo también en esto). Por tanto, hay que fomentarlo y, aquí mi propuesta, garantizarlo en nuestra normativa. Todas nuestras candidaturas electorales o, al menos, las nacionales, las autonómicas y las de los municipios con mayor número de habitantes, deben incluir un porcentaje de personas (entre un 5% y un 10% podría ser un número significativo) que representen a lo mejor de la sociedad civil y que añadan su talento a la inteligencia, al compromiso y a la experiencia que ya aportamos los militantes. El PSOE debe ser la casa y la causa común de las personas de izquierdas, comprometidas con su entorno, con vocación de servicio y con talento y capacidad para mejorar la sociedad. ___________________

Félix Bolaños García es el secretario de la Comisión Federal de Ética y Garantías del PSOE.

Una de las ventajas (acaso la única) de ser miembro de la Comisión Federal de Ética y Garantías del PSOE en esta etapa es que, “por imperativo legal” de nuestra normativa, no puedo participar en el debate de los nombres que, como es tradición, casi todo lo ocupa en el periodo precongresual de nuestro partido. Por ese motivo, puedo centrarme en el debate de las ideas y plantear algunas propuestas sobre el modelo de partido del PSOE que, bajo la apariencia de meras modificaciones estatutarias o reglamentarias, pretenden mejorar el funcionamiento interno del partido y hacerlo más atractivo para el electorado progresista.

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