Se nos ha marchado Federico, D. Federico Mayor Zaragoza, dejando una profunda huella y lecciones de dignidad y de humanismo que trascienden la polarización política e ideológica que resquebraja los más elementales principios democráticos, tanto en nuestro país y como a nivel mundial.
“Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas, resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra … “, cuantas veces repitió Federico, en público y en privado, esa frase con la que arranca la carta fundacional de las Naciones Unidas. Durante décadas esa frase era un objetivo muy difícil de alcanzar, decía, pero hoy es factible hacerla realidad, en la medida que las redes permiten a los pueblos comunicarse y levantar un movimiento efectivo por la paz a nivel global.
Como director general de la UNESCO fue testigo de las conversaciones entre Gorbachov y Reagan para frenar y desescalar la carrera nuclear, contaba. Llegado a un punto, Gorbachov le planteó a Reagan ir a la raíz y suprimir las armas nucleares, según contaba Federico. Reagan, que mantuvo una relación de notable confianza e incluso de amistad con Gorbachov, le contestó que debía consultarlo. Desgraciadamente, hechas esas consultas, la respuesta acabó siendo que el complejo militar industrial de su país, no se lo permitía. Ese poderoso complejo militar-industrial del que hablaba el presidente Eisenhower.
En todo caso, nos ha dejado la Fundación Cultura de Paz como legado y expresión de su tenaz empeño en promover, desde la educación, un cambio cultural que nos lleve a exigir la Paz como un derecho.
En un contexto internacional en el que se normaliza como pretendidamente inevitable una nueva carrera de armamentos, que dispara los riesgos de confrontación nuclear y arruina la prioridad de inversiones para afrontar el hambre, las enfermedades y pandemias, la crisis global del agua, las brutales desigualdades socio-económicas y la emergencia climática, te echaremos en falta, Federico.
En todo caso, nos ha dejado la Fundación Cultura de Paz como legado y expresión de su tenaz empeño en promover, desde la educación, un cambio cultural que nos lleve a exigir la Paz como un derecho de todos y todas; el derecho a que todos los conflictos se afronten de forma no violenta, a través del diálogo, la negociación y el respeto a leyes y normas acordadas civilizada y democráticamente. Si ese principio, que impide afrontar los conflictos entre nosotros a través de la violencia, está vigente en el seno de nuestros países, ¿Cómo puede considerarse utópico conseguirlo a nivel internacional? ¿Cómo podemos aceptar como inevitables el genocidio de Gaza, la guerra en Ucrania u otras guerras más desconocidas como la de Sudán? ¿Cómo podemos normalizar la amenaza nuclear que en su día rechazamos con masivas movilizaciones y que hoy se nos presenta bajo nuevas justificaciones igualmente suicidas?.
En mis intervenciones en Nueva York y Ginebra, como Relator Especial de la ONU para los derechos humanos al agua potable y al saneamiento, he venido recordando y no dejaré de recordar a los representantes de todos los países, la frase con la que fundamos entre todos la ONU: Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas … Y cada vez que lo haga, reivindicando el espíritu fundacional de esas Naciones Unidas que hoy poderosos actores ponen en cuestión y en riesgo, siempre recordaré a D. Federico Mayor Zaragoza, nuestro querido amigo Federico.
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Pedro Arrojo Agudo es el Relator Especial de la ONU para los derechos humanos al agua potable y al saneamiento.
Se nos ha marchado Federico, D. Federico Mayor Zaragoza, dejando una profunda huella y lecciones de dignidad y de humanismo que trascienden la polarización política e ideológica que resquebraja los más elementales principios democráticos, tanto en nuestro país y como a nivel mundial.