La regeneración política de Alvise y Pablo
Cuando hablamos de regeneración política, hablamos de cumplir compromisos electorales, hablamos de limitación de mandatos, hablamos de censurar las puertas paralelas y giratorias, hablamos de limitar la publicidad institucional y los debates fake en medios de comunicación públicos por parte de los representantes electos e institucionales, hablamos de regularizar la competencia desleal y el intrusismo profesional dentro del personal eventual, hablamos de regeneración cíclica dentro de los partidos políticos y candidaturas en las distintas convocatorias electorales, hablamos de proteger la libertad de expresión, la seguridad laboral y la denuncia de las mentiras, insultos y difamaciones en redes sociales, etc.
¡Oye!, hagamos un poco de retrospectiva en este asunto. Porque las contradicciones respecto a la regeneración política y la tipología de los discursos dentro de partidos o coaliciones políticas emergentes, como la de Alvise, no son nuevas.
Durante la "revolución de la nueva política", que inició Pablo Iglesias entre 2014 y 2015 con Podemos, se trataba de sumar electores gracias al gran poder de convicción de sus líderes políticos, los nuevos hiperliderazgos absolutos del siglo XXI. No solo se manejaban los programas sino la agenda electoral de las emociones negativas respecto a la gestión del contrincante político.
Sin embargo, si te presentas a unas elecciones al Parlamento Europeo, firmas inevitablemente un pacto social con tus electores comprometiéndote los cinco años que dura la legislatura; como consecuencia, tienes que asegurarte de cumplirlo. No utilizas la candidatura, porque no le das ninguna importancia a las instituciones europeas (porque no crees en Europa), y avisas de antemano que renunciarás a tu acta para presentarte a las elecciones generales.
Recordamos cómo Pablo Iglesias se presentó como líder de la nueva formación morada en las elecciones europeas de 2014, después renunció a su acta para presentarse entre 2015 y 2019, cuatro veces a las elecciones generales (recuerdo que se repitieron las elecciones en 2016 y noviembre de 2019 ya que los partidos fueron incapaces de llegar a acuerdos de gobierno), y para finalizar se presentó a las elecciones autonómicas de Madrid en 2021, siendo vicepresidente del gobierno de España. Un claro ejemplo de puertas paralelas dentro de la vida parlamentaria en este país. Representaba, ayer y hoy, al líder mesiánico que cree que es el único candidato viable para representar unas siglas, un programa y unas ideas. Los nuevos hiperliderazgos contemporáneos.
Curiosamente, aquí tenemos un caso de puertas paralelas parlamentarias descendentes. Lo habitual son las puertas paralelas dentro de la política electoral ascendente —desde lo local hacia lo europeo —.
Luís Pérez Fernández, Alvise Pérez, coincide con el planteamiento inicial y estrategia electoral que mantuvo Pablo Iglesias en 2014. No solo en cómo se debe de llegar a la política española, sino en su forma alternativa de financiar su campaña, en cómo va a intentar convertir SALF en un partido político y finalmente en su discurso, en este caso de derechas. Los extremos, como bien vemos, se tocan. Sin embargo no son iguales. Ideológicamente no son iguales, pero se parecen en las formas elegidas para llegar a su potencial votante. Ese votante que no cree en la política porque no siente que sus representantes públicos electos e institucionales encuentren voluntariamente una solución viable y rápida a sus problemas personales. La gran temida desafección política española.
Se presentan como parlamentarios ejemplares para corregir los errores de la política tradicional, pero son menos transparentes que sus antecesores. ¡Viva la democracia, viva las leyes y el orden!
Este líder de "nueva planta", tras la pancarta de que el mundo es corrupto y el sistema no funciona porque lo gobiernan criminales, mercenarios, pedófilos y violadores; que por supuesto meterán en la cárcel sin juicio previo; se autoproclama líder único diferenciable del resto a través de insultos, exageraciones y mentiras gracias a un lenguaje simple, llano y entendible que ha sabido calar de primeras, y como consecuencia obtener un gran escudo de electores. ¿Les suena?
Sin embargo Pablo y Luis, Luis y Pablo, no son iguales, son parecidos. No se sabe nada del currículum del de la "ardilla", no se sabe nada de su declaración de bienes, porque él realmente cree en la libertad de lo privado pero no en la transparencia de los políticos en las instituciones públicas. Esas mismas administraciones que quieren cambiar. Para ellos la llegada al poder justifica la visión que plantea de forma no directa que los únicos representantes legítimos —de origen— son ellos, y por eso son los únicos que no deben dar ejemplo como representantes públicos. Es una visión de la política democrática muy paradigmática y elitista.
Nacen para cambiar las instituciones públicas cuando no creen en ellas realmente. Se presentan como parlamentarios ejemplares para corregir los errores de la política tradicional, pero son menos transparentes que sus antecesores. ¡Viva la democracia, viva las leyes y el orden! Que ellos mismos incumplen para ascender dentro de la casta política...
Y... ¿saben qué es lo que más me duele?, que tanto Alvise como Pablo estudiaron Ciencias Políticas.
Justificando su valía con esta respetable formación. Aunque no sé, en el primer caso porque no lo especifica en la mayoría de artículos, si Luís termino sus estudios. Sin embargo, lo que me cabrea es la imagen pública que se proyecta de los politólogos gracias a estos ejemplos de políticos particularistas —no vayan a confundir una cosa con la otra—.
Una pena y desgracia para todos y todas que comparten formación. Gracias a esta exposición mediática de los partidos emergentes, y algunos tradicionales, la gente cree que los politólogos solo nos movemos en dos vertientes (y media): la populista aspirante de ser los líderes del presente y del futuro, los que consiguen trabajo dependiendo de los círculos partidistas donde se muevan, o la vía académica de aquellos pocos que tienen exposición pública en las tertulias de los medios de comunicación.
Una pena. La historia se repite... Típico de España.
Demasiado ruido. Poco debate real parlamentario y pactos sobre lo importante, más allá de ser (o no) el centro del debate público en estas eternas precamapañas electorales donde la gestión pública es la gran olvidada cuando hablamos de regeneración política.
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David Acosta Arrés es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad de Granada.