Sucedió hace apenas nueve meses, aunque podría parecer que más, cuando Pablo Casado se despidió en el Congreso de su liderazgo al frente del Partido Popular entre los aplausos de los diputados que le habían traicionado. Los éxitos de Ayuso en las elecciones autonómicas madrileñas y una concertada y agresiva campaña mediática de la derecha extrema acabaron con quien, desde un principio, no estuvo capacitado para encabezar al primer partido de la oposición.
A partir de ahí hubo una especie de prefabricación en no pocos medios de comunicación, incluidos aquellos más progresistas, en la que se nos presentó a Núñez Feijóo como el líder moderado que necesitaba el Partido Popular para salir de la sombra extremista que se cernía sobre Génova desde la triunfal presidencia de la Comunidad de Madrid.
A eso se le llamó efecto Feijóo y no pasó de durar unos pocos meses, visto que el derrotero del político gallego una vez se afincó en Madrid no se diferenciaba apenas del de su predecesor, como por otra parte cabía esperar. Podría pensarse incluso que, con su salto a la política nacional, el que fuera consolidado presidente de la Xunta de Galicia defraudó en exceso las expectativas moderadas puestas en su gestión.
El llamado 'efecto Feijóo' se ha desinflado por completo, se ha reducido a la mitad el trasvase de votos que su liderazgo lograría de los electores situados en el centro político y ha crecido también dentro de su partido el descontento sobre su gestión
Así hemos llegado al día de hoy, en el que, después de unas declaraciones contumaz y reiteradamente ultramontanas de Isabel Díaz Ayuso, inspiradas como todas por su asesor de cámara (“Pedro Sánchez va camino de una dictadura”), Núñez Feijóo ha solicitado un adelanto electoral sobre la fecha prevista para los comicios que se celebrarán –si no hay novedad y no parece que la vaya a haber– dentro de un año.
Lo hace cuando el llamado efecto Feijóo se ha desinflado por completo, se ha reducido a la mitad el trasvase de votos que su liderazgo lograría de los electores situados en el centro político y ha crecido también dentro de su partido el descontento sobre su gestión. Podría pensarse, ante esas un tanto inesperadas declaraciones de Feijóo solicitando un adelanto electoral, que en el transcurso del año que falta para la celebración de las próximas elecciones generales (mucho tiempo en los acelerados tiempos que corren), no se viera muy seguro en el puesto que ocupa como candidato de su partido a la Presidencia del Gobierno.
Tengo claro que desde el que fuera Palacio de Comunicaciones de Madrid no se dejarán de intentar, por parte del asesor jefe de Ayuso y con el respaldo imprescindible de esa derecha extrema mediática tan combativa, nuevos asaltos al despacho principal de la calle Génova, siempre que quien se siente allí muestre debilidades, como las mostró Casado y las está mostrando Núñez Feijóo.
Eso podría ocurrir, a pesar de los casi 8.000 ancianos que murieron enfermos, sintiendo cómo se ahogaban, durante la primera ola de la pandemia en la soledad del abandono de las residencias madrileñas dependientes del gobierno autonómico presidido por esa aspirante a La Moncloa.
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Félix Población es periodista y escritor. Su último libro es 'La memoria nombrada' (Ed. El viejo topo, 2018).
Sucedió hace apenas nueve meses, aunque podría parecer que más, cuando Pablo Casado se despidió en el Congreso de su liderazgo al frente del Partido Popular entre los aplausos de los diputados que le habían traicionado. Los éxitos de Ayuso en las elecciones autonómicas madrileñas y una concertada y agresiva campaña mediática de la derecha extrema acabaron con quien, desde un principio, no estuvo capacitado para encabezar al primer partido de la oposición.