Dos estudios ponen, negro sobre blanco, el hecho de que las mujeres estamos siendo víctimas de violencia, como siempre lo hemos sido, pero a través de nuevas formas y canales que están tomando cada vez más protagonismo en el primer cuarto del siglo XXI. Por un lado, las violencias digitales, pero en este caso centradas en las apps de citas. Por otro, el acceso sin cortapisas de jóvenes y niños a videos pornográficos, un hecho que auspicia violencias sexuales inusitadas. Nuestros tiempos, que son estos, los presentes, auguran mala lírica para la igualdad.
Lejos de alarmismos estériles, estos análisis ponen el foco en lo que está pasando en el medio digital, que es ni más ni menos el medio en el que no solo se desenvuelven sino en el que viven nuestros jóvenes. Los adultos asistimos atónitos a esta realidad tozuda y nos llevamos las manos a la cabeza cuando nos enteramos de que, en Badalona, una ciudad de las más importantes de la provincia de Barcelona, un grupo de menores violó a una niña de tan solo once años en los lavabos de un centro comercial. No es un hecho aislado, lamentablemente, sino algo cada vez más recurrente.
La Federación Mujeres Jóvenes ha publicado el informe Apps sin violencia, una investigación sobre las violencias sexuales que las mujeres sufren en aplicaciones de citas. Y es que el uso de estas aplicaciones es cada vez más frecuente entre las y los jóvenes. El informe ofrece un dato escalofriante: el 21’7% de las mujeres de entre 18 y 35 años que las utilizaron fueron violadas, forzadas con violencia explícita a mantener relaciones sexuales, mientras que un 29’5% fueron presionadas para mantener o realizar prácticas que no eran de su agrado. De hecho, más de la mitad, un 57’9% de las mujeres, se sintieron presionadas para mantener relaciones sexuales en estos encuentros. Y a una de cada cinco la emborracharon o drogaron para tener relaciones sexuales con ella. Este estudio se centra no solo en las violencias en las citas presenciales, sino también en las que se producen online, que no son pocas.
El informe ofrece un dato escalofriante: el 21’7% de las mujeres de entre 18 y 35 años que las utilizaron fueron violadas, forzadas con violencia explícita a mantener relaciones sexuales
Más allá de la conclusión evidente de que estas aplicaciones de citas no son suficientemente seguras para las mujeres, está claro que las violencias sexuales afloran cada vez con mayor naturalidad en las relaciones entre hombres y mujeres. Dicho de otro modo, las mujeres continúan siendo, y de hecho con los datos con los que contamos podemos afirmar que lo son cada vez más, objetos de deseo para los hombres, no sujetos, y tienen la obligación de plegarse a sus caprichos, sin importar para nada ni su deseo sexual ni su voluntad. El relato de la pornografía es justamente ese, la mujer como objeto sexual cuya voluntad y cuyo deseo es irrelevante. Y es en la pornografía en la que, también en un número creciente, se socializan sexualmente los y las jóvenes. La Universitat de les Illes Balears ha llevado a cabo un estudio sobre pornografía por encargo del Govern de esa comunidad autónoma. Ha realizado un trabajo de campo de más de 3.000 entrevistas a jóvenes de entre 13 y 18 años de 70 centros educativos, además de a padres y madres. Si hace unos años los índices de consumo de pornografía por internet se situaban en torno al 70% de los jóvenes varones, en la actualidad este informe habla ya del 90% de jóvenes de ambos sexos, si bien el consumo más intensivo, el que se produce a diario, se centra en el 30% de los chicos y solamente el 2% de las chicas. Además de los efectos negativos en la psique de estos consumidores prematuros de porno y de su concepción distorsionada de lo que son las relaciones sexuales y afectivas, hay otros peligros. El estudio ha constatado cómo se están produciendo captaciones de menores por parte de personas adultas a través de estas webs con finalidad de prostituirlos y extorsionarlos. El 70% de la pornografía infantil que circula por el mundo tiene su origen en la privacidad de los hogares de los niños y niñas que aparecen en esas grabaciones. Se trata de prácticas como la sextorsión que en demasiadas ocasiones se oculta y hasta se normaliza por parte de los y las menores que son víctimas de estos delitos y que optan por no denunciarlos.
El porno, especialmente si impacta en mentes extremadamente jóvenes y no formadas adecuadamente en educación sexual y afectiva, transmite el mensaje contrario al consentimiento que está en el centro de leyes como la de libertad sexual o del solo sí es sí. El porno llama la atención de jóvenes que sienten natural curiosidad sexual pero consumido en la edad infantil y en la adolescencia deriva en ocasiones en manifestaciones violentas que cada vez con más frecuencia tenemos que lamentar.
Debemos poner cortapisas técnicas y legales al acceso, ahora demasiado fácil, a estas webs, pero, por encima de todo, estamos en la obligación de educar de manera firme, adecuada y sin excusas a nuestros y nuestras jóvenes para que sean capaces de mantener relaciones sexuales y afectivas sanas. Es urgente. De hecho, ya vamos tarde.
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Lidia Guinart es diputada en el Congreso de los Diputados del Partido de los Socialistas de Cataluña en la actual legislatura (XIV) y también lo fue en la anterior (XIII)
Dos estudios ponen, negro sobre blanco, el hecho de que las mujeres estamos siendo víctimas de violencia, como siempre lo hemos sido, pero a través de nuevas formas y canales que están tomando cada vez más protagonismo en el primer cuarto del siglo XXI. Por un lado, las violencias digitales, pero en este caso centradas en las apps de citas. Por otro, el acceso sin cortapisas de jóvenes y niños a videos pornográficos, un hecho que auspicia violencias sexuales inusitadas. Nuestros tiempos, que son estos, los presentes, auguran mala lírica para la igualdad.