Medio siglo sin Franco, el fin de una dictadura que servirá para hacer valer la libertad en plena ola autoritaria

Entierro en el Valle de los Caídos del dictador Francisco Franco.

Primero, fue un teletipo lanzado en la madrugada del 20 de noviembre de 1975 por la agencia de noticias Europa Press: "Franco ha muerto. Franco ha muerto. Franco ha muerto". Luego, un comunicado oficial. Y ya durante la mañana, el anuncio a todo el país por radio y televisión. "Quiero agradecer a cuantos han colaborado con entusiasmo, entrega y abnegación, en la gran empresa de hacer una España unida, grande y libre", rezaba el testamento político que, emocionado, leía ante las cámaras el entonces presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro. Algunos, abrieron botellas y brindaron. Otros, sin embargo, no vieron nada que celebrar en el hecho de que el dictador muriera tranquilamente en la cama. Consideraban un fracaso histórico que hubiera sido la naturaleza, y no una ola democrática, quien acabara con el caudillo.

Este año se cumple medio siglo de una muerte que marcó un antes y un después en la historia reciente de España. Y el Gobierno ya prepara más de un centenar de actos para conmemorar el fin de la dictadura. La idea es poner en valor a lo largo y ancho de toda la geografía, a través de eventos de diversa índole en escuelas, universidades, calles o museos, la lucha de todas aquellas personas y colectivos que convirtieron un país oscuro en "una de las democracias más plenas del mundo". Un aniversario en el que el Ejecutivo espera poder pisar también el acelerador en el desarrollo de la Ley de Memoria Democrática. Por ejemplo, en torno al Valle de Cuelgamuros, para el que aún se tiene que aprobar un nuevo marco jurídico que supondrá, en principio, la salida de los monjes benedictinos del complejo monumental.

La celebración del final de una sangrienta dictadura amenaza con convertirse en el enésimo frente de la guerra ideológica de la derecha contra el Gobierno. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ya ha dejado claro que no piensa sumarse a dicha celebración. "Como su gobierno está en sus últimas horas, ha decidido quemar las calles y provocar violencia con grupos muy minoritarios, que últimamente salen justo cuando él lo pasa mal", lanzó la baronesa madrileña en redes sociales, acusando al presidente de fomentar el "guerracivilismo". Una postura que también ha adoptado el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo: "Ellos con su amargura a volver a los años 40, 50, 60 y 70. ¡Qué pereza dan!". Una posición que contrasta con la mantenida por formaciones conservadoras en otros países que sufrieron una dictadura.

El lema elegido por el Ejecutivo para la conmemoración ha sido España en Libertad. Es cierto que la muerte de Franco fue el punto de inflexión que abrió el camino hacia la democracia tras cuatro décadas de oscuridad. Ahora bien, no trajo por sí sola la libertad. Fue necesario continuar durante toda la Transición una lucha que venía dando de manera ininterrumpida el antifranquismo desde el final de la Guerra Civil. Porque, como recuerda Carme Molinero, catedrática de Historia Contemporánea en la Universitat Autònoma de Barcelona, la idea inicial del primer Gobierno de la reinstaurada monarquía pasaba por encaminarse hacia un "régimen democrático" pero "con muchas limitaciones". "La movilización hizo posible que ese proyecto no se consolidara", apunta la también investigadora del Centro de Estudios sobre Épocas Franquista y Democrática.

Coincide con ella María de los Ángeles Egido, catedrática de Historia Contemporánea de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED): "Con la muerte se inició el camino, pero la libertad se fue ganando poco a poco". Una lucha que no fue para nada sencilla. Y que dejó a muchos por el camino. Porque, pese al fallecimiento del dictador, la violencia en las calles continuó. Sophie Baby, por ejemplo, calcula en El mito de la transición pacífica más de siete centenares de muertos por violencia política entre 1975 y 1982, cifra que el periodista Mariano Sánchez Soler deja en 591 en La transición sangrienta. De ellos, más de un centenar y medio provienen de la violencia de Estado. En la memoria queda la matanza de Vitoria. O los muertos durante la semana negra de enero de 1977.

"La muerte de Franco fue un elemento de trascendental importancia para que la lucha por la democracia avanzase de manera más decidida", insiste Molinero. Pero los "pasos imprescindibles" no llegarían hasta los primeros meses de 1977. Fue entonces cuando se aprobó la Ley para la Reforma Política, que vino a establecer la base del sistema democrático. También el real decreto sobre el derecho de asociación política. Y el Partido Comunista dejó de estar proscrito, una decisión que soliviantó al búnker franquista. Luego, vino la legalización de los sindicatos. Y la celebración de las primeras elecciones generales. "Sus resultados hicieron ver como imprescindible dirigirse hacia una democracia plena y no recortada, que es lo que se pretendía en un primer momento", asevera la catedrática de Historia Contemporánea de la Autònoma de Barcelona.

Pedagogía frente al avance de discursos ultras

Además de para celebrar la desaparición del victimario, del responsable de la muerte de miles y miles de españoles, un aniversario redondo como este también puede servir para "poner en valor la libertad" que trajo consigo la democracia. "Quizá por eso, el lema elegido no es tan malo", opina Egido. Sobre todo, con el tsunami de discursos reaccionarios que recorre todo el mundo. Y que en nuestro país ya está dejando algunos datos preocupantes. El pasado mes de septiembre, por ejemplo, uno de los barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) recogía que un 8,3% de los españoles consideraba que un "gobierno autoritario" podía ser "preferible a uno democrático" en determinados momentos.

La pulsión autoritaria, que algunos sondeos privados han elevado hasta el 12,6%, ha roto los máximos registrados a lo largo de este siglo. Y lo ha hecho aupada, fundamentalmente, por los más jóvenes. Si a finales de los ochenta quienes más justificaban un régimen de mano dura eran los que tenían de 45 años en adelante, ahora son quienes pertenecen a la generación Z y los millenials, precisamente los que ya nacieron en democracia –más del doble que entre los baby boomers y la generación silenciosa, es decir, de 59 años en adelante–. Unos jóvenes que han crecido en unas redes sociales cuyos algoritmos, precisamente, favorecen este tipo de discursos. Y que se han convertido en el principal caladero de votos de una extrema derecha patria que ni reniega ni condena públicamente el régimen franquista.

"La gente joven no sabe lo que es sufrir una dictadura porque no lo han vivido. Han nacido en otra situación y no les cabe en la cabeza que no hubiera, por ejemplo, libertad de asociación", expone la catedrática de Historia Contemporánea de la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Una de las mejores armas para hacer frente a esto es la "educación": "Hay que empezar desde la base". El problema es que la desmemoria, a pesar de los avances registrados en los últimos años, aún pervive en muchos manuales. La dictadura se sigue abordando de manera superficial, minimizando cuestiones fundamentales como la represión y perpetuando la imagen edulcorada de un tardofranquismo tolerable.

"Lo que en la secundaria van a ver es limitadísimo. Por eso, es imprescindible que haya políticas públicas de memoria que sirvan para difundir esos conocimientos", expone Molinero, quien considera que los más jóvenes deben tener bien "presente" que, si tenemos la democracia que tenemos, es "por la lucha de todos aquellos que estuvieron perseverando para conseguir que ni se mantuviera una dictadura ni se estableciera un régimen de libertades recortadas". El aniversario redondo de la muerte de Franco puede ser útil para intensificar esa labor pedagógica. La excusa perfecta para intentar llegar a los más jóvenes en plena oleada de discursos pro-mano dura. Una efeméride, en definitiva, para hacer apología de la democracia y la libertad.

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