Comienza 2025: la presidencia polaca del Consejo aplica el lema ¡Seguridad, Europa! Ruth Ferrero-Turrión
Blasfemias chiquititas
Lalachus dio la campanada. Nochevieja en La 1, Puerta del Sol (que mira que es fea) y una estampita de un sagrado corazón fotochopeada con la carita de la vaquilla del Grand Prix. ¡Para qué más! ¡Blasfemia! ¡Penitenciagite! Los picapleitos meapilas más ruidosos del Occidente han interpuesto su tradicional querella; incluso, el presidente de los obispos se ha «entristecido [por] la burla al Corazón de Jesús».
Tiene su gracia que al mismo monseñor que comprendía los excesos verbeneros de aquel alcalde aficionado a las letrillas sobre violar menores le haya sobrevenido la pena por «el símbolo herido». A estas alturas, las redes están atiborradas de fotomontajes con santitos que no lograron atragantar a nadie. Incluso, algún malandrín ha rescatado aquellos calcetines de Ayuso vestidita de Inmaculado Corazón de María, sobre los que no he logrado encontrar ninguna censura episcopal.
Quisiera detenerme en la curiosa formulación de su ilustrísima: «el símbolo herido». Si la chispeante Lalachus se hubiese orinado en una mater dolorosa, entendería el cabreo, pero no logro ver qué hay de ofensivo en una vaca de peluche. Puede que no sea el gesto más inteligente para una retransmisión de año nuevo, pero chico, sosiega. Cuando el personal se cabreó con los fastos olímpicos, escribí por ahí que la imagen de la última cena no pertenecía a la religión, sino a la historia del arte. Y lo seguiré pensando, salvo que alguna mollera mitrada me demuestre que la reunión de unos señores, todos sentaditos en el mismo lado de la mesa según las normas compositivas del renacimiento italiano, fue inspirada por el mismísimo Espíritu Santo y me enseñe como prueba una separata encontrada entre los manuscritos del Mar Muerto.
Si la chispeante Lalachus se hubiese orinado en una mater dolorosa, entendería el cabreo, pero no logro ver qué hay de ofensivo en una vaca de peluche
Si no he olvidado mi catecismo, la iglesia prohíbe adorar a las imágenes, que son un instrumento para facilitar la incómoda contemplación de las realidades eternas, que ni se ven ni se huelen. Me preocuparía que la docta jerarquía y los talibanes del escalafón inferior se hubiesen confundido en este asuntillo y que, en nada, la horterísima estampa del Jesús de barba ensortijada, túnica blanca y corazón con malformaciones congénitas venga a ser una verdad de fe.
La historia del arte religioso está llena de inmaculadas con la cara de la que lo pagaba y otros retratos encubiertos. Caravaggio pintó a Nuestra Señora tomando como modelo un cadáver que habían pescado en el Tíber y la primera imagen que conservamos del crucificado tiene la cabeza de un burro (el grafiti se choteaba de un tal Alexámenos y del Dios al que rezaba). El celo guardián para con las imágenes tiene sus riesgos: te descuidas y ya eres un perfecto idólatra.
Con todo, convendría fijar un criterio unificador, más allá del deseo que tienen algunos chalados de que los del Opus monten un comando del ISIS («con el islam no se atreven», dicen, mirando con ojos golosones un chaleco bomba): ¿está mal jugar con los arquetipos religiosos pero se vale hacer merchandising de la Macarena? Pones el imancito en el frigorífico y a los dos meses tienes que echarle quitagrasas a María Santísima.
Seré un pésimo católico, pero yo creía que adorábamos a un Dios inofendible. Quiero decir: al ser preexistente, completo y perfecto, dador de todo… no se le pueden tocar las narices. Si escupes al cielo, el salivajo te cae entre los ojos. Es interesante que todo este follonazo haya venido por una estampita del Sagrado Corazón, que es una devoción muy plañidera. «He aquí el corazón que tanto ha amado a los hombres y en cambio recibe ingratitud y olvido. Debes procurar desagraviarme», le dijo la aparición a Santa Margarita María de Alacoque. Ya hay que ser presuntuoso para pensar que el Dios infinito tiene cuitas y que tú se las puedes remediar. Para colmo, la semana termina con otro ataque al catolicismo romano: por mal tiempo, las cabalgatas de reyes andaluzas se están adelantando un día. He leído a beatones enfadadísimos, porque les hayan roto la Navidad. Lo entiendo: si piensas que dios es una marquesa que pide a cada rato las sales, normal que te preocupe que todo el rato se ande quejando del servicio.
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