¿Qué puede salir mal? Benjamín Prado
IDEAS PROPIAS
Comienza 2025: la presidencia polaca del Consejo aplica el lema ¡Seguridad, Europa!
Polonia asumió este mes de enero la presidencia rotatoria del Consejo Europeo tomando el relevo a Hungría. Parece llegado el momento ampliamente deseado por Varsovia de capitanear el barco europeo asumiendo un liderazgo político que nadie parece querer cuestionar.
Durante los meses previos a la asunción de la presidencia, y especialmente tras la victoria de Donald Tusk en 2023, se ha podido ir observando cómo el posicionamiento de Polonia en la esfera europea e internacional se reforzaba al tiempo que se debilitaban otros ejes como el franco-alemán y se revitalizaba el triángulo de Weimar (Francia, Alemania, Polonia). Esto ha sido especialmente relevante en relación con la seguridad y la defensa, donde, sin ningún género de dudas, Polonia ha llevado la voz cantante en relación con el incremento de la inversión y el impulso de la Europa de la Defensa donde Tusk ha sabido vender la posición de Polonia como guardiana del flanco oriental de la OTAN al aliado americano. La idea de Tusk reside en la construcción de una sólida estrategia de defensa común que incluya el incremento de la producción europea, esto es la europeización del modelo polaco de defensa que lleva desplegando desde hace un año. Así, se plantea una mayor integración de las industrias militares, que incluirían también al Reino Unido, en conjunción con un aumento de la financiación para avanzar en la autonomía militar europea. Y para ello, su propuesta es la de aumentar la cooperación entre el Banco Europeo de Inversiones, capitaneado por Nadia Calviño, y la Agencia Europea de Defensa utilizando los intereses producidos por los activos rusos y destinados a la ayuda militar y la reconstrucción para Ucrania.
Para llevar a cabo esta estrategia, Tusk debía situar a Polonia en una posición regional reforzada, y así lo ha hecho. Polonia fue invitada especial al formato regional Nordic-Baltic 8 (NB8) del que forman parte Finlandia, Suecia, Noruega, Islandia, Dinamarca, Estonia, Letonia y Lituania, lo que pone de relevancia la creciente importancia regional de este país. Polonia también ha estado liderando iniciativas como la que abogaba por la reforma de la política de cohesión acompañada por Alemania, Francia, Irlanda, Rumanía y Eslovenia; o como la que impulsaba el uso de los fondos de cohesión para las naciones limítrofes con Rusia y Bielorrusia en compañía de los países bálticos. Esto junto con el relevante papel que ha jugado en el conocido como Triángulo de Weimar Plus o G5UE+ (España, Francia, Alemania, Italia, Polonia y el Reino Unido) que en su última reunión en noviembre de 2024 en Varsovia salía ya con el compromiso de “reforzar la seguridad y la defensa de Europa” admitiendo que en muchos casos hará falta un gasto superior al 2% del PIB para enfrentar las “crecientes amenazas a la seguridad y cumplir los requisitos de disuasión y defensa en todos los ámbitos de la zona euroatlántica”.
Y con estos mimbres no parece que la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca el próximo 20 de enero pueda no sólo interferir en los planes polacos en materia de seguridad y defensa, sino que, al contrario, podrá asegurarlos. Porque lo que Tusk tiene en la cabeza es la idea de una Europa fuerte: “Si Europa es impotente, no sobrevivirá… Hagamos todo lo posible para que Europa y Polonia no tengan que pagar el precio más alto por la libertad, por la fuerza, por la soberanía. Hagamos todo lo posible para que Europa vuelva a ser fuerte”, afirmaba el primer ministro polaco hace pocas semanas. Y esto en realidad es una apuesta bien clara por otro modelo de Europa, porque ¿a qué se refiere Tusk cuando plantea que Europa vuelva a ser fuerte? La intencionalidad de todo esto sí que parece clara, y consiste en liderar el polo europeo de apoyo a Ucrania desde una cooperación estratégica con Estados Unidos, incluido Donald Trump.
¿A qué se refiere Tusk cuando plantea que Europa vuelva a ser fuerte? La intencionalidad de todo esto sí que parece clara, y consiste en liderar el polo europeo de apoyo a Ucrania desde una cooperación estratégica con Estados Unidos, incluido Donald Trump
Con el liderazgo franco-alemán en sus horas más bajas, con sendas crisis políticas de calado en ambos países, lo cierto es que el único que está planteando un plan de acción colectivo para la UE es Polonia. Y, claro, lo hace en un momento de profunda derechización del continente. Tusk sabe jugar muy bien sus cartas. En Europa se posiciona contra las alianzas con la derecha reaccionaria, al tiempo que reafirma sus posiciones anti-inmigración y anti-alemanas. Posiciones que, a la postre, le hacen ganar enteros en la política doméstica, donde su principal rival es, oh, sorpresa, la derecha reaccionaria de Ley y Justicia, hasta hace un año en el poder y con la que se juega este año 2025 la presidencia del país.
Las cartas que lleva Tusk son buenas, los conceptos seguridad, nacionalismo y un europeísmo sui generis le convierten en bienvenido casi en todas las reuniones. Nadie o casi nadie defiende en voz alta la Europa social, las políticas de cohesión o la lucha contra la desigualdad o incluso un modelo alternativo al de la “securitización de todo”. Con estos mimbres parece cada vez más claro el modelo de Europa por el que se apuesta: ¡Seguridad, Europa!
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Ruth Ferrero-Turrión es Doctora Internacional por la UCM y MPhil en Estudios de Europa del Este (UNED). Profesora de Ciencia Política en la UCM.
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