Volvamos a hacer la incertidumbre mayúscula otra vez

Pere Joan Pons Sampietro

En los dos últimos meses, he podido ser testigo —como Jefe de la Misión de Observación electoral en los Estados Unidos de la Asamblea Parlamentaria de la OSCE, conjuntamente con su Oficina de Derechos Humanos—de un stress test para un país que ha vivido una campaña con una retórica al borde de la violencia, un proceso electoral puesto en duda por uno de los candidatos, una inflación del gasto de la campaña que no tiene precedente y dos candidatos que han tratado de seducir a los votantes estadounidenses desde lo negativo y que tenían como temas de preocupación preponderante la inflación y el alto coste de la vida, la economía y el empleo, la migración y la salud.

Durante dos meses, desde finales de septiembre, y durante la última semana previa a las elecciones en la que la mayor observación electoral de la historia de la OSCE se ha desplegado por el país —más de 140 representantes electos y otro centenar de expertos en observación— hemos detectado algunos elementos y escuchado algunas reflexiones que permiten entender al menos parcialmente el resultado.

El primero es la clara convicción por parte de diversos spin doctors de que el proyecto Biden hacía ya muchos meses que había perdido credibilidad. Y por tanto, no se trataba únicamente del presidente, sino de su proyecto, algo que se ha vehiculizado de forma preponderante a través del “malestar microeconómico” y que se ha alimentado por el “enemigo exterior” de la migración. Ambas temáticas han sido mucho más visibles que el derecho al aborto o la amenaza para la democracia. Sin duda, Biden no se asociaba a mejora económica, en cambio hay una asociación de Trump a los “días de gloria económica bajo el mandato de Trump”.

Además, si los expertos que hemos podido escuchar coincidieron en que el país no está en crisis, también han coincidido en resaltar que los buenos datos económicos no se han trasladado a pie de calle, y menos a los bolsillos de los ciudadanos. Muchos además nos han resaltado que persiste en la sociedad un malestar tras la pandemia del COVID y que el derecho al aborto, que ha movilizado a muchísimas mujeres, no ha movilizado al país como sí lo ha hecho el alto coste de la vida.

Por otra parte, diversos analistas que participaron en las sesiones previas a la observación electoral del 5 de noviembre volvieron a destacar una campaña con un grado de desinformación y manipulación sin precedentes, y en la que ha sobresalido el uso que se ha hecho de redes sociales por parte de multimillonarios como Elon Musk, que han actuado más como activistas y propagandistas en una red que ocupa un espacio público y que se ha utilizado en beneficio privado, lo que es para muchos un precedente que necesita de regulación de forma inmediata.

El candidato Trump ha jugado durante toda la campaña a la puesta en duda de un sistema electoral que hasta el 5 de noviembre estaba totalmente manipulado por el establishment que pilota la Casa Blanca

Hay que destacar que la desinformación no ha restado, más bien ha puesto de manifiesto que se necesitan mecanismos de control que chocan siempre con la primera enmienda norteamericana que defiende por encima de todo la libertad de expresión. Aparentemente, aunque eso permita mentir en permanencia o al menos falsear datos.

Esta campaña que ha tenido un cariz inflacionista sin precedente, más de 15.000 millones de dólares, hace también que los candidatos con más apoyos y recursos tengan más visibilidad. Y eso se acaba traduciendo en una competición en medios de comunicación que viven un proceso de concentración galopante tanto en periódicos escritos como en los grandes grupos de televisión. Por ejemplo, Musk ha dedicado en las últimas cuatro semanas 44 millones.

De hecho, el candidato Trump ha jugado durante toda la campaña a la puesta en duda de un sistema electoral que hasta el 5 de noviembre estaba totalmente manipulado por el establishment que pilota La Casa Blanca y por ende la candidata Harris, que sin duda no ha podido despertar la percepción de los electores en su vida diaria con los datos macroeconómicos reales, mayoritariamente positivos.

En definitiva, una fuerte polarización que ha centrado el ruido en el malestar y el enemigo exterior, la percepción de una mala “economía del hogar” frente a grandilocuentes datos macroeconómicos que no llegan a las familias, sumado a un trabajo histórico de ocupación del espacio en redes por parte de referentes empresariales estadounidenses como nunca antes se había hecho. Y sin duda, un permanente estado de alerta por una posible manipulación electoral y que también ha sido una base para evitar el debate sobre recetas y propuestas. En este contexto, ni el asalto al Capitolio ni los procesos penales de nuevo presidente han tenido efecto sobre una electorado que ha votado de forma masiva.

De acuerdo con nuestro trabajo previo desde septiembre, se ha escuchado poco la parte programática de los candidatos y se ha asistido a un ruido permanente que versaba sobre un pueblo ninguneado por la élite al que le van a robar su voto a través un sistema electoral manipulado. De hecho, el pueblo (Trump) ha tenido una segunda oportunidad (tras el asalto al Capitolio) de vetar al establishment (Harris), de acuerdo con la narrativa preponderante. Unas elecciones, en realidad, planteadas en cierto modo como un referéndum existencial. O el sistema, o el pueblo, por segunda vez.

Y todo ello, bajo la amenaza permanente de manipulación del voto, que ha calado también en la sociedad, que pese a votar masivamente no cree en la transparencia de su modelo electoral, gracias a esas permanentes acusaciones,

En realidad, los centenares de centros electorales que visitamos durante el 5 de noviembre detectaron ya una gran mayoría de voto anticipado, y una jornada electoral en la que no contabilizamos incidentes y por tanto nuestras conclusiones recogen un funcionamiento mejorado respecto a 2020 y con mayor soporte tecnológico.

Ahora, y tras el stress test nacional y la victoria de Trump, vuelve una forma de gobierno imprevisible y de permanente stress global, una incertidumbre planetaria que hace que la estabilidad geopolítica sea una incógnita pero que, sin duda, acelera la pugna entre democracias liberales e iliberales que verá en países europeos una batalla de forma muy próxima.

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Pere Joan Pons Sampietro es jefe de la Misión de Observación Electoral a las elecciones de Estados Unidos 2024 y 2022, ex diputado, senador por Mallorca en la actualidad y vicepresidente de la Asamblea Parlamentaria de la OSCE

En los dos últimos meses, he podido ser testigo —como Jefe de la Misión de Observación electoral en los Estados Unidos de la Asamblea Parlamentaria de la OSCE, conjuntamente con su Oficina de Derechos Humanos—de un stress test para un país que ha vivido una campaña con una retórica al borde de la violencia, un proceso electoral puesto en duda por uno de los candidatos, una inflación del gasto de la campaña que no tiene precedente y dos candidatos que han tratado de seducir a los votantes estadounidenses desde lo negativo y que tenían como temas de preocupación preponderante la inflación y el alto coste de la vida, la economía y el empleo, la migración y la salud.

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