A vueltas con las amnistías

Ángel Viviente Core

Mucho se está hablando estos días de la posible amnistía a todos los imputados a raíz de los hechos acaecidos durante el procés. Además es algo de lo que, a partir de ahora mismo, se estará hablando más y más en artículos, medios, redes, etc, durante el tiempo que dure el proceso hasta llegar a la posible investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno.

Hago aquí algunas reflexiones que seguramente serán controvertidas y sobre las que algunos mostrarán su discrepancia. Eso es lo bueno de este periódico, que se pueden debatir y confrontar opiniones sin ningún tipo de problema.

Lo primero que me planteo es la situación en que nos encontramos, con un PP que, por mucho que sea el vencedor de la elecciones, cosa de la que me he enterado gracias a las repeticiones de Feijóo, ha sido incapaz de aglutinar en su favor los apoyos necesarios para llevar su investidura a feliz término. Era algo que se veía venir, dado que, a no ser que hubiera conseguido una mayoría absoluta, bien con el PP en solitario o bien con el apoyo de sus socios «naturales» de Vox, el resto de los grupos parlamentarios en ningún caso iban a darle su apoyo (excepto aquellos marginales de UPN y CC). Y no van a darle su apoyo porque el PP ha vivido en los últimos años en la completa irrealidad, olvidando que el Parlamento ya no es el de dos partidos que se alternaban en el Gobierno, con grupos muy reducidos a su alrededor. El Parlamento se ha convertido en algo que acoge diferentes sensibilidades y corrientes, entre las que se incluyen aquellas que representan a las diferentes nacionalidades que componen el Estado.

Y en estos últimos años, no solo ha ignorado a los elegidos por miles de personas en su completo derecho, sino que los ha maltratado con un discurso lleno de odio, insultos y haciéndoles portadores de todos los males con los sonoros títulos de «antiEspaña», «enemigos de España», «herederos de los terroristas» y otras lindezas parecidas. El PP ha ido cerrando paso a paso la posibilidad de encontrar apoyos en situaciones como en la que nos encontramos ahora. Y además, ¿cómo conseguir el apoyo o tan solo la abstención de un PSOE «defensor del terrorismo», cuando su única oferta electoral era eliminar ese sanchismo? No fue esta la actitud de este partido en otros tiempos en que pudo llegar a acuerdos de gobierno con fuerzas como el PNV y Convergencia, sociológicamente en su misma línea en lo que respecta a fiscalidad, economía, etc. Parece que aquellos dirigentes populares tuvieron más visión de Estado que los que ahora controlan el partido.

En el otro lado, tenemos a multitud de fuerzas con corrientes a veces distintas, pero con la idea común de revalidar un gobierno de progreso que, incluyendo algunos errores, tan buenos resultados ha dado en estos años.

En este conglomerado se incluyen los grupos que representan corrientes independentistas y que tienen en su poder una legalidad en defensa de esa opción como la que tienen partidos similares en Escocia, Canadá, Francia, etc. La defensa del independentismo cabe en nuestra Constitución, como en las de otros países, aunque esto saque de quicio a los que piden su ilegalización. Estos grupos consideran que una opción progresista con el PSOE al frente pudiera abrir puertas de diálogo y de discusión para avanzar en un autogobierno mayor que saben sería imposible con PP-Vox. Así lo han comprobado en los últimos cuatro años, con un avance claro en la normalización en estos lugares.

Evidentemente, para llegar a ese acuerdo final de investidura, esos grupos nacionalistas manejan sus cartas, cualquiera haría lo mismo. Esos grupos tienen ahora una fuerza decreciente en Cataluña y mantenida en el País Vasco, pero están ahí y por carambolas de la política se han convertido en la llave para propiciar este Gobierno.

La defensa del independentismo cabe en nuestra Constitución, como en las de otros países, aunque esto saque de quicio a los que piden su ilegalización

Junts y ERC de momento no han sacado a la luz el famoso referéndum de autodeterminación. Ellos mismos saben de su complejidad y de la dificultad para sacarlo adelante en un corto o medio periodo. Pero lo que sí van a poner por delante, como condición para facilitar esa investidura, es una amnistía para todos los implicados en procesos judiciales como consecuencia del llamado Procés.

¿Que significaría esa amnistía? ¿Es algo nuevo en nuestro país? ¿Es algo que la Constitución prohíbe? ¿Sería necesario que los implicados muestren una clara actitud de arrepentimiento y declaración clara de no repetición?

Repasando nuestra reciente historia, me encuentro con diferentes situaciones de amnistía.

- La inicial del periodo democrático de 1977. Se me dirá que aquella era una situación especial, por el cambio de una dictadura a una democracia, sin embargo yo veo que eso no es lo fundamental en las amnistías. Tenemos ejemplos recientes en otros países de la UE en que se han aplicado, algunos muy cercanos como Portugal.

En ningún caso en aquella amnistía del 77 se requirió a los beneficiarios una actitud de arrepentimiento y no repetición, a pesar de que muchos de ellos a los que los acogió tenían sobre sus espaldas múltiples delitos de sangre e incluso de torturas. Más allá de eso, continuaron con sus muestras de orgullo por lo que habían hecho y en la actualidad lo siguen haciendo sus herederos. ¿Por qué pedírselo a los implicados en el Procés?

- Amnistías fiscales en los gobiernos de Felipe González en 1984 y 1991, con una pérdida evidente de ingresos estatales que pagamos todos los españoles.

- Amnistía Fiscal de Mariano Rajoy en 2012, aplicada a 31.484 contribuyentes por blanqueamiento de capital por un total de 40.000 millones de euros de los que tan solo se recuperaron 1.200. No fue discutida, controvertida, ni creó polémicas como las de ahora. ¿De qué malversación estamos hablando ahora? ¿Cuánto dinero supone esto en comparación con estos miles de millones del 2012?

- Indultos por Malversación en 152 casos, de los que el gobierno de Jose Mª Aznar aplicó a 85.

A mí no me parece que los delitos amnistiados en nuestra historia tengan una menor importancia e impacto que de los que se está hablando ahora, antes al contrario. Los de ahora fueron como consecuencia de unas decisiones equivocadas por parte de unos dirigentes que arrastraron a mucha gente, sin consecuencia de muertes y con posibles malversaciones de menor orden. Todo aquello se sabía que estaba condenado al fracaso. ¿Alguien sintió miedo en esos momentos de que España se rompiera?

Lo que está claro es que hay una situación de problema político en esas nacionalidades históricas y que solo un debate tranquilo y generoso entre todas las partes, fuera de toda judicialización, puede ir sacando adelante. No es un proceso corto, no se va a resolver en dos días, pero hay que ir dando los pasos. Está claro que esos pasos no se dieron durante los gobiernos del PP, más bien el problema fue creciendo como una bola de nieve.

Y soy de la opinión de que el primer paso para desjudicializar el problema es aplicar una amnistía que ayude a poner las bases para llegar a esos acuerdos. No hay que rasgarse las vestiduras, está claro que el PP utilizará esa posibilidad para volver a sus mantras del pasado y acusará a ese posible Gobierno de ilegítimo, antiEspaña, proterrorista, etc, pero a eso ya estamos acostumbrados y espero que a la mayoría social del país esa repetición llegará un momento, si no ha llegado ya, en que le sonará a música celestial.

No nos engañemos, España no se va a romper, pero lo que sí es cierto es que hay que iniciar el auténtico Procés que abra el camino hacia una convivencia legítima de todos los españoles, en todas las nacionalidades, sin distinciones y de forma igualitaria.

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Ángel Viviente Core es coordinador general de Convocatoria Cívica.

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