LA PORTADA DE MAÑANA
Ver
Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

En Transición

El próximo verano, al Báltico

¿Problemas de masificación turística? No os preocupéis: el cambio climático los solucionará.

¡El próximo verano, al Báltico! No sé si actúa como placebo o si algún día cumpliré mi amenaza, para la que me temo que hace falta o un buen patrimonio familiar o un sueldo de banquera, pero al menos alivia mis desvelos en las mañanas, tardes, noches y madrugadas de esta España interior irrespirable. Si me animo, como buena zaragozana, a pasar unos días en la costa levantina, descubro que la ciudad lineal en que han convertido el litoral mediterráneo es una caldera en ebullición. Y es que, cada vez más, el sueño norteño actúa como el único consuelo, por irrealizable que parezca.

El cambio climático ha venido para quedarse y está haciendo ya estragos en nuestra producción agrícola con cultivos que han de deslocalizarse o desaparecer, con una menor disponibilidad de recursos básicos, con fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes o con efectos directos sobre nuestra salud. No lo digo yo, lo dicen los científicos que han estudiado el caso partiendo, entre otros, de datos de la AEMET: España es uno de los países donde más olas de calor se registran al año y donde más duración tienen estos fenómenos extremos, llegando a durar entre 4 y 5 días de media frente a los 3 y 4 del resto de países, según publica Environmental Health Perspectives. De acuerdo con los estudios citados, el riesgo de fallecer en estos días es entre un 10%  y un 20% más que si no hubiera ola de calor, sobre todo en mayores de 65 años. Un ejemplo más de que, como dice Naomi Klein, Esto lo cambia todo.Esto lo cambia todo

Pero volvamos a esa gran industria nacional que es el turismo, con su flamante 11% del PIB y que tanta tinta ha hecho correr este verano. Parece que nos sorprendamos ahora de los efectos de la masificación turística, como si nadie la hubiera visto venir cuando convertimos nuestras costas en un parque temático del ladrillo, cuando diseñamos un modelo turístico basado en el todo incluido con cerveza barata, y cuando decidimos que sol, playa y alcohol iban a ser nuestros reclamos. Por si esto fuera poco, concentramos buena parte de nuestra oferta turística en tan sólo unos pocos enclaves, que curiosamente son de los más afectados por el cambio climático: según se afirma en el Informe sobre la Sostenibilidad en España 2017 de Fundación Alternativas, más de la mitad del turismo español se localiza entre Cataluña, Baleares y Canarias. Si a esto añadimos Andalucía y Madrid tendremos el destino del 90% de nuestros turistas.

Lo mismo confirma el Observatorio de la Sostenibilidad, que recuerda que la costa mediterránea es uno de los enclaves españoles donde más se van a sentir los efectos del cambio climático, no sólo por la dinámica global, sino también por el propio modelo de urbanismo depredador que se ha implantado. Los cambios en los usos del suelo, es decir la urbanización masiva, ha provocado la reducción de la superficie vegetal y la pérdida de zonas húmedas, lo que altera el funcionamiento del clima haciendo que disminuyan las tormentas de verano y se generen episodios cada vez más virulentos de lluvias torrenciales en otoño.

Algo similar ocurre con la regresión de una parte del litoral. En la Estrategia de Adaptación al Cambio Climático aprobada por el Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, se dice: "La zona costera de Castellón y Valencia, entre Peñíscola y el Cabo de San Antonio, se encuentra en regresión debido a la disminución de los sedimentos de los ríos y a la interrupción de la dinámica litoral por la construcción de infraestructuras portuarias. Esta franja costera linda con marjales y zonas húmedas de gran importancia". Unas páginas más adelante, insiste: "Muchas playas retrocederán por efecto del cambio climático ya que no siempre será posible protegerlas o recuperarlas".

No es equidistancia, es evitar trampas para elefantes

Y en la misma línea incide Greenpeace en su informe Destrucción a toda costa, donde advierte que en el 77% del litoral andaluz los ecosistemas se están degradando o han sido usados de forma insostenible.

No quisiera dejar aquí una imagen catastrófica, porque, como siempre, hay alternativas: como recoge el arquitecto, urbanista y experto en sostenibilidad Carlos Hernández Pezzi en su informe Erosión, cambio climático y seguridad en las costas españolas, elaborado para el Instituto Español de Estudios Estratégicos, hay muchas medidas que es posible poner en marcha de inmediato y que incrementarían no sólo la recuperación de nuestras costas y nuestro bienestar, sino también nuestra seguridad. Además, y aunque nadie se acuerde, estamos celebrando –paradójicamente– el Año Internacional del Turismo Sostenible, declarado por Naciones Unidas, en el que dice que el turismo debe servir para avanzar en cinco puntos: crecimiento económico inclusivo y sostenible; inclusión social, empleo y reducción de la pobreza; uso eficiente de los recursos: protección ambiental frente al cambio climático; valores culturales, diversidad y patrimonio; y comprensión mutua, paz y seguridad.

Como siempre que hablamos de la emergencia climática, hay que actuar con sentido de urgencia y desde todos los frentes. Hoy la ciencia confirma que la gallina de los huevos de oro que ha sido el turismo en España está siendo asesinada por sobreexplotación, por un modelo depredador de recursos y cortoplacista al que se le está acabando el tiempo, y que va a ver de inmediato cómo, en el turismo de sol y playa, cada vez hay menos playa y el sol es más insoportable. Si queremos poner en marcha las soluciones –que ya existen–, sólo hace falta que empecemos a abordar los debates de fondo y acordar cómo afrontamos este cambio que todo lo cambia.

Más sobre este tema
stats