¿Se puede ser multimillonario, haber hecho la lista más larga de éxitos televisivos, dedicarse a hacer comedias y dar siempre la sensación de ser un amargado? Esa persona existe. Se llama Chuck Lorre. Siempre ha bramado contra la crítica televisiva que suele castigarle a menudo. Su carácter tampoco ayuda. En 2007, la revista Entertainment Weekly publicó un interesante artículo titulado ¿Por qué Chuck Lorre está tan enfadado? en el que analizaba la peculiar personalidad de un hombre con fama de malhumorado y rencoroso frente a una industria que nunca le ha reconocido lo que la audiencia siempre le ha dado. Posee una de las mayores fortunas de Hollywood, lo que según él nunca le han perdonado. Tal y como lo definió la actriz Jennifer Taylor “su vida es como una montaña rusa”. Su agrio carácter y su rencor frente a sus detractores le ha llevado a convertirse en un perfeccionista siempre descontento con los resultados obtenidos. Como él mismo ha llegado a afirmar: “Si me llevan al paraíso, sólo me dedicaría a buscarle defectos”.
Hablamos de la figura preeminente del mundo de las telecomedias tradicionales. Chuck Lorre ha trabajado en este terreno desde sus orígenes profesionales, cuando comenzó a colaborar como guionista de la mítica Roseanne a principios de los 90. Antes, se había dedicado a la música como instrumentista y compositor. Llegó a tener incluso algunos éxitos de cierto nivel, como el que compuso para Debbie Harry, la que fuera cantante de Blondie, en 1986 y titulada French Kissin´in the USA.
La palabra Pitch es una de las claves para entender cómo se consigue convertir una idea en una serie de televisión. El término suele emplearse para referirse a un discurso de venta de un producto. Una curiosidad respecto a los pitchs, que suelen hacerse ante las cadenas de televisión norteamericanas, es la importancia de incluir siempre aquellos aspectos de la vida personal de los creadores de una serie que guardan relación directa con el contenido del proyecto. Se valora significativamente el hecho de que las historias que vayan a abordarse sean desarrolladas por alguna persona que conozca de primera mano el mundo que va a describir.
Posiblemente, el caso de Chuck Lorre ha sido todo un ejemplo en esta línea, aunque su experiencia vital más determinante no ha sido especialmente modélica. Hasta que cumplió los 47 años, en 1999, Lorre ha confesado repetidamente que llevó una vida siempre acompañada de excesos en el uso de drogas y el alcohol. En esa época decidió controlar un poco más su vida y decidió casarse por segunda vez, después de un divorcio anterior, en este caso con la famosa ex playmate Karen Witter, de la que se separó también en 2010.
Lorre empezó a trabajar con la productora Carsey-Werner, que tiene una importancia trascendental en la historia de la sitcom. En 1984, revitalizaron el formato, cuando ya se daba por muerto, con la creación de The Cosby Show. La serie fue un bombazo en todo el mundo, aunque siempre fue acusada de un exceso de blandenguería en el tratamiento de una familia de color, demasiado blanca en sus comportamientos. Algunos críticos de la época la definían como una serie Oreo, como la galleta, es decir, negra por fuera y blanca por dentro. Por supuesto, en aquellos años nadie podía sospechar el nivel de depravación en el que vivía Cosby en su entorno privado.
Posteriormente, Carsey-Werner decidieron volver a romper los cánones, establecidos por ellos mismos con The Cosby Show, creando Roseanne, la primera comedia nacida junto al estallido del fenómeno de la reality TV. Se trataba de una serie absolutamente rupturista, atrevida, impactante y, sobre todo, realista. Roseanne cambió la historia de las series televisivas. A partir de ese momento empezaron a surgir personajes que representaban la otra cara del protagonista televisivo tradicional. Eran héroes de diferente tipo que los convencionales. Su heroísmo consistía en sobrevivir y sacar adelante a sus familias en un mundo desigual, injusto y cruel en muchas ocasiones. Eran personajes castigados por la vida y que daban ejemplo de superación ante el cúmulo de problemas a los que enfrentaban. Allí se formó Chuck Lorre.
En 1993 consiguió vender a través de Carsey-Werner una serie de propia creación, Grace Under Fire. Se trataba de una comedia amarga sobre la vida de una madre divorciada de un marido chungo y con tres hijos a su cargo. Por supuesto era ex alcohólica y vivía con el agua al cuello.
El segundo éxito consecutivo de Lorre fue Cybill, creada para mayor gloria de Cybill Shepherd que volvía a hacer televisión después de la mega exitosa Luz de Luna junto a Bruce Willis. La comedia se mantuvo en antena durante cuatro temporadas y obtuvo un buen número de galardones. La prota era una mujer cuarentona que, tras dos matrimonios fracasados, intentaba rehacer su vida llena de complicaciones para entenderse con hijos rebeldes y la dificultad de encontrar pareja a esa edad. Nada de familias idílicas. Su mejor amiga era Maryann, una alcohólica impernitente protagonizada por Christine Baranski, que llegó a ganar el Emmy a la mejor actriz secundaria.
En 1999, lanza el tercero de sus éxitos, Dharma & Greg. Según sus propias revelaciones fue la primera serie que hizo con su vida un poco centrada y alejado del alcohol. Aquí es donde, seguramente, Chuck Lorre aprende el oficio a fondo. La serie remeda un argumento clásico de la historia del cine. Una pareja absolutamente opuesta se encuentra y se enamora. Ambos viven del contraste absoluto del mundo al que pertenecen. Ella, hija de hippies liberales de manual, y él, hijo de pijos ultraconservadores. El episodio piloto, el perfil de los personajes y la puesta en escena fue dirigida por el gran James Burrows, del que ya hablamos hace unas semanas en esta columna, y que, a partir de esta época, se convertirá en compañero inseparable de Lorre en sus aventuras.
Una de las peculiaridades que ha dado fama a Chuck Lorre en el mundo de los serieadictos son sus Vanity Cards. Desde el primer episodio de Dharma & Greg, acostumbra a incluir en los títulos de crédito finales un comentario personal casi siempre llamativo. Existe incluso una página web donde están recogidas todas las cartas que ha realizado hasta la fecha. Hay de todo tipo, incluso algunas censuradas por la propia cadena por contener críticas contra sus ejecutivos. Van ya 534.
Tras Dharma & Greg llega su consagración definitiva, en 2003, con uno de los mayores éxitos de la historia de las comedias televisivas: Two and a Half Men (Dos hombres y medio). Nunca fue muy apreciada por la crítica, aunque obtuvo un extraordinario éxito de audiencia. La serie es puro Chuck Lorre. Es la historia de un músico, creador de jingles publicitarios, que disfruta de una vida de “adultescente” a tope. Alcohol, puros, otras sustancias y sexo, mucho sexo. De repente, aparece en su casa su hermano recién divorciado que se va a vivir con él porque no tiene donde ir. Un perdedor total, ex alcohólico, con un hijo que descubre en su tío el mundo al otro extremo de su reprimido y aburrido padre. Por supuesto, James Burrows se hizo cargo de la puesta en marcha de la serie y dirigió el piloto.
Si, como hemos visto, en algunas de las series de Chuck Lorre suelen aparecer personajes un poco pasados de rosca, el caso más extremo es el interpretado en Dos hombres y medio por Charlie Sheen. En este caso, la profunda experiencia del creador sobre vivir más allá del límite se quedó en nivel parvulario tras las aportaciones de Sheen. Sólo en la última temporada en la que participó en la serie pasó en tres períodos distintos en sendas estancias en una clínica de desintoxicación. La guerra vivida entre Lorre y Sheen, que acabó con el despido del actor en 2011, es una de las páginas más polémicas de la historia televisiva de la última década. Ambos se enzarzaron en todo tipo de acusaciones mutuas en una pugna pública llena de incidencias.
La incorporación posterior de Ashton Kutcher consiguió levantar incluso la audiencia tras la tremenda bronca vivida, pero la serie nunca fue la misma y acabó por cancelarse el año pasado. La fuerza de la pareja Martin Sheen y John Cryer era inimitable. La serie quedará en el recuerdo de sus fans por su capacidad transgresora y por la manera de abordar delicadas cuestiones con las que la moralista televisión comercial en abierto norteamericana nunca había llegado a entrar en contacto.
En estos últimos años, Lorre ha seguido aumentando su catálogo de súper éxitos, especialmente tras el estreno en 2007 de The Big Bang Theory (TBBT), creada junto a Bill Prady que es el que aportó el conocimiento sobre el mundo de los geeks tecnológicos. La serie, aún en emisión, le ha permitido mantenerse en el Olimpo de los grandes de la comedia televisiva acompañado una vez más por el gran James Burrows. Como en tantas ocasiones anteriores, la serie ha sido castigada por la crítica y por los grandes premios. Únicamente el actor Jim Parsons (Sheldon Cooper) ha acumulado todo tipo de reconocimientos por su trabajo.
En estos últimos años, Lorre ha desarrollado para Warner sus dos últimos éxitos. Mike & Molly acaba de cancelarse en Estados Unidos después de seis años en antena y de contar siempre con fans incondicionales y detractores impenitentes. El argumento se centra en la vida de una llamativa pareja, con evidente sobrepeso, muy al estilo de la clase media estadounidense. La serie ha servido para convertir en una gran estrella a Melissa McCarthy que está considerada hoy en día una de las actrices de comedia más taquilleras de Hollywood.
El séptimo capítulo de la exitosa carrera de Chuck Lorre ha sido Mom. Siete de siete desde Grace Under Fire en 1993. Nadie tiene un historial comparable. El argumento de Mom va en línea con todas las producciones anteriores. En este caso, narra la historia de Christy (Anna Faris), una madre soltera ex alcohólica y ex drogadicta que decide iniciar una nueva vida limpia de los excesos anteriores. Trabaja de camarera de un restaurante y además de lidiar con sus problemas para llegar a fin de mes y reequilibrar su existencia tiene que soportar la presencia permanente de su madre, interpretada por la genial Allison Janney que, evidentemente, también tiene pasado relacionado con el consumo excesivo de alcohol y drogas. Sus dos hijos tampoco ayudan. La hija mayor repite el accidente de su madre y es madre soltera adolescente.
El canal Neox cuenta con los derechos de emisión de las últimas producciones de Lorre. En los últimos años programa habitualmente los episodios de Dos hombres y medio y en los últimos tiempos ha ubicado en la rejilla de los viernes La Noche de Chuck Lorre en la que se incluyen capítulos de The Big Bang Theory, Mike & Molly y Mom.
¿Se puede ser multimillonario, haber hecho la lista más larga de éxitos televisivos, dedicarse a hacer comedias y dar siempre la sensación de ser un amargado? Esa persona existe. Se llama Chuck Lorre. Siempre ha bramado contra la crítica televisiva que suele castigarle a menudo. Su carácter tampoco ayuda. En 2007, la revista Entertainment Weekly publicó un interesante artículo titulado ¿Por qué Chuck Lorre está tan enfadado? en el que analizaba la peculiar personalidad de un hombre con fama de malhumorado y rencoroso frente a una industria que nunca le ha reconocido lo que la audiencia siempre le ha dado. Posee una de las mayores fortunas de Hollywood, lo que según él nunca le han perdonado. Tal y como lo definió la actriz Jennifer Taylor “su vida es como una montaña rusa”. Su agrio carácter y su rencor frente a sus detractores le ha llevado a convertirse en un perfeccionista siempre descontento con los resultados obtenidos. Como él mismo ha llegado a afirmar: “Si me llevan al paraíso, sólo me dedicaría a buscarle defectos”.