El trumpismo contra Trump

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El próximo miércoles 20 de enero Joe Biden tomará posesión como presidente de los Estados Unidos y Trump abandonará la Casa Blanca. Mucho se está escribiendo sobre la supervivencia del trumpismo más allá de Trump. Los más optimistas recuerdan que otros movimientos autoritarios decayeron cuando sus líderes carismáticos desaparecieron. Sin embargo, una ojeada a los datos de votos, encuestas y otros detalles sociológicos dejan adivinar que el trumpismo tendrá una larga vida, más allá de Trump. Tanto como para acabar con su propio líder de un zarpazo. Porque ese fenómeno social y político, supuestamente difuso pero encarnado en grupos, milicias, facciones y webs, ha cobrado vida propia, ha generado mitos muy poderosos y ha desbordado al personaje que lo impulsó primero y lo encarnó después.

El veneno que se ha ido inoculando en la sociedad estadounidense durante años -no sólo estos cuatro últimos- no se extirpará con la huida de Trump de Washington. El reino de la postverdad, que no es sino prefascismo como recuerda Timothy Snyder aquí, ha conseguido crear un universo paralelo sobre la base de la conspiranoia y un pretendido discurso antiestablishment pronunciado por quienes más encarnan el sistema y se han beneficiado de él.

El monstruo no ha crecido solo. Son muchos los que lo han alimentado. Y echarle las culpas a las redes sociales no deja de ser una salida fácil que denota cierta pereza intelectual. Claro que la lógica de las redes tiende a crear burbujas autorreferenciales idóneas para incubar mentiras hasta que parezcan verdades. Pero Trump ha tenido más. Ha tenido a medios de comunicación como la Fox alimentando el odio, la mentira y la infamia hasta el último minuto. Ha contado con el apoyo de la casi totalidad del Partido Republicano, que aun ahora sigue sin distanciarse de él, más allá de gestos individuales y vídeos efectistas como el de Schwazenneger convertido en el Conan guardián de las esencias democráticas. Ha disfrutado del respaldo de buena parte de la élite económica y financiera de los Estados Unidos, financiadores del Partido Republicano de Trump que se relamían viendo cómo las bolsas subían y la economía florecía, e incluso ha seguido haciendo negocios con Administraciones como el Ayuntamiento de Nueva York, en manos de los demócratas, que no tenía empacho en contratar con Trump Organization la gestión de varias atracciones de Central Park y un campo de golf en el Bronx, entre otras cosas. Hasta tal punto Trump contaba con el beneplácito de unos y otros, que quizá haya que agradecerle a la pandemia la victoria de Biden.

Estos apoyos salen a la luz cuando anuncian que se retiran, que huyen en estampida de la debacle del personaje, pero, ¿cómo digiere esto una sociedad profundamente dividida, polarizada, armada, y que ha visto a la extrema derecha postmoderna asaltar el Capitolio ante la permisividad –seré cauta hasta que se demuestre la connivencia- de las fuerzas de seguridad, alentada por el todavía presidente?

Con la responsabilidad individual no basta

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Los demócratas van a tener cuatro años duros por delante. La pandemia, la crisis económica, pero sobre todo la crisis social que deja este periodo, necesitan auténticos héroes capaces de restañar las heridas.

No obstante, los que lo tienen más difícil son los republicanos. Distanciarse de los 75 millones de votantes de Trump no es sencillo. Máxime, con un partido dividido. Pero sobre todo, teniendo que decidir cómo gestionar todo ese veneno que ha engendrado fenómenos como QAnon, por cuyo tóxico efecto casi la mitad de sus votantes aprueban el asalto al Capitolio y el 85% creen que efectivamente les han robado las elecciones.

Cuando el veneno ha calado tanto y el monstruo ha crecido, ya nadie lo controla. Esto es lo que entendió -o lo que le explicaron- a Trump el día 7 de Enero cuando salió a desmarcarse del asalto al Capitolio que él había instigado 24 horas antes; pero ya era tarde. Es más, su pretendido rechazo a la violencia del día anterior ha provocado airosas críticas de sus seguidores más radicalizados, que enseguida empezarán a acusarle de traidor… Y no les faltará razón.

El próximo miércoles 20 de enero Joe Biden tomará posesión como presidente de los Estados Unidos y Trump abandonará la Casa Blanca. Mucho se está escribiendo sobre la supervivencia del trumpismo más allá de Trump. Los más optimistas recuerdan que otros movimientos autoritarios decayeron cuando sus líderes carismáticos desaparecieron. Sin embargo, una ojeada a los datos de votos, encuestas y otros detalles sociológicos dejan adivinar que el trumpismo tendrá una larga vida, más allá de Trump. Tanto como para acabar con su propio líder de un zarpazo. Porque ese fenómeno social y político, supuestamente difuso pero encarnado en grupos, milicias, facciones y webs, ha cobrado vida propia, ha generado mitos muy poderosos y ha desbordado al personaje que lo impulsó primero y lo encarnó después.

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