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20N: cuarenta y tres años de loas al dictador en el aniversario de su muerte

El 20 de noviembre de 1976 estaba marcado a rojo en el calendario. Era el primer aniversario de la muerte del dictador que había dirigido España con mano de hierro durante casi cuatro décadas. Y los nostálgicos del recién caído régimen no dudaron en aprovechar la ocasión para exhibir músculo en las calles. El calendario de actos de aquel 20N, que se celebró un par de días después de la aprobación de la Ley para la Reforma Política, arrancó a mediodía en la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, donde se celebró un funeral por Francisco Franco y por “los caídos en la Cruzada española”, según figuraba en el folleto. La ceremonia, que estuvo presidida por los reyes y en la que tropas de los tres Ejércitos rindieron honores al general golpista, aglutinó a Gobierno, altas jerarquías, destacados militares y primeras autoridades religiosas. Un halo oficial alrededor del general golpista que con el paso de las décadas ha desaparecido. Cuarenta y tres años después, la tradicional misa en Cuelgamuros ya no estará presidida por los restos del caudillo. Y la estrecha relación que siempre mantuvo la familia con la Iglesia parece más deteriorada que antes.

Los primeros aniversarios de la muerte del dictador dieron fe del potente poder de convocatoria que conservaban los grupos de extrema derecha tras la caída de la dictadura. El 20N de 1976, la Confederación Nacional de Combatientes consiguió aglutinar en la simbólica Plaza de Oriente a decenas de miles de personas procedentes de diferentes provincias. Al acto frente al Palacio Real acudieron representaciones de la Triple A Argentina, de Fuerza Nueva Francesa o de la OAS, el grupo terrorista de extrema derecha galo. El acto arrancó con una breve intervención del presidente de la Confederación Nacional de Combatientes, José Antonio Girón: “Frente a quienes nos invitan al olvido, debemos proclamar, sin miedo, el mensaje de José Antonio y de Franco”. Tras estas palabras, llegó el silencio de los asistentes durante el responso. Y finalizado el oficio, comenzaron los gritos. “¡Franco, Franco!”, “¡José Antonio, presente!” o “¡Arriba España!” fueron algunas de las consignas que resonaron en el centro de Madrid. Todo ello acompañado por el Cara al Sol.

Los actos multitudinarios se repitieron tanto en el Valle de los Caídos como en la Plaza de Oriente. En 1977, Falange Española de las JONS, Fuerza Nueva y la Confederación Nacional de Combatientes lograron aglutinar frente al Palacio Real a unas 250.000 personas en una nueva exhibición de fuerza, mientras que varios miles se desplazaron también hasta Cuelgamuros para escuchar al entonces obispo de Cuenca, José Guerra Campos, resaltar en la basílica las virtudes del dictador. Un año después, fueron entre 150.000 y 300.000 el número de personas que respondieron a la llamada de los convocantes en la Plaza de Oriente. Pero en esta ocasión, los mensajes lanzados tenían un claro objetivo: la nueva Constitución, que tenía que ser ratificada en referéndum a comienzos del mes siguiente. Los líderes de las organizaciones de extrema derecha se desgañitaron pidiendo el “no” en la consulta. “España nos exige que nos pongamos en pie y en marcha”, señaló entonces Girón, que aseguró que había llegado la hora de “los patriotas”.

“¡Tejero, libertad!”

Horas antes de aquel 20N en el que el líder de Fuerza Nueva fue aclamado por las masas al grito de “caudillo Blas Piñar”, había sido frustrada la denominada Operación Galaxia, la intentona golpista contra el Gobierno de Adolfo Suárez. El ruido de sables era permanente. Y los llamamientos a una intervención del Ejército se convirtieron entonces en habituales durante los aniversarios de la muerte del dictador. Así, en 1980, la ceremonia religiosa organizada en el Valle de los Caídos por la Fundación Franco transcurrió entre gritos de “¡Suárez, traidor, cantaste el Cara al Sol!” o “¡Ejército al poder!”. Esta última consigna se repetiría en el mismo lugar un año después, tras el intento de golpe de Estado del 23-F. Un acontecimiento al que también hicieron alusión, al grito de “¡Tejero, libertad!”, algunos de los asistentes a la tradicional concentración en la Plaza de Oriente, que se celebró el 23 de noviembre. Durante aquel fin de semana, decenas de ultraderechistas fueron detenidos por, entre otras cosas, agredir a personas que se negaron a hacer el saludo fascista.

Los incidentes provocados por militantes de la extrema derecha se repitieron en los aniversarios posteriores. Más de medio centenar de ultras fueron detenidos en Madrid en el fin de semana del 20N de 1982, en el que por primera vez se prohibía la utilización de la Plaza de Oriente para la concentración. Un par de años después, fueron arrestados en la capital casi dos centenares de personas por alteración del orden público tras la marcha en la capital en recuerdo al dictador y al fundador de la Falange. Y, mientras tanto, los multitudinarios actos se iban, poco a poco, desinflando. De las decenas de miles de personas que acudieron a las primeras misas en el Valle de los Caídos, los organizadores pasaron a contar menos de 10.000 en los últimos compases de 1980 y la década de 1990. A pesar de ello, el complejo monumental levantado durante la dictadura con mano de obra esclava seguía siendo el lugar de peregrinación preferido para unos franquistas que no tenían ningún reparo en levantar el brazo, mostrar la bandera preconstitucional o cantar el Cara al Sol.

La Ley de Memoria Histórica

Nada cambió en los años posteriores. En 2003, con el Ejecutivo de José María Aznar, fue muy criticada la decisión de Patrimonio Nacional de autorizar el acceso gratuito de personas y automóviles al Valle de los Caídos para el día de la ceremonia organizada por la Fundación Franco. Tampoco la Ley de Memoria Histórica del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, que prohibía “llevar a cabo actos de naturaleza política ni exaltadores de la Guerra Civil, de sus protagonistas o del franquismo”,  impidió que se siguieran celebrando en el complejo monumental ceremonias en recuerdo del dictador, tal y como exigían las asociaciones memorialistas. Así, en 2007, millar y medio de personas asistieron a la misa en Cuelgamuros cargando contra el PSOE, el PP, el exdirigente del Partido Comunista Santiago Carrillo o los inmigrantes. El aniversario de aquel año estuvo enormemente crispado por el asesinato unos días antes del joven antifascista Carlos Palomino a manos de un militar vinculado a la extrema derecha en Madrid.

A lo largo de estos cuarenta y tres años, la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos nunca ha fallado a la familia de aquel dictador que en su testamento “pidió el perdón de sus enemigos”, tal y como se encargó de señalar en 2009 en la tradicional misa el abad Anselmo Álvarez, quien en alguna ocasión ha llegado a negar tajantemente que el complejo monumental se levantase con trabajo esclavo. De hecho, su sucesor en el cargo, Santiago Cantera, ha sido durante el último año y medio un fiel defensor de los Franco en el pleito abierto con el Ejecutivo de Pedro Sánchez por el traslado de los restos mortales del general golpista al cementerio de El Pardo-Mingorrubio. Junto con la familia y la fundación que lleva el nombre del dictador, la Abadía trató de frenar en el Supremo la exhumación del caudillo. Ninguno de ellos lo logró. El Alto Tribunal dio el visto bueno al procedimiento llevado a cabo por el Gobierno socialista y los restos de Franco fueron extraídos de la Basílica de Cuelgamuros el pasado mes de octubre.

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La Iglesia, una de las piezas fundamentales durante las casi cuatro décadas de dictadura, se puso de lado durante todo el procedimiento y se limitó a decir que se respetaría la decisión de las autoridades competentes. Una falta de firme posicionamiento que ha erosionado la estrecha relación que siempre ha mantenido la familia del dictador con la institución. Tanto es así que el nieto del general golpista, Francis Franco, ha llegado a asegurar en televisión que no marcará “nunca más” la “equis de la Iglesia” en la “declaración de la renta”. A esto se añade, además, la decisión de la parroquia de toda la vida de la familia, la de San Francisco de Borja, de negarse a oficiar este año una misa por el alma del dictador. “Ha denegado el funeral alegando orden superior, amén de otras 'sandeces' y mentiras como que el del año anterior adquirió tinte político, (…) una falacia descomunal”, criticó en octubre el presidente de la Fundación Nacional Francisco Franco, Juan Chicharro, en una carta escrita en el diario La Razón.

Pero la exhumación de Franco no impedirá que este 20N vuelva a exaltarse la figura del dictador en media España. La Fundación Nacional Francisco Franco ha organizado para los próximos días misas en una quincena de iglesias diferentes de la Comunitat Valenciana, Andalucía, Asturias, Extremadura, Islas Canarias, Castilla y León, Aragón y Comunidad de Madrid. El calendario de ceremonias arrancará este mismo miércoles con una liturgia en la basílica del Valle de los Caídos, la primera sin los restos del dictador a los pies del altar mayor, y una misa en una iglesia de El Pardo. A estos actos se sumarán también los convocados por la Falange en recuerdo de su fundador, José Antonio Primo de Rivera, entre ellos la tradicional marcha nocturna desde Moncloa hasta Cuelgamuros. La semana finalizará con una marcha contra la Ley de Memoria Histórica desde la Plaza de Callao a la simbólica Plaza de Oriente. Habrá que ver si el contexto político de este año termina disparando la asistencia.

El 20 de noviembre de 1976 estaba marcado a rojo en el calendario. Era el primer aniversario de la muerte del dictador que había dirigido España con mano de hierro durante casi cuatro décadas. Y los nostálgicos del recién caído régimen no dudaron en aprovechar la ocasión para exhibir músculo en las calles. El calendario de actos de aquel 20N, que se celebró un par de días después de la aprobación de la Ley para la Reforma Política, arrancó a mediodía en la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, donde se celebró un funeral por Francisco Franco y por “los caídos en la Cruzada española”, según figuraba en el folleto. La ceremonia, que estuvo presidida por los reyes y en la que tropas de los tres Ejércitos rindieron honores al general golpista, aglutinó a Gobierno, altas jerarquías, destacados militares y primeras autoridades religiosas. Un halo oficial alrededor del general golpista que con el paso de las décadas ha desaparecido. Cuarenta y tres años después, la tradicional misa en Cuelgamuros ya no estará presidida por los restos del caudillo. Y la estrecha relación que siempre mantuvo la familia con la Iglesia parece más deteriorada que antes.

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