EL FUTURO DE LA MONARQUÍA
21 cañonazos, cortejo militar y banderas a media asta: cómo se entierra a un rey en España
Todo está preparado este lunes en Reino Unido para el funeral de Isabel II. Diseñado al milímetro. Las autoridades británicas tenían desarrollado desde hace años un protocolo a aplicar durante estos últimos diez días, bajo el nombre de Operación Puente de Londres, contemplando varios escenarios como la muerte en Escocia, como sucedió finalmente. Desde ese momento consiste en seguir el guión establecido.
Pero, ¿qué pasaría en España? ¿Cómo está previsto el protocolo del funeral de Juan Carlos I o de Felipe VI? Desde Zarzuela y La Moncloa no se especifica si existe un plan similar al que se está desplegando en el Reino Unido. No obstante, fuentes que han tenido altas responsabilidades en el Estado explican que la “logística en seguridad en nuestro país está muy afinada” cuando se les pregunta por una analogía en esta cuestión.
Ese adiós tiene pasos establecidos en el real decreto que aprobó el reglamento de honores militares, que data de 2010. En su capítulo II se fijan los honores fúnebres al rey, la familia y a los infantes de España. Se detalla que la naturaleza y la extensión del luto oficial como consecuencia del fallecimiento del monarca se regulará por las normas que dicte el Gobierno. En España los lutos oficiales a nivel nacional son aprobados a través del Consejo de Ministros (por el Covid el Ejecutivo estableció diez días de luto oficial, el más largo de la historia democrática, entre el 27 de mayo y el 6 de junio, por el que la bandera nacional ondeó a media asta en el exterior y con un crespón en la moharra del mástil en el interior, en todos los edificios públicos y buques de la Armada).
Al conocerse la noticia de la muerte del rey, según dicta el decreto de honores militares, se dispondrá que a las banderas y estandartes de las unidades se les ponga una corbata negra y que sea izada a media asta. Entonces, cada plaza en que exista artillería y por uno de los buques fondeados de la Armada en cada puerto efectuarán una salva de cinco cañonazos.
Mientras el cadáver esté de cuerpo presente, las baterías en tierra y a flote harán cada día una salva de cinco cañonazos “a las ocho horas y otra al ocaso”. El día del entierro se efectuará una salva de 21 cañonazos en el momento de la salida del cortejo.
Se constituirá una guardia de honor, con las fuerzas pertenecientes a la Guardia Real, que se encargará de rendir los honores militares a los restos mortales. Ocho guardias reales se colocarán a ambos lados. El féretro, detalla el decreto, será conducido en un armón de artillería, acompañado por dos oficiales generales de cada ejército (designados por el Ministerio de Defensa entre los de mayor antigüedad). En el momento de la inhumación se hará otra salva de veintiún cañonazos y la guardia de honor efectuará una descarga de fusilería.
También se regula en el caso del príncipe o princesa de Asturias. El procedimiento sería similar, aunque varía el número de cañonazos: cuatro al conocerse la noticia y diecinueve en el momento de la inhumación. Este podría ser el caso de Juan Carlos I, ya que en el decreto aprobado por el Gobierno de Mariano Rajoy tras la abdicación se le concedió el título vitalicio de rey con “honores análogos a los establecidos para el Heredero de la Corona, Príncipe o Princesa de Asturias, en el Real Decreto 684/2010, de 20 de mayo, por el que se aprueba el Reglamento de Honores Militares”.
Los monarcas de España son enterrados en El Escorial, en el conocido Panteón de los Reyes. Allí están los cuerpos desde Carlos V hasta Alfonso XIII. Hay pocas excepciones (los Reyes Católicos están en la Capilla Real de Granada, Felipe V en La Granja y Fernando VI en el Monasterio de las Salesas). En la sala de El Escorial descansan también las reinas que hayan sido madres de reyes. En las urnas reposan tras haberse consumido previamente durante años los restos en la sala contigua, conocida como el “Pudrirero”.
En España no se vive un entierro de un rey reinante desde el siglo XIX, con Alfonso XII. Su hijo, Alfonso XIII, falleció en el exilio en Roma en 1941, siendo enterrado en la iglesia española de Montserrat en la capital italiana. Los restos serían enviados en 1980 a El Escorial, ya reinando Juan Carlos I, quien presidió el funeral. El cuerpo fue trasladado en helicóptero hasta la plaza de toros de El Escorial, donde se inició el cortejo que estaba encabezado por el conde de Barcelona.
En 1993 tendría lugar el funeral precisamente por Juan de Borbón, padre del emérito. Se celebró también en el monasterio de El Escorial, ante 650 personalidades y tras siete días de luto. Estuvieron todas las autoridades del Estado y representantes de todas las casas reales (entre ellos, el hoy rey de Inglaterra, Carlos III). El último adiós se le dio con carácter de rey, por motivo expreso de Juan Carlos I, por lo que se dispararon 21 cañonazos. Dentro, se tocó en el órgano el himno nacional español.
Otro de los pocos precedentes de estos años es el entierro también de la madre de Juan Carlos I, María de las Mercedes, a la que se dio honores de reina. Hubo una misa con el cuerpo presente en el Palacio Real, a la que asistieron representantes de las instituciones del Estado, y luego los restos fueron trasladados hasta El Escorial.
Aunque el protocolo es distinto, en España también se han vivido algunos funerales de Estado durante estos años, siendo el más significativo el del expresidente del Gobierno Adolfo Suárez en 2014. Entonces se instaló la capilla ardiente en el Congreso de los Diputados, a la que se acercaron más de 30.000 ciudadanos. El entierro se hizo de manera privada en Ávila y se celebró posteriormente un funeral de Estado –ocho días después de su fallecimiento– en la catedral de la Almudena, bajo la presidencia de los reyes Juan Carlos y Sofía.
Los posibles escenarios para la capilla
Carlos Fuente, director de Grado en Protocolo de la Universidad Camilo José Cela, explica que lo único legislado sobre los reyes es lo que dice el reglamento de honores militares. “A partir de ahí no ha trascendido nada. Suponemos, por lo que marca la tradición, que la capilla ardiente sería en el propio Palacio Real", subraya. Vaticina que estaría abierta unos días para que los ciudadanos pudieran ir a dar el último adiós.
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Y comenta que lo más probable es que fuera en el Salón de Columnas. Además, indica que lo normal sería hacer algún tipo de oficio religioso en la capilla real, en la catedral de la Almudena o en la iglesia de Los Jerónimos. Luego habría que trasladar los restos hasta el monasterio de El Escorial, donde deben pasar al “Pudrirero” durante años. Con una observación: ahora sólo quedan dos nichos libres en el panteón, que corresponderían a los condes de Barcelona.
Fuente también advierte de que el rey Felipe VI podría tomar la decisión en el caso de Juan Carlos I de que recibiera honores de rey en su despedida a pesar de que el decreto del Gobierno le fijara la condición protocolaria similar a la de príncipe de Asturias. Eso fue lo que hizo el propio emérito con los condes de Barcelona –esto llevaría, por ejemplo, a elevar a 21 el número de cañonazos–. “Todo indica que le darán honores de rey, pero hay que esperar a ver cómo evolucionan las circunstancias”, añade el experto, que apostilla que esto tiene que ser autorizado también vía decreto.
El funeral de Estado, prosigue Fuente, lo prepara el Gobierno. Como opciones, baraja, para albergarlo estarían la catedral de la Almudena y El Escorial. En eso se tendrán que poner de acuerdo el Ejecutivo y la Casa Real. A él se invitaría a personalidades extranjeras y miembros de las casas reales. Por ejemplo, en el de Adolfo Suárez se trasladó esa invitación a todos los países con representación diplomática en España.