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Abascal califica el golpe de Estado de 1936 de "movimiento cívico militar"

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El líder del partido de extrema derecha Vox, Santiago Abascal, reaparece en una precampaña en la que ha estado completamente ausente. Desde que se convocaron las elecciones generales para el próximo 28 de abril, la formación ultra ha escondido a su candidato a la Presidencia del Gobierno para evitar su sobreexposición mediática e impedir que su cabeza de cartel llegue quemado electoralmente a la campaña. Ahora, cuando queda un mes para la cita con las urnas, el líder de Vox reaparece en el libro Santiago Abascal. España vertebrada (Planeta), del periodista Fernando Sánchez Dragó. Una cómoda charla –“No contestes si no quieres. Esto es una conversación, no un interrogatorio”, le dice en más de una ocasión el escritor–, que se prolongó durante un fin de semana y que se produjo después de que PP, Ciudadanos y Vox se pusieran de acuerdo para el cambio de Gobierno en Andalucía.

A lo largo de la entrevista, Abascal habla largo y tendido de uno de los temas con los que se encuentra más cómodo: la lucha contra la inmigración irregular. Al más puro estilo Donald Trump, el líder de la extrema derecha pone sobre la mesa la idea de levantar un muro en Ceuta y Melilla. “Y quizá debería pagarlo Marruecos, que es quien nos lanza oleadas de inmigrantes clandestinos”, completa. También desliza su deseo personal de reintroducir el servicio militar y reconoce que no tiene vocación política –es más, dice que le aburre–, a pesar de que su forma de ganarse la vida siempre ha estado vinculada a ella. En política internacional, Abascal prefiere no mojarse más de la cuenta, lo mismo que cuando se le pregunta por los organismos internacionales. Y sobre el dictador Francisco Franco, se limita a señalar que no puede haber exhumación sin consentimiento de la familia. Aunque al ser preguntado por el golpe de Estado de 1936, que quebró la legalidad republicana, provocó una guerra civil con cientos de miles de muertos y dio paso a una dictadura de 40 años, señala: “Digamos que fue un movimiento cívico militar”.

  Un muro en Ceuta y Melilla

A lo largo de la conversación sale en repetidas ocasiones la cuestión de la inmigración, uno de los ejes centrales del discurso de la formación ultraderechista. “Vosotros pedís que se levante un muro en Ceuta y otro en Melilla”, suelta Sánchez Dragó. “Sí, y quizá debería pagarlo Marruecos, que es quien nos lanza oleadas de inmigrantes clandestinos para chantajear a la Unión Europea”, suelta Abascal, que también dice que es necesaria una intervención del Ejército en Ceuta “hasta que se levante el muro”. Sin embargo, el candidato de Vox señala que esta “no es la única solución”. También, añade,  “hay que tomar medidas contra las oenegés que colaboran con las mafias y se van al litoral africano a recoger mercancía humana”. En este sentido, apunta que hay que poner fin “a todas las subvenciones recibidas” por las ONG que “ayudan a los traficantes de personas”. El objetivo, que “dejen de colaborar con los negreros”.

Abascal también aborda esta cuestión cuando charlan sobre el pacto entre PP, Ciudadanos y Vox para hacerse con el Ejecutivo andaluz. “Sabemos que hay tareas pendientes y conflictivas: la de expulsar, por ejemplo, a los inmigrantes irregulares. Pero no nos temblará el pulso a la hora de afrontarlas”, apunta Abascal, que recuerda que la formación que lidera Pablo Casado se ha comprometido “a que la Junta colabore con la Policía para identificar a los inmigrantes ilegales que disfrutan de la sanidad pública”. El partido de extrema derecha aseguró a comienzos de enero que había 52.000 personas en esta situación, un dato que Vox sacó de un comunicado del sindicato policial UFP en el que tampoco se especifica la procedencia de esa cifra. Sin embargo, en la entrevista con Sánchez Dragó, Abascal engorda todavía más esa cifra de origen desconocido: “Más de 152.000 inmigrantes ilegales gozan del Servicio Andaluz de Salud”.

  “El lobby gay es de un sectarismo implacable”

Otro de los asuntos en los que se despacha sin ningún pudor es el referente a la “familia tradicional”. “El lobby gay es de un sectarismo implacable. (…) Nosotros defendemos la libertad sexual. (…) Pero la presión del discurso dominante en los medios de información y en los círculos culturales y políticos es formidable. A la mayor parte de la gente le resulta incómodo hablar de esas cosas y prefiere darlas por superadas. ¿Superadas? Nosotros no creemos que lo estén”, dice Abascal, que cuando aborda la cuestión de la adopción en el seno de parejas homosexuales señala que “lo mejor para los niños” es “disfrutar de los dos modelos: el paterno y el materno, el femenino y el masculino”. “Lo de los dos modelos es de cajón. El yin y el yang. Todas las culturas lo respetan, menos la del mundo occidental en nuestros días”, le responde Sánchez Dragó.

A continuación, escritor y político se embarcan en el debate sobre la interrupción del embarazo. Abascal asegura que “hay personas que entienden el aborto como un método anticonceptivo, como una práctica eugenésica”, algo que le parece “espantoso”. El escritor, sin dudarlo, responde que es “puro terrorismo”. “Eso es el aborto. Matar a alguien ajeno por completo a las circunstancias en las que su madre ha sido fecundada”, señala Dragó. “Y sin posibilidad de defenderse”, replica el líder de Vox, que reconoce que en la actualidad tienen las de perder en ese debate. “Algún día se hablará de esto como hoy hablamos de los sacrificios humanos que hace siglos se llevaban a cabo”, se despacha Sánchez Dragó, que apostilla que el aborto es “el peor de los asesinatos posibles”.

  “Me aburre la política”

El escritor y Abascal también hablan largo y tendido sobre la situación política en España. El líder de Vox fue durante ocho años concejal del Ayuntamiento de Llodio y durante una legislatura diputado del Parlamento Vasco. Tras abandonar la primera línea, fue colocado por el Ejecutivo de Esperanza Aguirre e Ignacio González como director de la Agencia de Protección de Datos autonómica primero y después como director de la Fundación para el Mecenazgo y el Patrocinio Social, con un sueldo anual que superaba los 82.000 euros. Sin embargo, en el libro, el candidato de la extrema derecha afirma que no tiene “vocación política”. “Si me meto en política es para que no se metan otros”, explica Abascal, que añade que actúa así “por egoísmo”, para evitar “que otros vengan a arrebatarnos lo que es nuestro”. De hecho, reconoce que la política, algo de lo que lleva viviendo desde que se afilió con 18 años al PP, le “aburre”.

El escaso interés del líder de Vox por esta cuestión puede verse en los primeros compases de la conversación: “La política no es solo el plan de urbanismo, ni el horario escolar, ni el alumbrado de las calles. Todo eso, a mí, nunca me ha interesado, aunque he sido concejal durante ocho años. Son debates en los que me da casi igual una cosa que su contraria”. A lo largo de la conversación, el cabeza de cartel del partido ultraderechista para el 28A y el periodista también entran a valorar la situación de Podemos y, sobre todo, la decisión de Pablo Iglesias de cogerse el permiso de paternidad. Abascal, aunque dice no querer inmiscuirse “en un asunto tan privado”, señala que él no lo haría y que buscaría “el apoyo de un familiar”, porque “el liderazgo político exige más entrega a la servidumbre del interés público”. “Retirarse tres meses me parece un gesto de irresponsabilidad”, suelta el líder del partido de extrema derecha.

  Sobre el golpe de Estado del 36: “Fue un movimiento cívico militar”

La conversación también entra en el terreno de la memoria histórica. Y aquí, de nuevo, el líder de Vox deja más declaraciones polémicas. “No queremos que nos impongan ningún tipo de memoria histórica, ni sobre la Guerra Civil, ni sobre el franquismo, ni sobre la Transición”, apunta Abascal, que al ser preguntado por la exhumación del dictador Francisco Franco asevera que “hay que dejar a los muertos en paz” y que sacarlo del Valle de los Caídos “sin el consentimiento de la familia” es “un atropello”. Pero la guinda llega cuando Sánchez Dragó le cuestiona por el golpe de Estado de 1936. “¿Fue un pelotón de soldados el que ese día salvó España?”, desliza el periodista. “No creo que fuera solo un pelotón de soldados. (…) Digamos que fue un movimiento cívico militar. En él no intervino todo el Ejército, sino sólo una parte. Tenía que ser así. En aquel momento, como dices, la nación estaba partida por la mitad”, responde Abascal.

Sánchez Dragó, durante la primera sesión de entrevista y después de que el líder de Vox apuntase que “las autonomías son enemigas de la pluralidad de España”, también pone sobre la mesa el regreso de la mili, otro de los fetiches de la extrema derecha. Abascal, después de reconocer que él no la hizo pero que juró bandera como civil, asevera que si no ha conseguido introducir esa medida en Vox “es porque sus miembros” se le han resistido. Sin embargo, a preguntas del periodista, dice que se atrevería a reinstaurar el servicio militar en España durante unos meses. Aunque reitera: “En Vox no se hace lo que a mí me da la gana. Llegamos a acuerdos. Y en este caso no ha prevalecido mi opinión”. En cuanto a las armas, otro de los polémicos debates, se muestra partidario de “una reflexión sobre la defensa del hogar cuando corra riesgos”, pero rechaza el derecho a ir armado por la calle.

Santiago Abascal: la inmigración "es un problema que ven muchos españoles"

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  “La ONU manipula los datos para ponerlos al servicio de la globalización”

Poco se mete Abascal en cuestiones como el cambio climático o la política internacional. Sobre la primera cuestión, se limita a decir que no es “científico” y que, por tanto, su opinión “no resulta relevante”, aunque no duda de que, como dice Federico Jiménez Losantos, la izquierda hace hincapié en el cambio climático “para utilizarlo como herramienta ideológica”. Sobre la segunda, dice que es un asunto sobre el que no tiene “demasiadas convicciones” más allá de su compromiso de actuar siempre “en pro de los intereses de España”. “Respecto a Putin, por ejemplo. ¿Qué tienes contra él?”, insiste Sánchez Dragó. “¿Y por qué iba a tener algo a su favor? Para empezar, si tan difícil me resulta orientarme en el laberinto de la política española, ¿cómo voy a meter las narices en la rusa?”, esquiva Abascal, que añade que no le conviene “sacar los pies del plato” porque “cualquier alianza que en estos momentos pudiese establecer sería una hipoteca”.

Sí que se le ve algo más decidido cuando, charlando sobre el problema demográfico, salen a colación los organismos internacionales y las cifras que estos publican. “La ONU manipula los datos para ponerlos al servicio de la globalización. No son científicos, sino ideólogos. Yo creo que el problema es la propia ONU”, apunta Abascal. Entonces, el escritor aprovecha para preguntarle si abandonaría Naciones Unidas si fuera presidente. “Tarde o temprano se abrirá ese debate, pero también conviene tener en cuenta que la ONU puede cambiar mucho según vayan cambiando los países que más influyen en ella. Ya ha pasado con Estados Unidos. Lo mismo sucede en el caso de algunos tribunales internacionales que a menudo siempre fallan contra España y que se atreven a tutelar nuestra democracia. No siento ninguna simpatía, y menos aún empatía, hacia esos organismos de extramuros”, responde Abascal, que sobre la UE se limita a decir que “debe existir” pero “puesta al servicio de las naciones”.

El líder del partido de extrema derecha Vox, Santiago Abascal, reaparece en una precampaña en la que ha estado completamente ausente. Desde que se convocaron las elecciones generales para el próximo 28 de abril, la formación ultra ha escondido a su candidato a la Presidencia del Gobierno para evitar su sobreexposición mediática e impedir que su cabeza de cartel llegue quemado electoralmente a la campaña. Ahora, cuando queda un mes para la cita con las urnas, el líder de Vox reaparece en el libro Santiago Abascal. España vertebrada (Planeta), del periodista Fernando Sánchez Dragó. Una cómoda charla –“No contestes si no quieres. Esto es una conversación, no un interrogatorio”, le dice en más de una ocasión el escritor–, que se prolongó durante un fin de semana y que se produjo después de que PP, Ciudadanos y Vox se pusieran de acuerdo para el cambio de Gobierno en Andalucía.

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