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Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

¿A quién hay que convencer? Mujeres, parados y clases bajas son los que más se abstendrán en las generales

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Existe la creencia clásica de que una mayor participación en unas elecciones favorece a las fuerzas progresistas. Es una premisa interesante, ya que la posición ideológica de la población española en su conjunto tiende a estar, de media, ligeramente escorada hacia la izquierda. Esto significa que, con mayores tasas de participación, sería más probable que votantes de izquierdas acudiesen a las urnas. Pero, en realidad, existe un fenómeno que lo vertebra todo: la abstención diferencial.

Lo cierto es que no acudimos a votar de forma equitativa. Esto es, de una elección a otra, las motivaciones personales para ir a votar cambian, también las tendencias globales, lo que empuja a desequilibrios en la participación electoral.

Pongamos un ejemplo. En el barómetro de junio de 40dB/El País ya se destaca que la derecha está más movilizada que la izquierda, con 80% y 75% de los exvotantes de Vox y PP asegurando que, en esta ocasión, volverían a ir a votar con total seguridad, mientras en el espacio progresista no se respira tanto entusiasmo (UP 74% y PSOE 61%).

Según el barómetro preelectoral del CIS de abril de 2019, casi 9 de cada 10 votantes de ambos bloques aseguraban con toda seguridad que acudirían a votar, y, en la repetición electoral de noviembre del mismo año, aunque con las expectativas más bajas en esta ocasión, la izquierda estaba ligeramente más movilizada que la derecha. Estos desequilibrios facilitan el cambio de mayorías.

Si bien es complejo anticipar la participación en unas elecciones generales, existen algunas señales que pueden anticipar la abstención diferencial. Como se puede apreciar en el siguiente gráfico, la fidelidad de voto del PP ha crecido notablemente desde el inicio de la pandemia, acentuado con la llegada de Ayuso a la presidencia de la Comunidad de Madrid en 2021.

En cambio, tanto en el PSOE como en los exvotantes de UP, por motivos diferentes —los primeros quizá por desgaste y los segundos, además, por reestructuración del espacio—, las tasas de fidelidad son significativamente menores que el PP. En un escenario incierto de participación, independientemente de si termina bajando o subiendo, tener el electorado más fidelizado te asegura un suelo de votos mayor.

¿Cómo son los abstencionistas?

Para observar con mayor nitidez cómo se configuran los perfiles de los partidos, se ha utilizado el modelo PRECISA, que procesa los datos brutos del CIS y realiza una estimación propia equilibrando la muestra por sexo, grupos de edad y territorio, ponderando por recuerdo de voto y utilizando un algoritmo de aprendizaje automático para estimar el comportamiento electoral de los indecisos.

Hay que guardar cautelas con Sumar por ser un partido de nueva creación con una una muestra menor que las demás formaciones, además de que parte del trabajo de campo realizado por la encuesta es previo al anuncio oficial del movimiento encabezado por Yolanda Díaz.

Dicho esto, el primer punto a destacar es que la mayoría del electorado que se va a abstener son mujeres. Son la mitad de la población, pero configuran el 56% de todos los que dicen que no votarían en las próximas elecciones. Una diferencia de seis puntos porcentuales con su sexo contrario. 

Por edad, los abstencionistas y el electorado en general tienen una distribución similar, aunque no por nivel de estudios. En este caso, las personas con estudios superiores tienen 10 puntos menos de peso entre los abstencionistas que en el electorado en su conjunto. Es decir, son el 47% de la muestra, aunque solo el 37% entre los que dicen que  no votarán en julio, lo que muestra un movilización superior entre los votantes con estudios universitarios que el resto. 

El fenómeno contrario ocurre con los votantes con estudios primarios, son el 5% de la población y el 8% de los abstencionistas. Ocurre algo similar entre los parados (9% vs. 13%) y, especialmente, entre el electorado que se considera de clase baja (12% vs. 19%), con 7 puntos más de presencia entre los que no votan comparando con el peso electoral que tienen.

Cuando se pregunta por cuestiones de confianza institucional, así como de la valoración de la situación económica, los perfiles de los partidos se polarizan en función de qué bloque ostenta el poder. En estos momentos, con un gobierno de coalición progresista, las valoraciones positivas a su gestión y percepción ante la opinión pública provienen de partidos que forman parte del mismo bloque o sustentas sus políticas.

Ya lo hemos contado anteriormente: las diferencias de opinión entre el electorado no son relevantes cuando hablamos de políticas públicas concretas, pero sí sobre las percepciones generales, que pasan el filtro de afinidad ideológica. 

Por ejemplo, el 74% del electorado socialista tiene mucha o bastante confianza en el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. También en el entorno de Sumar, con una tasa del 55%. En cambio, más del 90% del electorado del bloque de la derecha tiene poca o ninguna confianza en él. 

Entre el electorado en su conjunto y los abstencionistas la confianza que genera el presidente no son muchas. Aproximadamente la mitad del electorado y 8 de cada 10 abstencionistas confían poco o nada en Sánchez, lo que supone una traba a la hora de tratar de convencerles de cara a las próximas elecciones

El líder de la oposición, Feijóo, tampoco transmite excesiva confianza más allá de sus filas, ni siquiera entre los votantes de Vox, donde 2 de cada 3 dicen confiar poco o nada; o entre los abstencionistas (34 y 42% respectivamente). Además, si comparamos los votantes que se abstendrán con el electorado en su totalidad, vemos que los que no tienen ninguna confianza en el líder de la oposición son 10 puntos más entre los primeros, lo que denota que la población que deja de confiar en sus representantes públicos tiende a dejar de participar de la política.

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Es cierto que una buena parte de los que no tienden a votar son escépticos con la política en general, y muchos de ellos volverán a abstenerse de nuevo, aunque entre estos, hay más desconfiados con el presidente (86%) que con su alternativa (76%).

Dos de cada tres votantes valoran la situación de la economía española como mala o muy mala. De nuevo, los votantes de partidos progresistas son más optimistas que el bloque conservador, aunque la mayoría de ellos se ponen de acuerdo para calificar su economía personal como buena.

Es complicado determinar cómo será la participación en la cita electoral de dentro de un mes, más difícil aun convencer a un abstencionista para atraer a tus filas, aunque conocer los perfiles ayuda a esclarecer qué colectivos y posiciones ideológicas están más o menos movilizadas, y el papel que eso puede jugar a corto plazo.

Existe la creencia clásica de que una mayor participación en unas elecciones favorece a las fuerzas progresistas. Es una premisa interesante, ya que la posición ideológica de la población española en su conjunto tiende a estar, de media, ligeramente escorada hacia la izquierda. Esto significa que, con mayores tasas de participación, sería más probable que votantes de izquierdas acudiesen a las urnas. Pero, en realidad, existe un fenómeno que lo vertebra todo: la abstención diferencial.

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