La acción climática afronta un 2020 de consolidación y presión tras el "despertar" de 2019

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"2019 ha sido el año del despertar". La mayoría de los ciudadanos –en España, en Europa y en el mundo– permanecían impasibles ante la crisis climática, aletargados, como si no fuera con ellos. Sin las cifras en la mano, porque siempre ha sido difícil cifrar la movilización, sería prudente afirmar que muchos siguen en la misma postura. Pero lo que sí es cuantificable es que el año que está a punto de acabar ha batido récords de gente en la calle exigiendo un abordaje contundente, a la altura de la urgencia. Nunca se había manifestado tanta gente por el clima. Y los principales activistas metidos en la lucha avisan: esto no ha hecho más que empezar. Es una carrera contrarreloj en la que no solo luchan contra la evidencia de que vamos muy tarde para evitar los peores efectos del cambio climático: también contra el desánimo ante los escasos avances de la política y la diplomacia. La COP25 ha hecho mella y está por ver si su fracaso parcial desmotiva o, al contrario, hace crecer la rabia durante 2020.

La primera frase es de Paula Mancebo, activista de Fridays for Future, que tiene claro que 2020 va a ser "comunicativamente, bastante potente", porque "o lo arreglamos todo o se nos acaba todo". Un sector de la población ha protagonizado ese "despertar": los jóvenes. Inspirados por Greta Thunberg, durante 2019 cientos de miles de ellos han hecho sentadas frente a Congresos y Parlamentos de medio mundo, han clamado contra las empresas más contaminadoras, han celebrado asambleas, han construido alianzas, han gritado en la calle. Ahora el reto es atraer a otros sectores con los que no funciona el discurso generacional, pero que son necesarios para articular mayorías. Sin despreciar lo conseguido, que ha sido mucho.

Los más antiguos en la lucha ecologista no vieron venir lo de 2019, aunque ya empezaban a fraguarse cosas. A finales de 2018, Thunberg empezó con sus huelgas escolares durante los viernes. Se empezaban a articular nuevas respuestas desde la política: empezamos a oír a hablar del Green New Deal y de lo que significa, y observamos cómo los partidos ecologistas obtenían resultados históricos en las elecciones de diversos países europeos. De febrero de 2019 es este artículo en el que el antropólogo Emilio Santiago se lamentaba de que “las manifestaciones de septiembre [de 2018] sacaron a decenas de miles de personas en París. En Madrid fuimos 2.000". En marzo de 2019 los jóvenes daban el primer aviso con una convocatoria de manifestación en decenas de puntos en España que, sin ser masiva, fue relevante. En septiembre, un año después del fracaso que recordaba Santiago, se multiplicó la asistencia y la relevancia de la llamada huelga global por el clima. En diciembre vino la cumbre del clima de Madrid y en el país se empezó a hablar de cambio climático en prime time.prime time

2019 fue también el año de las declaraciones de emergencia climática en Ayuntamientos, en Parlamentos, en el Congreso, a la par que en otras muchas instituciones de todo el mundo; empezamos a hablar de crisis climática para mostrar en nuestra manera de expresarnos el reto al que nos enfrentamos; se sucedieron los informes de los organismos científicos más prestigiosos del planeta advirtiendo de las consecuencias que ya estaba teniendo el fenómeno y las que nos esperan en pocos años sin un recorte drástico de las emisiones de gases de efecto invernadero; y el discurso de políticos y grandes empresas, aun con las sospechas de los activistas, empezó a cambiar para dirigirse a un reconocimiento real y consecuente del calentamiento global. Pero una vez despertados, hace falta voluntad y organización para evitar la tentación de volver a desmovilizarse.

Sumar a más gente

Ya en la huelga global por el clima de septiembre se visibilizó la intención de los colectivos que la organizaban de sumar a otros sectores que no fueran los jóvenes. El gran reto es movilizar a los que acaban de conocer en qué consiste el fenómeno, a los que hasta ayer sabían qué era el cambio climático pero ignoraban sus consecuencias reales más allá de que va a hacer más calor, a los estratos más vulnerables que, a su vez, son los que más tienen que perder: y que son poco propicios a comprometerse con causas que no sean la de conseguir llevar el pan a casa.

"Hemos sumado a mucha gente, pero tenemos que sumar a muchísima más", destaca Mancebo. La referente, Greta Thunberg, apunta en ese sentido: no hemos conseguido nada aún, por lo que no caben complacencias. "Escucho a muchos decir '2019 fue el año en que el público se despertó con la crisis climática'. Esta es una idea falsa. Un pequeño pero creciente número de personas ha comenzado a despertar. Esto acaba de comenzar. Todavía solo estamos rascando la superficie", tuiteó el pasado lunes 23. Los jóvenes activistas están dispuestos a recoger el testigo. "La cumbre del clima ha sido insatisfactoria y hay mucha gente decepcionada. Pero creo que eso les va a movilizar. Usaremos la Navidad para recargar las pilas. Hay muchas ilusiones puestas en el nuevo año, ideas nuevas que tuvimos y que dejamos aparcadas por tener que organizar la respuesta a la COP en un mes", explica Mancebo.

 

"Hemos crecido mucho este último año", reconoce la activista de Fridays for Future. "Ahora sabemos mejor por dónde va a ir esto, y nos vamos a construir mucho mejor". Insiste en la importancia de relacionarse y tejer alianzas con otras organizaciones que, aunque no compartan métodos, comparten el mismo fin. 2019 ha sido también el año del auge de Extinction Rebellion (XR), una plataforma internacional basada en las acciones performáticas para llamar la atención del público y en la "desobediencia civil no violenta". Junto a otros actores, en octubre cortaron el tráfico de Madrid e iniciaron una acampada climática para exigir medidas. "Queremos consolidar la rebelión a nivel mundial. Para que en 2020 pase algo", explica Nicolás Elíades, de XR Internacional. "Mantendremos como valor principal la no violencia y nuestras acciones, aunque cambiará el qué y el cómo, seguirán manteniendo su esencia", explica. Por ahora, la colaboración entre las distintas facciones de la movilización climática ha sido exitosa, respetando sus diferencias pero trabajando juntas sin apenas roces públicos. El objetivo de 2020 es seguir manteniendo la unidad.

En las instituciones

Las organizaciones ecologistas clásicas, aunque suelen sumarse con gusto a las movilizaciones climáticas y aportan su capacidad organizativa, afinada desde hace décadas, tienen otro pie puesto en la política institucional. Vigilan de cerca la actividad legislativa y gubernamental, y seguirán haciéndolo en un 2020 en el que, esta vez sí que sí, debe aprobarse la Ley de Cambio Climático. "2020 debe ser un año histórico. Esperemos que empiece con la formación de un Gobierno que ponga en el centro la lucha contra el cambio climático", exige Tatiana Nuño, de Greenpeace.

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Las prioridades de los ecologistas para 2020 incluyen no solo que la Ley de Cambio Climático salga por fin del cajón, también la prohibición de motores diésel y gasolina más pronto que tarde, medidas para fomentar el consumo responsable y sostenible, "acabar con la ganadería y la agricultura industrial" por sus grandes emisiones, cambiar el modelo de movilidad… esperan, según palabras de Nuño, "políticas que den respuesta a la crisis". "Tenemos que asegurar que vayan en la buena dirección. Debería ser un año decisivo, porque no nos queda tiempo", concluye.

Las miradas de todos están puestas en la COP26, que se celebrará en Glasgow (Reino Unido), si nada cambia. Aunque se dice todos los años, esta es una cumbre del clima decisiva. Entrará en vigor el Acuerdo de París, por lo que el escenario ideal contempla que para diciembre del año que viene, cuando se celebre, los países hayan puesto sobre la mesa nuevos compromisos de reducción de emisiones que, sumados, hagan real el objetivo de limitar el calentamiento global a 2 grados para finales de siglo. La COP25 tenía entre sus objetivos lograr que las Partes adelantaran deberes y prometieran nuevas metas, habida cuenta de que las cifras actuales nos llevan a un cambio climático incontrolable. Se consiguió solo en parte: los grandes emisores no plantearon nada nuevo y bloquearon la mayoría de las discusiones técnicas. La tarea a afrontar en la próxima conferencia es grande, pero no imposible. España, recuerda Nuño, "debería triplicar sus compromisos para 2030" si quiere ser coherente con un ritmo de reducción del 7% anual, como recomienda Naciones Unidas.

2020 es el comienzo de una década clave para evitar que la crisis climática sea difícil de manejar. Pero algunos divulgadores también advierten del peligro de las expectativas, porque generan frustración ante los posibles fracasos. Si la COP26 vuelve a ser decepcionante, lo que no sería raro viendo los antecedentes, la tentación de bajar los brazos es peligrosa. Siempre se puede hacer algo más, siempre se puede evitar que suba una décima el termómetro. La acción climática se fortalecerá previsiblemente en 2020, pero no debería terminar ahí.

"2019 ha sido el año del despertar". La mayoría de los ciudadanos –en España, en Europa y en el mundo– permanecían impasibles ante la crisis climática, aletargados, como si no fuera con ellos. Sin las cifras en la mano, porque siempre ha sido difícil cifrar la movilización, sería prudente afirmar que muchos siguen en la misma postura. Pero lo que sí es cuantificable es que el año que está a punto de acabar ha batido récords de gente en la calle exigiendo un abordaje contundente, a la altura de la urgencia. Nunca se había manifestado tanta gente por el clima. Y los principales activistas metidos en la lucha avisan: esto no ha hecho más que empezar. Es una carrera contrarreloj en la que no solo luchan contra la evidencia de que vamos muy tarde para evitar los peores efectos del cambio climático: también contra el desánimo ante los escasos avances de la política y la diplomacia. La COP25 ha hecho mella y está por ver si su fracaso parcial desmotiva o, al contrario, hace crecer la rabia durante 2020.

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