No hay pescado para tanta boca. La creciente demanda de nuestra sociedad y el sistema de mercado hacen que no haya pescado suficiente en aguas europeas. Las cuotas anuales de pesca de algunos caladeros se agotan incluso durante los primeros meses del año. De hecho, el 60% del pescado que se consume en Europa viene de fuera. Nos hemos acostumbrado a tener cualquier tipo de pescado en cualquier momento, y eso requiere de un sistema productivo de alto rendimiento.
Durante la segunda mitad del siglo XX, con el desarrollo tecnológico y el aumento de la capacidad congeladora, se produjo una colonización de los mares africanos. La flota española se expandió especialmente por la zona FAO34 ―desde Marruecos al Golfo de Guinea―, debido a la proximidad geográfica y a la relación histórica con estos territorios. No fuimos los únicos, rusos y chinos también hicieron un despliegue importante en la región.
Según Sebastián Losada, asesor de Greenpeace Internacional en campañas marinas, "cuando compramos el derecho de esos países a explotar sus recursos, lo que hacemos es cargarnos un sistema, ya no digamos eco-sistémico, sino social […]. Nosotros aquí podemos escoger comer pescado, pero mañana comer carne; en muchas partes del mundo el pescado es la principal fuente de proteínas, no tienen ese lujo de poder escoger". Lamine Niasse, miembro del Colectivo Internacional de Apoyo a los Pescadores, opina que "han esquilmado sus propios recursos en Europa, y ahora miran hacia otros lugares, para deslocalizar su problema. Así que no es sorprendente que se diga que es África quien alimenta a Europa […], es un robo sistemático de nuestras aguas". Los acuerdos entre la UE con los países específicos incluyen una compensación financiera a cambio del derecho de explotación de esos recursos, una parte de la cual debe ir destinada al desarrollo de las pesquería locales. Desde la ONG Ecodesarrollo Gaia, que han participado en la Comisión de pesca de la UE como representantes del tercer sector, aseguran que ese dinero finalmente no llega a los pescadores; ni directa ni indirectamente, a través de infraestructuras de pesca o beneficios de ningún tipo.
Uno de estos países es Mauritania, donde la pesca supone un 45% del empleo del país (más que la función pública), el 75% de los cuales son pescadores artesanales. Mauritania es un país realmente pobre; a pesar de que dispone de reservas de oro, petróleo, cobre y mucho hierro ―tiene el tren de mercancías más largo del mundo, para el transporte de hierro―. Además, es uno de los países con menos reservas del mundo de agua dulce. Aunque esa escasez líquida contrasta con la riqueza de sus aguas saladas. En su plataforma continental hay todo un vergel marino alimentado por las corrientes oceánicas.
Harouna Ismail, pescador y presidente de la sección artesanal de la FMP (Federación Mauritana de Pesca), explica que “para los mauritanos no hay rentabilidad con los protocolos de acuerdo. Se le da un dinero al Gobierno, pero ya sé cómo se utiliza este dinero en realidad…”. Harouna prefiere los convenios con China que con Europa, “ya que los europeos pagan una cantidad de dinero insignificante para venir, pescar e irse sin invertir en la población”. Se refiere a que las corporaciones asiáticas han construido a lo largo de la costa del país ―especialmente en Nuakchot y Nouadhibou― varias lonjas, almacenes, cámaras frigoríficas y algunas fábricas de manufacturación, además de haber invertido en la construcción de muelles. Mientras que los europeos no han participado en el desarrollo de infraestructuras, limitándose a dar una contrapartida al Gobierno.
Estos buques, gran parte españoles, tampoco desembarcan en Mauritania parte de la captura. Algunos pescadores dicen que los únicos barcos españoles que han visto cerca de puerto son los de la Guardia Civil española ―cuando se hace alguna operación de inmigración― o los del cementerio de barcos. En la bahía de Nouadhibou hay un cementerio de barcos donde yacen los pecios de numerosos buques. Es una forma de evitar su desballestamiento en los países de origen. Recientemente, la Aecid ha iniciado un proyecto de reparto de pescado hacia zonas de interior, donde cuesta que llegue el recurso. En este caso, se ha preferido dar el pescado, en vez de proporcionar la caña de pescar.
Según el Centro de Investigaciones Oceanográficas de Mauritania, las poblaciones de peces más comerciales están en estado de sobreexplotación, es el caso de la merluza, el pulpo y el mero, entre otros. Ignacio Sobrino, director del IEO (Instituto Español de Oceanografía) de Cádiz y experto en pesquerías africanas, considera que "las evaluaciones que se han llevado a cabo demuestran un estado de sobreexplotación o plena explotación en las poblaciones de pulpo y especies costeras".
La flota europea tiene un impacto en estos países que también tienen flotas propias que explotan esos mismos recursos. Según Sebastián Losada, "están compitiendo con ellos con la ventaja del soporte de la ayuda europea, de las subvenciones que han recibido para construir sus barcos, para combustible, etc. Además, las embarcaciones mauritanas no disponen de tecnología puntera y medios de detección de peces". Todos los pescadores con los que hemos hablado coinciden en que los españoles pescan las mismas especies que ellos, tipo pulpo, calamar, sepia, merluza negra, gambas, etc. Pero opinan que con las técnicas que usan ―especialmente el arrastre―, rechazan y tiran al mar más de la mitad de las capturas, porque no les interesan. Además, tienen capacidad para cientos, y miles, de toneladas.
Varios pescadores nos cuentan, orgullosos a la par que tristes, como pescaban sus ancestros. Los imraguin, etnia de tradición pesquera del país, tenían una técnica para llamar a los delfines, que a su vez empujaban los bancos de peces hacia la costa, donde los hombres tenían sus redes. Entre ambas especies, delfines y humanos, rodeaban al pescado y conseguían su recompensa de una forma muy simbiótica. Hace décadas que no funciona esta táctica. Esta fascinante forma de pescar se puede ver en el documental Desierto líquidoDesierto líquido.
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Sin embargo, no hace falta remontarse a los 80 para ver los resultados de la sobreexplotación, "hace 15 años aún se podía pescar haciendo mareas de un día. Salían por la mañana y volvían por la tarde con una captura que cubría las necesidades. Ahora hay que ir más lejos y estar entre 10 y 15 días para que sea productivo, en piraguas de 8 metros", asevera Harouna. Estos pescadores viven en cayucos a merced de las inclemencias del mar. Cuando se encuentran con otras piraguas, intercambian productos de primera necesidad, como agua, couscous o gasolina. Muchos de estos pescadores comentan que los arrastreros entran en las zonas reservadas para ellos y arrasan el material artesanal, provocando accidentes ―a menudo hay heridos graves y muertos―. Lo cual genera choques entre una flota y la otra. Incluso, en alguna ocasión, algunos pescadores artesanales han intentado abordar barcos industriales, con el objetivo de llevarlos ante las autoridades por pescar en zonas prohibidas y por destrozo de material. Pero, finalmente, han sido los propios artesanales los detenidos por abordaje.
Raül Romeva, cabeza de lista de Junts pel Sí en las pasadas elecciones catalanas, y antiguo eurodiputado por Los Verdes (ICV 2004-2014), argumenta que "muchas veces consumimos un pescado que se ha capturado en condiciones sociales, laborales y ambientales que no permitimos a los mismos barcos cuando están pescando en aguas europeas. Una situación muy hipócrita”. Harouna sentencia que “se trata de una amenaza para la estabilidad, que provoca conflictos y obliga a la gente a emigrar. Es una situación que puede llevar a la gente a querer defenderse, y acabar como en Somalia con la piratería. Y no me gustaría”. Desde hace años, en Somalia se producen casos de abordajes de buques occidentales por parte de pescadores. Cuando empezaron los primeros episodios de “piratería”, reivindicaban que lo hacían para defender sus mares. Posteriormente, las mafias locales proporcionaron armas a estos ex pescadores y crearon una red de abordajes sistematizada.
Seguramente hay modelos más justos que permitan a los españoles tener pescado africano en sus platos permitiendo a los africanos que sigan viviendo del recurso. Es posible que sea una cuestión de voluntad política, y corporativa. Quizás es una cuestión del volumen de consumo o del tipo de compra que realizamos, más o menos responsable. La paradoja es que sea precisamente África quien esté alimentando a Europa.
No hay pescado para tanta boca. La creciente demanda de nuestra sociedad y el sistema de mercado hacen que no haya pescado suficiente en aguas europeas. Las cuotas anuales de pesca de algunos caladeros se agotan incluso durante los primeros meses del año. De hecho, el 60% del pescado que se consume en Europa viene de fuera. Nos hemos acostumbrado a tener cualquier tipo de pescado en cualquier momento, y eso requiere de un sistema productivo de alto rendimiento.