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Alberto Reyero: “Nadie merece morir por una decisión política”

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Alberto Reyero (Madrid, 1962) era el consejero de Políticas Sociales de la Comunidad de Madrid cuando estalló la pandemia. Un día, recién declarado el estado de alarma, llegó a sus manos un documento emitido desde la Consejería de Sanidad del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso. Era un protocolo de actuación para los responsables de las residencias de mayores mediante el cual se impedía el traslado al hospital de miles de residentes enfermos, una orden de obligado cumplimiento conocida como el Protocolo de la vergüenza y cuya existencia adelantó en exclusiva Manuel Rico en infoLibre

Dos años después de su dimisión, Reyero publica su libro Morirán de forma indigna (editado por Libros del K.O) en el que realiza un ejercicio de rendición de cuentas y relata la intrahistoria de cómo se tomaron aquellas decisiones, a las que se opuso desde dentro del Ejecutivo. Sus compañeros del PP no le hicieron caso.

Se cumplen dos años del día de su dimisión. ¿Por qué toma la decisión en ese momento?

Sí, dimití el 2 de octubre de 2020. Yo tenía muy claro que quería dimitir. Lo estuve sopesando a lo largo del mes de junio, ya desde entonces sabía que mi lugar dentro del gobierno no tenía sentido. En el propio libro digo que en algunos momentos estaba más de acuerdo con la oposición que con la propia Isabel Díaz Ayuso. Los consejos de gobierno se me hacían muy cuesta arriba, me sentía mal compartiendo mesa con gente con tan pocos escrúpulos. Mis compañeros no querían que me fuera y me convencieron de que me quedara, pero recuerdo una reprobación a Enrique Ruiz Escudero, [consejero de Sanidad), en la que yo quería votar a favor pero voté en contra por disciplina de partido y respeto a mis compañeros.

Me sentía mal compartiendo mesa con gente con tan pocos escrúpulos

Su libro se llama: ‘Morirán de forma indigna’. ¿Cuánta gente murió de ese modo?

Es una cifra que nunca la llegaremos a saber. La consecuencia de los protocolos, la más inmediata, es que hubo personas que se podían haber salvado en un hospital y no se salvaron. Muchos murieron en condiciones terribles, porque la propia situación de la pandemia hacía que los familiares no pudieran entrar en la residencias, que no pudieran ni siquiera velar los cadáveres o pudieran tener constancia de que su familiar era la persona que estaba en el ataúd.

La muerte por covid y neumonía es muy dolorosa. Todos se merecían morir en unas condiciones dignas y, en el mejor de los casos, se les aplicó morfina y sedación. Nadie merece morir por una decisión política. Yo al principio intentaba creer que se hacía con base en decisiones clínicas, pero lo cierto es que había una decisión política que marcaba un determinado rumbo. Y esa verdad duele.

Pero no solo a los más mayores… ¿A qué personas excluyó ese protocolo de la vergüenza?

Se excluía en función de la dependencia y de la discapacidad

No eran específicamente criterios de edad. Se excluía en función de la dependencia y de la discapacidad, esos eran los criterios. Eso atenta contra la Constitución y contra la Convención de Derechos de las Personas con Discapacidad. Nosotros nos revelamos contra todo eso. Si esas personas no hubieran estado en residencias, sí que podían ir a urgencias. De hecho, hubo recomendaciones por parte de personal de residencias a los familiares de los residentes para que les recogieran y les llevaran ellos mismos a urgencias, porque así sí podían entrar en los hospitales. En cambio, si llamaban desde la residencia, las ambulancias no acudían.

No es Madrid para viejos, dice en el primer capítulo. No lo era antes del covid, pero sobre todo después. ¿Por qué?

Yo tenía un blog que se llamaba así cuando todavía no estaba ni siquiera en política, que fue cuando me encontré con la dependencia en casa porque mi madre tuvo un ictus y se quedó absolutamente dependiente. Se acababa de aprobar la Ley de Dependencia y desde el Gobierno de Esperanza Aguirre había un boicot a esa ley. Esa situación me llevó a meterme en temas sociales y a conocer la situación de los servicios sociales madrileños. Yo llegué a la consejería con la ilusión de cambiar las cosas, pero para eso necesitas muchísimo tiempo y romper muchas inercias. Queríamos un modelo distinto, sin residencias low cost. Yo inicié el proceso de resolución del contrato de cuatro residencias, que eso no se había hecho nunca la historia, por incumplimiento grave del pliego de condiciones. A algunos les salía más más barato incumplir que cumplir.

¿Usted cree que Isabel Díaz Ayuso personalmente sabía lo que ocurría en las residencias y lo dejó pasar?

Si no lo sabía al principio, lo fue sabiendo según lo íbamos contando.

Usted narra en el libro la reunión ‘secreta’ que tuvo lugar en Sol, de la que se le excluyó.  ¿Fue ahí donde se fraguó el plan?

Yo creo que hay bastantes evidencias para decir que en esa reunión se decidieron determinadas cosas, como el protocolo de exclusión. A veces me he preguntado por qué sí que estaba el consejero de Hacienda (Javier Fernández Lasquetty) y yo creo que es porque él había sido consejero de Sanidad con Esperanza Aguirre y, quizá, alguno de los asistentes consideró que si iba a haber muertos mejor que estos se produjeran en las residencias (lejos del foco mediático) y no en los hospitales.

Ud demanda un refuerzo de 50 médicos y 50 enfermeras en las residencias que requerían una actuación más urgente, pero no se le hace caso. ¿Por qué no? ¿Cree que les suponía tanto esfuerzo?

Yo soy muy cuidadoso al no hablar de las deliberaciones del Consejo de Gobierno porque son secretas, pero sí puedo decir que su reacción ante mis peticiones fue de indiferencia absoluta. Mi petición era, más bien, modesta, pero se optó por que los médicos de atención primaria se fueran a IFEMA, donde se mandaron mil sanitarios aproximadamente, cuando hubieran estado mucho mejor en las residencias.

¿El ‘milagro Ifema’ existió realmente?

En Ifema se optó por el marketing, la publicidad y la propaganda. Si paramos a la primera persona que nos encontremos por la calle y le preguntamos si recuerda IFEMA, estoy convencido de su recuerdo sería positivo. La propaganda la ganaron de plano, pero lo que significó para la residencias fue terrible.

Ayuso llegó a decir que Ifema era un hospital milagro, como si fuera Lourdes

El día bochornoso del reparto de bocadillo de calamares, Ayuso dice en el discurso de clausura que Ifema es un hospital milagro porque allí llegaba la gente y sanaba, como si fuera Lourdes. Eso me parece una desfachatez absoluta, eso me indigna. Murieron 16 personas en esos días, pero en ese mismo periodo en las residencias murieron 5.000, porque a Ifema solo iban personas con sintomatología leve. De hecho, de las 3.811 personas que ingresaron, sólo 23 provenían de residencias.

Además del Ifema, tampoco llevaron a ningún residente enfermo a hospitales privados. Quienes sí pudieron acceder fueron quienes contaban con un seguro. ¿Hubo exclusión por renta?

Sin ninguna duda, lo que ocurrió es la escena del Titanic: los que iban en primera clase se salvaron y los que iban en tercera pues no tenían esa posibilidad. Me parece absolutamente inaceptable que una sociedad permita eso. No puedo entender que no hubiera camas libres en la sanidad privada y es una de las cuestiones que se le deberían preguntar a Ruiz Escudero en comisión parlamentaria.

¿Hubo una campaña desde la puerta del Sol para desacreditarle?

Sí, y no fui el único en darme cuenta, también lo veía la prensa. En Sol lo vieron como una oportunidad de buscar un culpable y sentar la base para destruir a Ciudadanos. La idea de encontrar una excusa para convocar unas elecciones existía mucho antes de Murcia. En política, como en la guerra, vale todo. Y cuando digo lo de que algunos tenían pocos escrúpulos, me refiero a este tipo de cosas.

¿Cree que ha calado más el bulo de que Iglesias fue el responsable de las residencias de ancianos que lo que ocurrió realmente?

El bulo de que Pablo Iglesias es muy inteligente. Y comunicativamente en Sol son muy hábiles con estas cosas, aunque también es verdad que tienen mucho presupuesto para lanzar bulos. Yo siempre he dicho que si se hubiera dicho que las competencias eran del Gobierno central, hubiera sido un bulo que no hubiera llegado. Sin embargo, se dice que son de Pablo Iglesias porque para determinado sector de esta sociedad es el demonio personificado, entonces es muy fácil que cale. Eso viene apoyado por una rueda de prensa bastante desafortunado de Pablo Iglesias. Si realmente hubiera sido el responsable, PP y Vox hubieran hecho diez comisiones de investigación.

Si Iglesias hubiera sido el responsable de las residencias, PP y Vox hubieran hecho diez comisiones de investigación

¿Siente que su partido le abandonó?

Yo siempre siempre digo que por parte de los miembros del Gobierno de Ciudadanos me sentí muy apoyado, no me puedo quejar eso en absoluto. Yo creo que el partido estaba en ese momento en otra otra historia. Un mes después había elecciones en el País Vasco en el que íbamos en coalición con el PP. Yo creo que eso fue un error, pero ni siquiera quiero hacer sangre de esa situación. Ocurrió lo que ocurrió.

'Morirán de forma indigna': una Verdad con mayúscula

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El relato que cuenta en el libro es muy duro. ¿Le ha llegado a afectar mentalmente? 

Sí, incluso un capítulo lo titulaba 'Las noches oscuras'. Yo el confinamiento no lo viví, porque iba todos los días a la consejería. Veía esa soledad de las calles vacías cuando llegaba a casa y me llegaban los excel de los fallecidos. Fue duro. Viví momentos que me dejaron muy tocado a mí y a todo mi equipo, esto nos pasó factura a todos. En gran parte, porque era nuestra responsabilidad y no éramos capaces de dar una solución al problema que teníamos delante, eso me costó trabajo superarlo.

Creo que escribir el libro es también una terapia que me ha ayudado. Mucha gente se pensará que ves todo con mucha claridad al principio, pero no es así. Creo que dos años es el tiempo suficiente para que lo que ocurrió esté muy presente en mi cabeza, pero también para que me haya podido reflexionar sobre todo lo que pasó y haya podido sacar las conclusiones que cuento en este libro.

Alberto Reyero (Madrid, 1962) era el consejero de Políticas Sociales de la Comunidad de Madrid cuando estalló la pandemia. Un día, recién declarado el estado de alarma, llegó a sus manos un documento emitido desde la Consejería de Sanidad del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso. Era un protocolo de actuación para los responsables de las residencias de mayores mediante el cual se impedía el traslado al hospital de miles de residentes enfermos, una orden de obligado cumplimiento conocida como el Protocolo de la vergüenza y cuya existencia adelantó en exclusiva Manuel Rico en infoLibre

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