LA PORTADA DE MAÑANA
Ver
El Gobierno responderá a la maniobra de Feijóo y Weber contra Ribera "con datos" y "sin caer en el barro"

Ana Iris Simón y la maternidad: ¿se puede derrotar a la derecha en su tema estrella?

2
  • Este artículo está disponible sólo para los socios y socias de infoLibre, que hacen posible nuestro proyecto. Si eres uno de ellos, gracias. Sabes que puedes regalar una suscripción haciendo click aquí. Si no lo eres y quieres comprometerte, este es el enlace. La información que recibes depende de ti.

¿Quién no ha oído aquello de que la familia es el "pilar básico de la sociedad"? A priori parece una afirmación poco discutible. Y lo sería, seguramente, si nos refiriésemos sólo a la experiencia individual de cada uno de nosotros. Porque, ¿qué tiene más peso en la vida de alguien que su familia? En cambio, mirada con lupa, la frase puede tener truco ideológico. Al oírla, de hecho, el sociólogo Daniel Sorando, profesor de la Universidad Complutense, se pone en alerta. ¿Por qué? En la respuesta hay una explicación no sólo al subdesarrollo del Estado del bienestar en España, sino también a las dificultades de la izquierda para armar discursos mayoritarios sobre familia, maternidad y natalidad, asuntos traídos a la actualidad por el –polémico– discurso de la escritora Ana Iris Simón, del que el lector probablemente habrá oído hablar. Asuntos, además, en los que la derecha despliega con mayor convicción sus discursos, aunque los datos demuestren que tampoco tiene soluciones al gran problema subyacente: la precariedad. 

Escuchemos a Sorando explicar por qué la reivindicación de la familia como "pilar básico de la sociedad" esconde ideología tras su fachada neutra: "Normalmente –explica Sorando– solemos hablar de Estado del bienestar, pero en sociología tiene más sentido referirse al régimen del bienestar, que incluye diferentes actores además del Estado: el mercado, la familia y el tercer sector. Según qué tipo de régimen del bienestar tenga un país, más importancia tendrá una pata u otra. En España se da un régimen que podríamos llamar familista, a su vez con fuerte arraigo en el discurso, consistente en descargar sobre la familia buena parte de las responsabilidades sociales y enfatizar mucho su importancia. El resultado final es que la distribución material de recursos hace imprescindible apoyarse en la familia, que es la que te saca las castañas del fuego. El problema, claro, es que todas las familias pueden hacer algo, pero algunas mucho y otras muy poco. Porque la familia, y esto no lo podemos olvidar, es una institución clave en la reproducción de la desigualdad".

Ahí está, indica Sorando, el truco ideológico. El "familismo" dominante, señala, acaba ofreciendo un marco óptimo para el discurso conservador. Del lado económico, da cobertura al rechazo a la intervención del Estado para corregir desigualdades, aspecto del que ya se encarga la familia. Del lado cultural, entronca con la tradición católica, que exalta a la familia-hogar como espacio natural de la mujer-madre y a la reproducción como sagrado deber para con la patria. Además, reserva a la Iglesia un importante papel como garante de asistencia social. El historiador Ángel Luis López Vilaverde cree que la Iglesia pone el trasfondo a la patrimonialización conservadora de la idea de familia, sobre la que ha ejercido un "monopolio" de siglos, aunque ahora está retrocediendo. "Pasa como con la bandera o con la patria. Hay quien piensa que hablar de familia es reaccionario. Pero no lo es. Lo único reaccionario y excluyente es negar su diversidad", indica. El discurso de Vox sobre la "familia natural" es un ejemplo de esta exclusión, ya que sólo permite entrar bajo el paraguas de la familia a lo que cabe en la relación heterosexual. De ahí el empeño de Vox –por ejemplo, en Andalucía– de formar una "Consejería de Familia", en singular.

Sorando recalca que la izquierda tiene "problemas" para oponer a estos marcos restrictivos un discurso propio sobre "familia" y "maternidad", espacios en los que se expresan con mayor comodidad las posiciones conservadoras. Y estos problemas se dan a pesar de que el "familismo", señala el sociólogo, da cobertura ideológica al atraso del gasto social en España, que dedica a todas las áreas englobadas dentro de la "protección social" 3,6 puntos menos de PIB que la UE y 8,3 menos que Francia. Además, nuestro país queda por debajo del conjunto de los 27 en gasto en todas las áreas clave del Estado del bienestar. El atraso es sangrante en vivienda, como subraya el autor de First we take Manhattan. La destrucción creativa de las ciudades (Catarata, 2016). España, que se encuentra a la cola en alquiler social entre los principales países europeos, gasta en políticas públicas de vivienda 27,3 euros por habitante al año y un 0,1% del PIB, frente 115 euros y un 0,4% de la UE-27. Es decir, la UE cuadruplica a España. ¿Puede España con estos datos definirse como un país que cuida de la familia?

Es en las condiciones materiales que dificultan la formación y sostén de las familias es donde debería situarse el debate, señala Sorando, al que le resulta "llamativa" la polémica suscitada por las palabras de Ana Iris Simón, sobre todo en el ámbito de la izquierda. A juicio del sociólogo, la reflexión de Simón abre para la izquierda todo un espacio para fijar posiciones y acudir a grandes temas como precariedad, gratuidad de la educación infantil, precio de la vivienda... En cambio, el debate se ha trasladado a la polémica sobre las resonancias ideológicas del discurso. ¿Qué dijo concretamente la escritora? El pasado sábado, durante la presentación de un plan para la España rural con presencia de Pedro Sánchez, Simón, de 29 años y embarazada, pronunció un alegato a favor de las políticas públicas, sobre todo de empleo y vivienda, que permitan a las mujeres que lo deseen tener hijos.

Su intervención, de unos 4 minutos, tocó varios palos: la "envidia" por la vida de mayor certidumbre de sus padres, la crítica a la desindustrialización, el rechazo a la idea de que el problema de las pensiones y la despoblación se resuelva con mayor inmigración... Seguramente quien lea estas líneas ya conozca la polémica suscitada por estas palabras, que han sido tan aplaudidas –por quienes creen que señala las causas profundas de graves problemas– como denostadas –por quienes la acusan de una idealización del pasado que habría llegado a incurrir en marcos fascistoides–. 

Superar los "conflictos de identidad"

"Cuando oyes a alguien hablar de maternidad y de familia, lo asocias a la derecha, a estas organizaciones profamilia... Y no debería ser sí. La gente, de todas las ideologías, sigue queriendo tener hijos. Además, la mayoría quiere la parejita. Hay demasiados prejuicios sobre la maternidad, también por la historia del país, con una tradición católica", señala la demógrafa y socióloga María Sánchez-Domínguez. Además, los esquemas progresistas de comprensión de la sociedad se encuentran a menudo con "contradicciones" derivadas de dificultades sociales, recalca. Un ejemplo hipotético en tres pasos, siguiendo a la profesora de la Complutense. 1) Una trabajadora que haya puesto todo su esfuerzo en alcanzar independencia tendrá muchas reservas a la hora de sacrificar su carrera con una interrupción para ser madre. 2) Eso la puede hacer menos receptiva ante discursos a favor de la familia y la maternidad. 3) Ello determina a su vez en enfoque de la izquierda política y social, que conoce esta predisposición.

Para superar los "conflictos de identidad" que pueden sufrir las mujeres "obligadas a elegir", la mejor vía según Sánchez-Domínguez son las políticas públicas a favor de la igualdad de oportunidades. Y destaca una: la gratuidad de la educación de 0 a 3 años, una medida urgente si se pretende un acceso igualitario a la maternidad. Atacar la precariedad sería la lucha a largo plazo, dice, pero la gratuidad de 0 a 3 años tendría efectos "a corto y medio plazo". "Hay que blindar a la población de 20 a 35 años, protegerla al máximo, también con ayudas a la vivienda. ¿Cómo vas a pensar en tener hijos si no puedes pensar en tener relaciones sexuales?", pregunta Sánchez-Domínguez, que recalca que, para lanzarse, los posibles madres y padres "necesitan seguridad en el Estado del bienestar".

Campos "en disputa"

Esther Vivas, autora de Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad (Capitán Swing, 2019), también señala que las voces progresistas a menudo encuentran dificultad para encontrar las palabras al hablar de familia y maternidad. "El gran problema es que son conceptos que socialmente se asocian a opciones conservadoras", dice Vivas, sin entrar en el discurso de Ana Iris Simón. "Históricamente", añade, "el patriarcado se los ha apropiado con un punto de vista reaccionario, que no tiene en cuenta los derechos de las mujeres ni la diversidad de la familia y la maternidad".

A su juicio, se trata de "campos en disputa con los sectores conservadores", en los que "la izquierda y los feminismos" deben presentar alternativas. "Si no nos apropiamos de estos conceptos desde una perspectiva emancipadora, quedan en manos de sectores con posiciones muy restrictivas, que defienden modelos de maternidad en los que la mujer no puede decidir sobre su cuerpo, en los que se ignora la responsabilidad colectiva. Somos herederos de una cultura machista, que asocia feminidad con maternidad. Ese mandato hay que romperlo. Pero poner en cuestión el mandato de maternidad sólo puede hacerse desde posiciones progresistas", señala.

La igualdad de género no es el único campo en que se puede expresar una defensa progresista de la maternidad. Hay otra cuestión clave: la precariedad. En la medida en que la precariedad y el retraso en la emancipación son obstáculos para poder ser madre –o padre–, existe una "desigualdad de clase", señala Vivas. La caída de la fecundidad, añade, tienen causas "socioambientales" –los "tóxicos alimentarios" reducen la fertilidad, recalca– y "socioeconómicas". Se despliega así todo un campo para hablar de maternidad fuera del repertorio tradicionalista: precio de la vivienda, calidad del empleo, emancipación. Una frase que deja la autora de Mamá desobediente: "La maternidad se puede acabar convirtiendo en otro privilegio". Del máximo interés son los datos de la Encuesta de Fecundidad del INE. Uno elocuente: entre las mujeres sin ingresos, el 50,3% no tiene hijos, porcentaje que baja hasta el 25% entre las mujeres que cobran entre 2.000 y 3.000 euros.

Fecundidad y derechos individuales

Más que un problema de Estado: la caída de la fecundidad aboca a una pandemia de frustración vital sin solución a la vista

Ver más

A juicio de Albert Esteve, director del Centre D’Estudis Demográfics de la Universidad Autónoma de Barcelona, la maternidad debe ser mirada ante todo como una cuestión de "derechos individuales". ¿A qué se refiere? A que la caída de la fecundidad es ante todo una causa de insatisfacción en la sociedad española. Esteve rechaza los enfoques en clave patriótica y baja la cuestión a la tierra. "Hay muchas personas, muchas, que quieren reproducirse y no pueden", afirma. En efecto, la tasa global de fecundidad, es decir, el número de nacimientos por cada 1.000 mujeres, se quedó en 2019 en su mínimo desde que arrancó la serie en 1975: 34,2. El número medio de hijos por mujer se situó en 1,23. Los nacimientos han descendido un 27,3% en una década. La situación se agravó en 2020. En la primera mitad del año, se registraron 168.047 nacimientos, un 4,2% menos que en el mismo periodo de 2019. A esta situación de partida se suma la pandemia, con un poderoso efecto disuasorio. Todo esto genera insatisfacción. Casi tres de cada cuatro mujeres quieren tener al menos dos hijos. Más de la mitad de las mujeres con más de 40 años que no tienen hijos desearía ser madres.

Esta epidemia de objetivos incumplidos tiene causas sociales. El propio Esteve vincula la caída de la fecundidad a los problemas de trabajo y vivienda, interconectados. La juventud española es una de las que más tarde se independiza de toda Europa occidental. En concreto, la media se sitúa en los 29,8 años. El marco de posibles propuestas políticas se extiende, siguiendo a Esteve, desde el empleo juvenil –clave– a la gratuidad de la educación de 0 a 3 años y las facilidades para el acceso a vivienda. A pesar de todo este campo político, Esteve señala que existe una "incomodidad" en los discursos progresistas sobre maternidad y familia, que se deriva de la dificultad para abordar el tema "desde el punto de vida de los derechos individuales". "Hay que quitarse esos complejos, que pueden tener que ver con el temor a reproducir mensajes tradicionales. Los países en los que la fecundidad real está más cercana a la fecundidad deseada, que son los países nórdicos, son socialdemocracias con muchas ayudas. Y, a la vez, son países con roles femeninos y masculinos muy parecidos".

Uno de los elementos del discurso de Ana Iris Simón que más polémica ha suscitado es su oposición a la idea de que la inmigración tenga que ser la solución para las pensiones futuras. Esteve no conoce las palabras de la escritora, pero sí tiene claro algo: el problema español con las pensiones –recalca– es que "la capacidad de generar empleo está por debajo de lo que debería". "Si las tasas de actividad de las mujeres fueran como las de los hombres, si los sueldos fueran iguales en los jóvenes que en los sénior, la base cotización sería muchísimo mayor. España tiene una capacidad de crecimiento brutal. No sacamos provecho económico a la demografía que tenemos, ni a su capacidad de cotizar", señala. A su juicio, presentar como "solución" a la sostenibilidad de las pensiones a la llegada de inmigrantes es un "recurso trampa" que impide mirar de frente la raíz estructural y económica del problema, relacionada con la escasa calidad del empleo.

  • Este artículo está disponible sólo para los socios y socias de infoLibre, que hacen posible nuestro proyecto. Si eres uno de ellos, gracias. Sabes que puedes regalar una suscripción haciendo click aquí. Si no lo eres y quieres comprometerte, este es el enlace. La información que recibes depende de ti.
Más sobre este tema
>